¿Y si nos reinventamos? Actitudes excepcionales para desafíos extraordinarios

Reflexiones en tiempos de coronavirus III

Rodrigo Villar
New Ventures Group
10 min readApr 21, 2020

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Van a encontrar aquí cierta mescolanza de temas para abordar un asunto concreto: qué actitud tomar ante la abrupta disrupción de nuestras actividades profesionales, laborales, empresariales, por efecto de la pandemia, más allá de que tengas un negocio, un trabajo o algún proyecto personal en planeación. Esta situación sorprendió a algunos “con las manos en la puerta”, cuando acababan de abrir un restaurante o de contratar un crédito y ahora su empleo está en riesgo, pero la verdad es que para nadie (o casi) es fácil.

¿Por dónde empezar ante una incertidumbre extrema, cuando una de las pocas cosas de las que podemos estar seguros es que necesitaremos resiliencia e incluso, para muchos, reinventarse? En este contexto, el eclecticismo puede ayudar: hay justificación y propósito.

Justificación: refleja lo confundidos que andamos millones de seres humanos. Propósito: porque lo mismo para el autoconocimiento que para la ciencia y los negocios, la perplejidad puede resultar altamente productiva; inclusive liberadora, si la aceptamos para tomarla como una sustancia maleable que nos ayude a entender el entorno y nuestra posición. Lo mismo para centrarse y aterrizar, que para ver fuera de la caja y despegar a explorar otros rumbos. Finalmente, para muchos hay más tiempo para pensar y también para leer, lo que aquí agradezco.

El contexto vivencial, tanto como el económico, se prestan para hacer ese ejercicio o esta transmutación. Ahí están los insumos.

Contexto vivencial

Al escribir estas líneas, en la Ciudad de México, donde vivo, millones van por la quinta semana de “distanciamiento social”. Niños y jóvenes han pasado unas vacaciones de Semana Santa extrañas: sin poder salir por un tiempo al que todavía nadie puede poner un plazo. Hay momentos de angustia, pero también de feliz reencuentro con “nuestra gente” y con uno mismo, con sentimientos que teníamos medio olvidados por dar preponderancia a cosas que quizá, ahora lo captamos, no lo valían.

Incluso, entre los retos de la convivencia forzada 24X24, tenemos instantes de humor, algo que también puede ser liberador, sobre todo cuando nos reímos de nosotros mismos, porque eso humaniza, genera empatía. Me viene a la mente un meme que más o menos decía esto:

“El mundo es ahora Las Vegas. Todos están perdiendo dinero, es aceptable beber a todas horas y nadie tiene idea de qué día es”

En mi caso, me parece revitalizante ver cómo, en medio de todo esto, los niños pueden ser felices y auténticos hasta cuando se aburren, disfrutando de no hacer nada, con el perro o bailando con gafas de sol y la “canción de las piñas coladas”. Oír sus risas, al igual que una llamada de los abuelos a los que no podemos abrazar en directo, reconforta el alma, y ayuda mucho cuando en otros momentos nos inquieta lo que está a la vuelta de la esquina.

Muchos comenzamos a “encerrarnos” antes de la declaración de estado de emergencia, del 30 de marzo. Simple precaución, producto de un sentido de responsabilidad en diversos sectores de la sociedad (destacó mi alma mater, el Tec de Monterrey): por la desconfianza de ver que mientras en otros países se tomaban medidas drásticas, aquí se trataba de restar importancia al problema. Ahora se nos dice que están próximos los días más difíciles en cuanto a la propagación del virus.

Contexto económico (y político)

Vale decir que en México hace poco confirmamos que difícilmente habrá apoyos del Gobierno Federal para las empresas, y hay gran preocupación en particular en las micro, pequeñas y medianas. Me parece una decisión u omisión insensata. Estamos hablando del 99.8% de las unidades económicas del país, que aportan más de dos cuartas partes del PIB y 78% de los puestos de trabajo. Muchos de estos negocios podrán pagar sus nóminas completas, más rentas y gastos fijos, en abril, tal vez mayo, pero sin ingresos, no mucho más.

El Presidente López Obrador ha prometido que se crearán 2 millones de empleos en nueve meses, pero eso parece fantasía. Además de que nunca ha pasado, en 2019 cerramos con apenas 342 mil plazas formales (la cifra más baja desde 2009), y eso con una caída de 0.1% del PIB, muy lejos de un -6.6% con que podemos acabar en 2020, según el último pronóstico del FMI.

El argumento del no apoyo es que el énfasis está en proteger a la población en pobreza, a través de los programas sociales de entrega de dinero a adultos mayores o jóvenes. Pero la cuestión es que éstos dependen de los impuestos que pagan empresas y trabajadores. Si los problemas de liquidez se convierten en un tema de insolvencia que obligue a la quiebra, también se vendrá abajo el empleo y la recaudación del Estado. Entonces, una recesión que podría ser temporal, se prolongará y la recuperación será más difícil.

No habrá, como en China, subsidios para propietarios de inmuebles, de manera que se aplace el pago de rentas. Menos todavía se han considerado ideas como la que han impulsado los economistas Emmanuel Saez, Director del Center for Equitable Growth de la Universidad de California-Berkeley, y Gabriel Zucman, profesor de esta misma institución, para que el Estado sea comprador de última instancia, sustituto de la demanda desaparecida a fin de que las empresas sigan con flujo de efectivo para operar y mantener vivas las cadenas productivas (recomendable este artículo en el que los propios profesores la resumen)

Tampoco algún programa de gran calado de créditos para capital de trabajo con el aval del gobierno, que incluso podrían ser asimilables a devoluciones tributarias temporales, tomando en cuenta lo pagado en el ejercicio fiscal del año pasado. Eso reduciría bastante el riesgo de impago, además de que los préstamos podrían ser titulizados para su colocación en el mercado, vía banco central. Eso es lo que ha propuesto el Banco de Pagos Internacionales. Algo así, más algún esquema de apoyo para informales, condicionado a que se den de alta ante el fisco –gran desafío y oportunidad– sería un gran respaldo. (también vale la pena leer la propuesta, expuesta en este editorial de Agustín Carstens, titular de ese organismo y ex Gobernador del Banco de México).

En fin, todo indica que ni siquiera contaremos con facilidades como diferimientos en pago de impuestos, ya no hablemos de condonaciones. Prácticamente nada. Para retos extraordinarios, no habrá medidas extraordinarias, a diferencia de lo que se está haciendo Europa, Estados Unidos y otras naciones de América Latina, en un necesario resurgir de la intervención del Estado en la economía. Y eso que nuestro Presidente se presenta a sí mismo como una suerte de cruzado contra el neoliberalismo y admirador del New Deal de Roosevelt.

A fin de cuentas, en medio de la incertidumbre, hay esa certeza. En particular en México y otros países, pero en todo el mundo en mayor o menor grado: cada quien tendrá que enfrentar la coyuntura y lo que venga después con una capacidad de adaptación y de visión fuera de lo ordinario.

Dos reflexiones: Obama y J.K. Rowling

En su mensaje de respaldo al candidato Biden, el ex Presidente Obama, siempre gran orador, expresó unas sabias palabras, más allá del propósito de apoyar a su ex Vicepresidente:

“Las pandemias tienen una forma de hacerse paso a través del ruido y la propaganda para recordarnos lo que es real y lo que es importante. Esta crisis nos ha recordado que el gobierno importa. Nos recuerda que el buen gobierno importa. Que los hechos y la ciencia importan. Que el imperio de la ley importa. Que tener líderes informados, honestos y que busquen unir a las personas, en lugar de separarlas, importa”.

La actitud de varios líderes y gobiernos de todo el mundo debería provocar el que, como ciudadanos abramos los ojos ante las responsabilidades con la democracia, que no podemos delegar sin más a los políticos. En primer lugar, la responsabilidad de alerta ante el canto de sirenas de la demagogia, como Ulises a su regreso de Troya.

Ojalá que esa sea una herencia de la pandemia en lo que concierne a la política, en su acepción como competencia por el poder, pero sobre todo como instrumento para gestionar el bien común. A fin de cuentas, el gobierno hace falta, y más en este tipo de circunstancias; para eso están.

Por supuesto, eso no quita que, para millones, como en el caso de pymes, emprendedores y trabajadores independientes, se ajuste el dicho: en gran medida hay que rascarse con las propias uñas. La buena noticia es que este tipo de situaciones pueden ser equivalentes a la de “quemar las naves”, en el sentido de por fin convencernos a desarrollar a fondo y con sentido práctico nuestro potencial.

Un poco como lo que expuso J. K. Rowling en un gran discurso de graduación en Harvard. Sólo cuando casi se quedó en la calle y vio cumplirse su peor temor, el fracaso total en lo que había intentado en la vida, se descubrió liberada, quitándose de telarañas mentales y pretextos para seguir su destino, lo que quería y para lo que estaba mejor armada pero que había esquivado para ajustarse a caminos prestablecidos. Entonces escribió Harry Potter y el resto es historia.

Podemos cumplir como ciudadanos, por un mejor mundo, y con nosotros mismos, en nuestra propia realización. En eso creemos en el movimiento de la inversión de impacto.

¿Por dónde empezar? El valor de la perplejidad

Como hemos visto, el desafío es superar las semanas de “Susana Distancia”, como se llamó aquí en México a la campaña de “distanciamiento social”, y prepararse para lo que ya empezó: una recesión económica como no se ha visto en décadas y, muy probablemente, la aceleración de la “próxima normalidad”, tomando prestado el concepto de la consultoría McKinsey, usado para una serie de interesantes artículos sobre el futuro en diferentes industrias.

Es claro que mucho de lo que ya estaba en gestación puede tomar impulso con el Covid-19.

En ese sentido, recientemente vi un comparativo de desempeño bursátil entre empresas dedicadas a conectar personas por el espacio físico y las que lo hacen en el plano digital. Por ejemplo, al 31 de diciembre del año pasado, la capitalización de mercado de Zoom, la compañía de videoconferencias que muchos estamos usando ahora para trabajar o reunirnos con la familia extendida, era de 18.8 mil millones de dólares (mmd); a finales de marzo, cuando se disparaba la crisis de coronavirus en Estados Unidos, ascendía ya a 44.5 mmd. En cambio, en el mismo lapso, la valuación de la aerolínea Southwest había bajado de 28.4 a 17.4 mmd. Por supuesto, hay circunstancias fuera de lo común, pero esto nos dice algo del mundo que viene.

Respecto al escenario inmediato, el corto e inclusive el mediano plazo, difícilmente puede desestimarse la perspectiva de una “economía de bajo contacto”, concepto que desarrolló The Innovation Board, firma de asesoría en estrategia de innovación, en un muy recomendable estudio “para mirar más allá del ciclo actual de noticias”: sobre qué novedades “están aquí para quedarse, cómo van a poner patas arriba las industrias y qué opciones estratégicas tenemos para ir a la ofensiva”.

Aunque sobra decirlo: sí, hay que pensar “hacia delante”, pero habrá que hacerlo mientras atendemos la necesidad de pensar e implementar, casi en paralelo, una estrategia mucho más urgente para adaptarnos a lo que nos ha explotado de frente, con todas las decisiones que hay que tomar aquí y ahora.

Así que ahí hay una primera aproximación a la pregunta inicial: qué actitud asumir ante esta situación de disrupción, incertidumbre y confusión. De entrada, aceptar las tres situaciones: no quedar atados a una normalidad previa, como si fuera algo inmutable. Aunque lo fuera, no volverá por un buen tiempo.

Al dar la bienvenida a nuestra perplejidad, mirarla de frente en vez de pelearnos con ella, podemos ponernos en un estado de receptividad y apertura para reconocer con realismo lo que podemos hacer y lo que no. Colocarnos en una pista libre de preconcepciones y rutinas que no habíamos cuestionado. Ahora hay ocasión y necesidad urgente de hacerlo. En el camino podemos entender lo que no habíamos captado, asociar lo que parecería no tener conexión y tomar decisiones que habíamos postergado.

Reflexiones primaverales

Este es un buen tiempo para hacerse preguntas: si no las existenciales –el quién soy, de dónde vengo y adónde voy–, al menos otras mucho más aterrizadas. El encierro y el freno forzados pueden ayudarnos a responder.

¿De verdad necesitas unas oficinas en X lugar? ¿Cuánto valen tres horas de tráfico al día para tu vida y tu profesión? ¿Rentar, comprar o compartir espacios? ¿Ser empleado o asesor independiente? ¿Trabajadores o socios de negocio? ¿Necesitas la tienda física y la bodega o puedes hacer las cosas mejor por Amazon, Mercado Libre y con algún aliado logístico? ¿Cómo eres más eficiente y qué disciplina puedes fijarte, por ejemplo, para destinar tiempos para la dispersión creativa y otros de concentración ejecutiva, en los que incluso te pongas horarios off line para mejores efectos?

Si te quedaste sin trabajo y, como para todos, no está a tu alcance saber ni resolver lo que pasará con la pandemia y la recesión económica, ¿no es hora de darle una oportunidad a ese proyecto personal que has postergado al tratar de encajar en los proyectos de otros? Sí está en nuestras manos tomar este tipo de decisiones.

Porque, nuevamente, la “normalidad” se fue y no regresará, al menos no igual. Este retiro forzado global genera angustia y dolor, pero puede ser parecido a la primavera y al espíritu de la Pascua, seamos o no religiosos y aún en un año tan extraño. Un tiempo de renovarse y de liberarse de esclavitudes, como lo hizo el pueblo judío en Egipto después de las plagas.

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Rodrigo Villar
New Ventures Group

Rodrigo es socio fundador de New Ventures Group en México — Rodrigo is the Founding Partner of the New Ventures Group based in Mexico