La Buena Pregunta

Talent shows: diálogo de referentes

La más reciente emisión del programa La Buena Pregunta trató de cerca el tema de los talent shows, con el trabajo periodístico de Lisandra Valín, periodista recién egresada de la Facultad de Comunicación de La Habana.

Max Barbosa Miranda
Nexos Multimedia

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Por Patricia Escalante

Para los nacidos después de la generación Millennial, el espectáculo es el pan de cada día. Las redes sociales, las grandes producciones audiovisuales comercializadas por la industria cinematográfica llevan hacia el consumo de productos estandarizados.

En el nuevo período, el espectador vive una especie de mutación cultural que se sustenta en la espectacularidad potenciada por las industrias culturales. En este contexto, la lógica comercial sobresale sobre cualquier otro aspecto comunicacional y los medios se ven comprometidos a cambiar sus agendas e innovar en sus estrategias de divulgación para conseguir elevados niveles de audiencia.

La televisión descubre en este escenario la necesidad de transformar sus contenidos en una sociedad informatizada donde convergen diversas formas de consumo audiovisual. En este punto surgen programas concebidos bajo una lógica mercantil aparecen los talent shows, en los que se juzgan las habilidades de los participantes en distintas áreas artísticas ―baile, canto, carisma, culinaria― y forman parte del catálogo de formatos híbridos del nuevo modelo televisivo.

¿Entretenimiento y arte dos categorías excluyentes? En Cuba, ¿cómo desde lo espectacular apelamos a la memoria histórica y al rescate de la cultura? ¿Qué son los talent shows y por qué resultan tan atractivos?

Junto a María Carla O´Connor en la pasada emisión de La Buena Pregunta, nos acompañó la recién egresada de la carrera de Periodismo, Lisandra Valín, autora de la investigación que presentamos hoy.

¿Qué son los reality show?

Lisandra Valín: Antes de hablar de reality show hay que tener en cuenta un universo mucho más grande: el género telerrealidad, docudrama o infoshow. La telerrealidad es un género dentro del período hipertelevisión. Es un género donde prima el entretenimiento y se busca espectacularizar el relato y los personajes.

Por otro lado, dentro de la telerrealidad hay varios géneros y formatos que se hibridan. No existe un género puro. Podemos encontrar el reality show, el talent show, fashion show, dating show y una infinidad de variaciones donde los límites de conceptos son difíciles de establecer.

Sobre los distintos tipos de reality shows que existen, ¿en qué se basa cada formato?

LV: El reality show puro es un programa de convivencia de 24 horas donde se graba a los participantes que no necesariamente tienen un talento artístico. Un ejemplo de ello sería Gran Hermano, que es por excelencia el formato número uno en el mundo.

El talk show es un formato de entrevistas donde hay humor pero también se incursiona en la vida privada de los participantes. Suelen ser celebritys aunque la mayoría de estos programas se hacen versión anonimus y versión celebritys.

En el talent show no hay convivencia 24 horas, no hay encierro porque en caso de existir pasaría a ser un reality game show. Las clasificaciones se van bifurcando porque es demasiada hibridación lo que aborda la telerrealidad.

Básicamente, en el caso de los talent shows estamos hablando de concursos de talento como La Voz, Master Chef o Mira quien baila.

¿Cómo nace este género televisivo?

LV: El primer programa de telerrealidad que se conoce es One American Family donde una familia convive, se graba y ante el éxito comienza a producirse este fenómeno. El formato de concursos viene desde la radio.

La diferencia entre el concurso tradicional y el talent show viene dada por el panorama actual en que nos encontramos, en el consumo multipantalla, en cómo la televisión ha tenido que crear contenido para diferentes soportes, en cómo involucra a la audiencia y en cómo el programa musical ya no solo se centra en ver a las personas cantar sino también conocer un poco más de sus vidas o ver a su familia.

¿Por qué a la audiencia le resulta tan atractivo este tipo de programas?

LV: Estos programas están diseñados para que las personas se identifiquen con las historias que ven en pantalla, desde situaciones económicas hasta sueños o anhelos. Por otro lado también está aquella persona que siempre quiso tener una oportunidad en esta industria cultural y ve reflejados sus sueños en otros.

En el caso particular de los talent shows, me parece que la audiencia es un protagonista más.

LV: Por supuesto. Entre los sujetos activos siempre podemos mencionar a la audiencia porque no solo consume el producto audiovisual sino también que interactúa mediante redes sociales. Tiene tanto poder que puede cambiar en cierto curso del programa la misma dinámica de la competencia. El público en este tipo de formatos y sobre todo en los talent shows es fundamental porque eligen a los ganadores o perdedores.

Estos formatos no solamente se realizan en televisión sino que además están concebidos para un consumo multipantalla. Esto se refiere a la era de internet y el alcance en las nuevas tecnologías. Desde el punto de vista de producción, ¿cómo ahora estos programas no pertenecen solamente a la televisión?

LV: La televisión al tener que transformar su contenido supo aprovechar los soportes que tenemos en la web 2.0 para divulgarlos en esta plataforma. Cuando hablamos de que los talent shows producen contenido para la era multipantalla nos referimos a potenciar las cuentas de fans, la creación de contenido específico para ellos, fortalecer las cuentas del jurado porque son figuras reconocidas y suelen crear bastante contenido mientras están en la emisión o grabación del programa. Se potencian también las cuentas de los mismos integrantes porque en los reality shows, el ciudadano común alcanza la fama.

Entonces, todo este feedback entre la audiencia y los productores de los programas es lo que permitió la transición del concurso clásico al talent show.

Estos talent shows han devenido fórmulas de entretenimiento que son extrapolables a otros contextos. ¿Cómo llegan estos concursos a Cuba?

LV: Los programas musicales de radio en Cuba siempre han tenido mucho éxito. Uno de los más famosos fue La corte suprema del arte, aunque no es el primer concurso producido en el país. Anteriormente, René Cañizares produjo Programa de aficionados.

La corte suprema del arte fue el punto de partida de este tipo de concursos que lanzó estrellas muy reconocidas actualmente en la escena cubana, conocidas como nacientes. Por ejemplo Rosita Fornés y Raquel Revuelta.

En Cuba existieron grandes concursos de participación como Para Bailar o el Adolfo Guzmán. ¿Cómo se desarrollaron y que significó para el público?

LV: Cuba cuenta con una larga trayectoria en concursos de talentos. La corte suprema del arte se televisó en el año 1956 pero con otro nombre. Se llamaba El programa de José Antonio Alonso. Después de eso, los productores cubanos se dieron cuenta de que era un formato gustado y comenzaron otros programas como Mi Salsa, Para Bailar, Todo el mundo canta, Escenario escolar, Que siempre brille el sol y Cantándole al sol. Luego surge el Adolfo Guzmán.

Más cercanos en el tiempo llegan Sonando en Cuba y Bailando en Cuba bajo la producción de RTV Comercial y que abrieron de nuevo la puerta a este tipo de programas en la televisión cubana. ¿Qué los diferencia de los programas anteriores?

LV: Sonando en Cuba nace con la idea de acaparar a ese público que se conecta los domingos en familia en su casa. Ahora se utiliza una visualidad que es muy diferente. Aunque al inicio, Sonando en Cuba quizás no tuvo la repercusión esperada porque existía mucha comparación con los formatos anteriores, poco a poco los productores pudieron ganar a la audiencia, introducir secciones para atrapar al público joven pero también para mantener a todos los que eran fanáticos de Para Bailar y Todo el Mundo Canta.

Lo mismo pasa con Sonando en Cuba y Bailando en cuba. Son formatos que podemos considerar un poco franquicios porque tiene una fórmula parecida donde cambian la manifestación artística en concurso. Su objetivo continúa siendo el mismo, entretener pero también crear valores artísticos y humanos en correspondencia con la sociedad cubana actual.

¿Qué espacio ocupó la cultura dentro de estos programas?

LV: Era una manifestación artística la que concursaba y se realizaron acciones de intervención en centros sociales y lugares históricos. Se intentó rescatar a través de secciones históricas ritmos y bailes tradicionales cubanos. Muchas de estas secciones buscaban mantener ese público pero también legar el patrimonio cultural de la nación a los más jóvenes. Todo esto dotaba al programa de una cierta cultura distintiva.

En pleno siglo XXI, con tanta influencia externa en cuanto a patrones estéticos, ¿cuáles son los retos para la producción de talent shows en Cuba?

LV: El principal reto ha sido y seguirá siendo mantener la identidad, que no existan comparaciones con otros formatos foráneos. Se logra con estas mismas secciones, únicas en nuestros programas; con la cubanía que se suele ver, donde no se acostumbra a utilizar temas internacionales. Con esta intervención de artistas reconocidos en la escena cubana estamos logrando diferenciar nuestro producto audiovisual de los foráneos.

Además, nuestra dinámica suele ser más sana. Hay menos relevancia de la vida de los personajes aunque se habla de ellos. El público debe conocer a quién está viendo en pantalla. Entonces, el reto es mantener nuestra identidad, nuestra idiosincrasia y continuar legando a los más jóvenes el patrimonio de la nación y estos valores culturales.

¿Crees que se puede hablar de un talent show eminentemente cubano?

LV: Si. El formato de la banda gigante nunca se había utilizado en el mundo. Los instrumentistas no se habían enfrentado en una competencia de ese calibre. Es un formato experimental porque al no tener referentes se construyó desde cero y tuvo buena aceptación.

Dentro de la producción científica y los estudios de comunicación existe una gran contradicción entre la industria cultural y lo que es el arte. ¿Crees que pueden convivir estas dos categorías o son excluyentes entre sí?

LV: Los mismos autores reconocidos del campo de la comunicación no han sido capaces de precisar una respuesta. Mientras, en la escuela de Frankfurt es notable una diferencia entre la cultura de masas y la de élite. Hay otros autores que plantean: la masificación de productos promueve la democratización de la información.

Diría que no se deben separar pero si es importante conocer los límites de la industria, hasta dónde sería posible explotar la cultura solo por fines económicos. No todo tiene justificación. El arte no puede quedar a merced de las franquicias y masificar un producto por obtener mayores ganancias.

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Max Barbosa Miranda
Nexos Multimedia

Soy periodista, realizador digital, profesor universitario y cubano desde Cuba