Una interfaz no es un contenedor de palabras
Se parece más a un dálmata en movimiento.
Este artículo se publicó originalmente en Tuelfworks.
All things are always on the move simultaneously.
— Winston Churchill
Con esta frase, Churchill se refería a las distintas facetas que componen la estrategia militar, y creo que es aplicable a una interfaz. No hay ningún elemento de una interfaz que no exprese algo, que al interactuar con ella no nos aporte información. Todo habla, todos los elementos ejercen una influencia: tamaños, estructura, colores, botones, tipografías, palabras, líneas, cajas. El espacio.
Y más allá de cada elemento aislado, nuestro cerebro no puede evitar establecer relaciones entre ellos, no son elementos independientes: posiciones, orientaciones, proporciones, distancias. Cambiar un factor influye tanto en el conjunto como en cada uno de los demás elementos.
Todo ello conforma el Mensaje, la Experiencia con mayúsculas, percibida por la persona.
Contenidos y contenedores
Una de las acepciones de la palabra «contenido» es «cosa contenida en otra». No puedo evitar pensar que la palabra «contenido» (especialmente referido a textos, pero también aplica a imágenes y vídeos) es equívoca porque da a entender que el resto de la interfaz, lo que hay alrededor, es un contenedor, un mero paisaje que se encarga de sostener palabras (en este sentido, claro, no hay «diseñadores de contenedores»). Es obvio pero hay que decirlo: la interfaz no es un contenedor de palabras, es más bien un vehículo para expresar mensajes. Diseñamos «mensajes» con una intención, información y significado, en los que el lenguaje gráfico moldea al textual y viceversa; sea nuestra especialidad uno u otro, no podemos dejar de entender y trabajar con ambos.
Las especializaciones centran nuestra energía en un trabajo específico — en lo que somos o queremos ser especialmente buenos — pero pueden llevarnos a recortar nuestras áreas de conocimiento o interés. Con las especializaciones se corre el riesgo de acabar con una visión limitada del fin y del impacto de lo que hacemos, que acaba repercutiendo en el resultado final.
¿Qué ocurre si hay diseñadores de Experiencia de Usuario que se desentienden de los mensajes de sus diseños porque «de eso se encarga la persona que redacta»? ¿O si hay UX Writers (u otro título) que reclaman tener más peso estratégico en sus empresas y que no sea percibido como un mero trabajo de redacción, pero limitan su visión y centran su interés en la cuestión lingúística? En estas circunstancias, no son extraños los clichés de «los que pintan cajas» o «los que rellenan los huecos con palabras».
La especialización del trabajo no debe llevarnos a diseñar productos de manera fragmentada o unilateral; la Experiencia de una persona al utilizar un producto o un servicio no entiende de organigramas ni estructura de equipos.
Como dice Edward Tufte, las decisiones de diseño no pueden tomarse de manera unitaria, porque la optimización local del diseño no conducirá a resultados globales satisfactorios.
¿Dónde empieza y dónde acaba nuestro trabajo?
Creo que las especializaciones podrían ganar más valor dentro de las compañías gracias a procesos de trabajo y metodologías que sirvan de pegamento y den importancia al trabajo combinado, no secuencial. Y más aun: si nuestro conocimiento «pisa» el terreno circundante y vamos más allá de nuestra labor individual, cada especialista podrá aportar lo que mejor sabe hacer entendiendo su contexto y el de los demás.
No se trata de palabras, de colores o formas, sino de diseñar soluciones integrales y efectivas a problemas concretos. Con esto en mente, estaremos más cerca de comprobar que el diseño es un todo en el que, efectivamente, los elementos se mueven al unísono.
Cualquier pregunta, idea o sugerencia que tengas es más que bienvenida, y si no eres de conversación pública, escríbeme a aloha@tuelfworks.com directamente y charlamos de lo que nos apetezca, quién sabe si no saldrá una buena idea de ahí.
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