nudos de Libertad

Alejandro Dacio
Nada Street
Published in
2 min readMar 19, 2017
Charles Marville

Hay una pregunta que se deja soplar con este tipo de noticias, y se alza con todo el polvo de la acera y se ancha y da vueltas y vueltas, tomando la forma de un pequeño ciclón imaginario. Todos los putos días. Hay una pregunta que se deja ver, una pregunta que se llama George Orwell.

Uno entra al metro y escucha a dos jóvenes blancos gritar obscenidades a una mujer musulmana, musulmana porque lleva un hijab en su cabeza, musulmana porque lleva el terror y la agonía y la persecución día y noche en su rostro. Hay una pregunta enorme en su rostro.

Y uno plantado entre la hoja, el bolígrafo, la idiotez de tanta gente libre, y la pena de ver con qué libertad y qué comodidad escogen seguir el camino de los nudos. Ya no me interesa escribir. Hay personas que no leen, que no cuestionan, que no analizan, que no pueden con el peso de su propias vidas.

Un nudo triunfa por la manera que habla y por el miedo que inspira y por la manera que aplauden los otros nudos que le escuchan y por la manera que este rompecabezas se va alineando afuera como la gran profecía del nudo, quien cree que está en el momento preciso, en el lugar adecuado, para proponer lo que en su corazón enérgicamente brota: la libertad. Esa pregunta. La libertad ya no es una palabra enormemente bella. Libertad para escoger salud nos dicen, por ejemplo, y un terra se insulta o llora por dentro, porque no hay salud, sólo un mercado que da nausea, como si uno entrara a una tienda y llegara al estante y se pusiera a olfatear los servicios y a lamentar muy silenciosamente el precio de un MRI, o de una mamografía. Libertad. Libertad de pararse en la tarima y deliberar un discurso postverdad, una narrativa falsa que nos atrasa a discutir si el cambio climático existe o es una telaraña china. Hay una pregunta: que es la libertad. El presente entero es una pregunta. En nuestro presente los nudos tienen libertad de retrasarnos, tienen poder. El nudo en la tarima logra comunicar y convencer que el amor es débil, que ya hemos sido demasiado débiles, que hemos tenido demasiada piedad. Debemos ser más fuertes, dicen los nudos, debemos ser mejores. Esta es la realidad en que ahora vivimos, el futuro. El futuro donde toda libertad es una pregunta. Donde la realidad que prefieren los nudos más que soplar, desplaza, más que amenazar, destruye, más que dar miedo, te convence que somos mejores, que somos libres, que somos fuertes, que merecemos más que otros, que hay una cima. Todo con el cuento viejo que hay que llegar a la cima tropezando a los demás, como sea, porque sí, porque es muchísimo más fácil que hablar de dignidad.

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