Especial
Eres especial, le decía ella. No hay nadie como tú. Tienes una misión, un propósito en este mundo, hijo. Dios te puso en esta tierra así como eres por algo.
El enano había crecido (poco) con estas palabras de su madre, pero en la calle, lo único de especial que parecía tener era un título: el hombre más pequeño del país. Lo anunciaban por alto parlante, era la primera de muchas atracciones, a sólo cinco dólares.
Siempre rodeado de gente, se acercaban con la mejor de las sonrisas para pedirle una foto. Era todo lo que querían, necesitaban tomarse una foto a su lado para enviársela a sus amigos, para colgarla en las redes, recibir comentarios, dar un firme golpe en el juego de la atención social. Él sonreía, saludaba, hacía su parte en el show de la vida de los demás. Gracias, le decían y se iban, adjuntando alguna propina.
Soy especial. Dios me puso en la tierra como soy por algo, recordaba cada noche, mientras contaba las monedas.