Cómo más de un año de distanciamiento social ‘rompió’ nuestros cerebros

Demasiado tiempo en soledad puede hacer que tu termostato social no funcione correctamente.

Carlos Quevedo Arteaga
Neurotransmisiones
3 min readSep 12, 2021

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Una encuesta realizada en los Estados Unidos encontró que el 36% de los adultos -incluyendo 62% de adultos jóvenes- reportaron sentirse profundamente solos durante la pandemia. Sin embargo el 50% de los encuestados reportó sentir ansiedad por la vuelta a la presencialidad, durante las reaperturas.

El cerebro es bastante adaptativo y se ha especializado en la socialización en un balance correcto en el que no hayan ni demasiadas ni muy pocas interacciones sociales. A este balance se le conoce como homeostasis social. Y más de un año de aislamiento social modificó las conexiones neurales para lo que parece un nuevo balance ideal, al mínimo.

La homeostasis social está regulada por las vías mesocorticolímbicas, el sistema de recompensa cerebral. Y el aislamiento social produce ansias, y los patrones cerebrales son similares a los que ocurren durante la privación de comida. Si la gente siente hambre de conexión social, qué pasa cuándo se privan de estas conexiones.

Varios estudios realizados en animales de laboratorio que habían sido aislados de sus compañeros de jaula incrementaron los comportamientos parecidos a la ansiedad y los niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés.

Estudios con humanos apoyan estos resultados: hay evidencia de que personas con círculos sociales pequeños tienen niveles más altos de cortisol y más comportamientos relacionados a ansiedad, similares a los reportados en animales de laboratorio aislados.

Esto tiene sentido evolutivamente, ya que los animales que han perdido la protección de su grupo deben estar hipervigilantes para defenderse por sí mismos. Y esto no solo ocurre en la vida salvaje. Personas que se autodescriben como “solitarias” son más vigilantes de las amenazas sociales, cómo el rechazo o la exclusión.

Otra región importante para la homeostasis social es el hipocampo, el centro de la memoria y el aprendizaje. Diversos estudios en animales muestran que incluso con aislamiento temporal en adultos se produce deterioro de la memoria social -necesaria para el aprendizaje de comportamientos sociales, como la cooperación- y de la memoria de trabajo.

Una investigación encontró que a exploradores en la Antártica se les había encogido el hipocampo luego de sólo 14 meses de aislamiento social. Similarmente, adultos con círculos sociales pequeños tiene mayor probabilidad de desarrollar pérdida de memoria y deterioro cognitivo más adelante.

Por suerte, aunque el cerebro es bastante adaptable para el aislamiento social también lo puede ser para la resocialización. Aunque sólo pocos estudios han profundizado sobre la reversibilidad de la ansiedad y el estrés asociados al aislamiento, sugieren que la resocialización puede reparar dichos efectos.

Un estudio encontró que monos tití que habían estado aislados tenían mayor estrés y cortisol cuando resocializaban pero se recuperaron rápidamente. De la misma manera, la memoria social y la función cognitiva parecen ser altamente adaptables. Estudios con ratas y ratones reportaron que aunque los animales no podían reconocer a un compañero inmediatamente después de un período de aislamiento, recuperaban su memoria luego de la resocialización.

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