Patán

Nahum Dam
Nahum’s Blog
Published in
2 min readNov 27, 2015
gomina.jpg

Carlitos Patán llegaba impecablemente vestido a la oficina todos los días. El perfume inconfundible, su peinado con gomina, facciones pronunciadas, un penetrante contacto visual, esa picardía porteña en cada frase seductora. Que lo parió, Carlitos, siempre ganador.

Las casadas eran su especialidad, por el morbo. Si bien le gustaban rubias, también se agarraba morochas, por deporte. Contaba poco y se daba el lujo de mostrarse falsamente humilde, eso lo hacía aún más arrogante. Todos sabíamos la verdad, era un demonio. Cazarlo flirteando con alguna era como pasearse por Mónaco: estás ahí, pero no formás parte.

Luego de varios años de andanzas, cierto dia apareció en el piso un tipo rabioso con un bate de béisbol, se los juro. Antes que diga una sola palabra, el ordenanza le refirió la última oficina, a la derecha.

¿Hace cuanto veníamos esperando este momento? Tenía que haber justicia en este mundo. Las traiciones se pagan, la gente explota, no se puede andar por la vida jodiendo mortales, gente de a pie como nosotros que, como si no fueramos ya bien boludos, nos terminamos bancando también la pensión alimenticia.

Como cuando están por cantar el bingo, todo el piso se puso de pie, mirando hacia el fondo, con el numerito en la cabeza. Tenían que haber visto la cara de Patán cuando el pelado abrió la puerta con el bate.

- ¿Rogelio?
- Carlitos.

Que lo parió, Carlitos, que lo parió. Siempre ganador.

--

--