Una velada con Jill Abramson: lecciones de periodismo entre relámpagos en un apartamento del Upper West Side

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10 min readJul 16, 2014
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En esta tarde de lluvia tropical en Manhattan, Jill Abramson llega al apartamento de una escritora en la calle 67, se quita los zapatos y se sube a un taburete blanco de madera. Sus pies descalzos muestran el esmalte de un rojo vivo que se está empezando a descascarillar. Abramson luce un tatuaje en cada hombro. Habla con un micrófono en la mano.

Es la casa de Gail Sheehy, una autora de best-sellers de superación personal que ofrece su espacio para un evento de The Common Good, una ONG que se dedica a promover el debate público entre una elite de profesionales neoyorquinos. Desde su despido como directora del ‘New York Times’, Abramson ha dado unas pocas entrevistas y ha evitado criticar abiertamente al editor, Arthur Sulzberger, que la echó repentinamente del periódico en un polémico despido. Está aquí gracias a Patricia Duff, activista demócrata y poderosa recaudadora de dinero para campañas electorales y causas filantrópicas.

En el apartamento del Upper West Side, el barrio de los intelectuales demócratas más de izquierdas y adinerados de la ciudad, reciben a la periodista unas 50 personas. Entre ellas el analista político John Harwood, una abogada, un ingeniero de software, un inversor de un ‘hedge fund’, un periodista alemán, una corresponsal brasileña o la hija de un senador. Todos se arremolinan a media luz en torno al taburete blanco para escuchar a Abramson en un salón con alfombras persas, un biombo de espejos, un ramo de gerberas amarillas, dos lámparas de madera con forma de jaula que cuelgan con sogas del techo, una virgen y dos angelotes de mármol con dos velas apagadas, un ordenador con pantalla doble y tres cuadros de Toulouse-Lautrec. Un voluntario de la organización sirve vino y refrescos y los invitados comen gajos de manzana, queso brie, uvas y anacardos junto a un montón de libros políticos diseminados al pie de la escalera de caracol.

A la derecha de Abramson, un gran ventanal se ilumina de vez en cuando con los relámpagos. La periodista acaba de llegar en metro desde el sur de la isla y menciona varias veces el tiempo “monzónico” de Nueva York. Durante una hora y media habla y responde a las preguntas de los asistentes. Empieza quejándose de la persecución judicial del Gobierno de Barack Obama contra el periodista del ‘Times’ Jim Risen, que ha sido llamado a declarar en una de las ocho demandas contra quienes cuentan secretos a los periodistas, y recuerda que la Casa Blanca llegó a registrar las llamadas de otro reportero, James Rosen, de Fox News, identificado como “cómplice” en una querella.

Aquí van las frases más reveladoras de su introducción.

Sobre la persecución de periodistas.

Son personas que simplemente estaban haciendo su trabajo. El trabajo que los fundadores de nuestro país concibieron para los periodistas. Yo suelo decir que la Primera Enmienda es la primera por una razón. Jefferson dijo que preferiría periódicos sin Gobierno a un Gobierno sin periódicos. Creía que los periódicos eran más importantes que el Gobierno. Quienes fundaron este país tenían miedo de un poder centralizado y creían que la prensa era necesaria para obligar a los poderosos a rendir cuentas al pueblo. Las historias que vienen de los soplones coinciden con el espíritu de lo que quería Jefferson. Todos vosotros deberíais seguir las noticias del caso de Jim Risen y estar muy preocupados por ello porque es muy importante para el futuro de nuestra democracia.

Es muy sorprendente que Obama haya sido tan agresivo con la prensa. Al llegar al poder, prometió dirigir el Gobierno más transparente de la Historia. En ciertas cosas ha cumplido. Ha desclasificado por ejemplo documentos que no debían ser secretos. Pero en estas filtraciones ha sido innecesariamente duro y agresivo y es algo que me parece preocupante.

Sobre su primer trabajo en New Hampshire en 1976.

Aquél es aún un recuerdo muy vivo para mí. Ni siquiera me había graduado en Harvard y estaba empezando a enamorarme del periodismo. En el hotel Sheraton de New Hampshire, que es la zona cero del periodismo electoral allí, fui al bar donde estaban Johnny Apple, Walter Mears y Teddy White, que aún estaba en activo y era muy famoso. Incluso Hunter S. Thompson estaba allí. Me recuerdo mirando aquel bar. Yo era la única mujer. Eso no era sorprendente. Allí estaban los periodistas cuyos reportajes me daban una ventana magnífica a la realidad del país.

Sobre el periodismo político de antes y de ahora.

Son increíbles los detalles que contaba Teddy White. Anoche antes de venir estuve repasando su libro ‘The Making of the President: 1960’ en una edición ajada que tengo en casa. Me encanta lo que cuenta en el primer capítulo.

Son unas elecciones emocionantes. A las dos de la mañana aún no se sabe el vencedor. JFK decide con una ecuanimidad sorprendente que se irá a dormir sin conocer el ganador y va a la cocina a hacerse un bocadillo y descubre que no hay leche y eso le molesta. Es una forma tan formidable de atrapar al lector. Y hoy por supuesto cualquier lector sabe cómo terminaron aquellas elecciones. Pero Teddy White establece tal tensión narrativa al inicio del relato… Ésa es la clave de cualquier texto periodístico.

Hoy vivimos en el mundo de Twitter donde todo es instantáneo y donde todo el mundo publica el último y mínimo conflicto durante una campaña. Historias como las de Teddy White son mucho más difíciles de escribir.

Mirad lo que ha ocurrido con el libro de Ed Klein sobre Hillary Clinton, lleno de conversaciones inventadas. En este ambiente me preocupa que la audiencia quiere noticias sensacionalistas y no le importa si son verdad.

Yo he trabajado en ‘Time’, en el ‘WSJ’ y en el ‘Times’. En los tres sitios se ha respetado la vieja tradición de salir a la calle, ser testigo de lo que ocurre, hablar con votantes durante la campaña y explorar los problemas que importan a la población. Así se hace el periodismo de calidad. Pero es muy duro respetar esa tradición cuando un periodista tiene que escribir cinco artículos al día. Es difícil encontrar una anécdota como la de la leche y el bocadillo.

Sobre sus viajes de reportera.

Incluso después de que me nombraran directora siempre me las arreglé para viajar a Iowa y a New Hampshire para ver las cosas con mis propios ojos. Las elecciones se deciden en lugares muy pequeños. John Hardwood y yo viajamos durante cuatro horas para ver a Rick Santorum en una pizzería terrible en medio de la nada. Los ciudadanos aún van a ese tipo de sitios a ver a los candidatos y se merecen que hagamos una cobertura de verdad y no informaciones superfluas sobre cómo un asesor está en guerra con otro dentro de una campaña.

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Al terminar su introducción, Abramson responde cordial a las preguntas de los invitados durante una hora. Éstas son sus respuestas más interesantes.

¿Es optimista sobre el futuro de los grandes reportajes, sobre los que tratará la clase que impartirá en Harvard?

Soy optimista por naturaleza. El otro día leí en el móvil el reportaje sobre la víctima de una violación en un campus del ‘New York Times’. Los lectores devoran este tipo de reporterismo exclusivo, meticuloso, único del ‘Times’. Ves ese tipo de piezas en el ‘New Yorker’, en ‘Vanity Fair’, en el ‘Washington Post’ o en algunos periódicos regionales que ganan premios Pulitzer. Es lo que llamo periodismo emprendedor. La tradición está viva. Lo interesante es que los grandes reportajes se han convertido en multimedia. Ahora es un momento brillante para el periodismo narrativo porque se pueden incluir los vídeos, las fotografías o los documentos que el reportero ha descubierto para que sean accesibles al lector. Es un todo orgánico para leer y absorber información en muchas plataformas. A los grandes reportajes les queda mucha vida.

¿Le gustan los blogs?

Algunas de las cosas que se escriben en los blogs son buenas. Pero lo que me preocupa es que muchos blogs se convierten en “periodismo de mí mismo”. Hay a menudo más historias sobre la persona que está blogueando que sobre el asunto del que están siendo testigos o sobre el que están informando.

¿Qué le gustaría hacer si pudiera empezar un nuevo medio?

No sé si ahora querría empezar una nueva redacción. Pero he pensado en ello últimamente y me ha contactado mucha gente en el sector que quiere empezar ‘startups’ y nuevas empresas. Un asunto en el que he pensado es el cambio climático. Hacer que el medioambiente y el cambio climático sean temas interesantes, encontrar historias concretas que ayuden a contar un asunto muy complejo. Lo que yo llamo ‘storyfing’. Es verdaderamente difícil. Me gustaría leer historias detalladas sobre el cambio climático y el medioambiente, pero a veces cuando las encuentro mis ojos se cierran. Me gustaría ver un esfuerzo periodístico para hacer historias fabulosas y legibles sobre ese asunto.

¿Hay información en poder de los periódicos que no pueden publicar porque acarrearía una sanción?

Hay información que si se publica puede ser un problema para la seguridad nacional y poner en peligro vidas humanas. La prensa en general ha sido muy responsable al no publicar información sensible, por ejemplo en zonas de guerras. Yo no he publicado información que pudiera poner en peligro fuentes de inteligencia. Gracias al caso de los papeles de Pentágono, el Gobierno no puede restringir ni perseguir a la prensa antes de la publicación. Después de la publicación, puede haber sanciones. Después de que en 2005 Jim Risen publicara en el ‘New York Times’ la primera investigación sobre el espionaje de la NSA hubo muchos artículos, especialmente en el lado conservador, que pedían que el ‘Times’ fuera acusado de traición. No sucedió. Pero después de la publicación puede haber sanciones. La oscura ley de espionaje de 1917 para condenar espías está siendo utilizada para ir contra los que denuncian al Gobierno y para llamar a declarar a periodistas. En nuestro país nunca hemos tenido una ley de secretos como la de Reino Unido. Pero esta ley de 1917 está sirviendo para hacer lo mismo y eso es malo.

¿Hay sexismo en el periodismo político?

Hillary Clinton ya ha hablado mucho sobre la atención a su ropa y a su pelo. En todas las áreas, incluida el periodismo, las mujeres deben pasar por un escrutinio mayor y ser criticadas por rasgos triviales y personales. Hillary Clinton ha sido criticada por ser demasiado agresiva. Esos rasgos en un hombre se convierten en resolución y capacidad de liderazgo. La ambición es buena en un hombre, pero no en una mujer. Hay un doble rasero.

¿Cuál es su consejo para un reportero político?

Concéntrate en las grandes historias. Yo también puedo divertirme con un detalle pequeño o con una pelea entre políticos. No condeno todo lo que es tendencia en Twitter. Para nada. Pero tiene que haber un buen equilibrio y tiempo para los dos tipos de historias. Es difícil equilibrar todo eso: tuitear, actualizar las historias y hacer grandes reportajes.

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¿Hay algo que le habría gustado hacer en el ‘New York Times’ y que no hizo?

Me gustaría haber publicado más historias mías en el ‘Times’. Aunque sí escribí algunos artículos. Hice una historia para la portada del suplemento de libros sobre Kennedy. Echaba de menos desesperadamente escribir. He sido jefa y reportera durante muchos años y siempre echaba de menos lo que no estaba haciendo en cada momento.

¿Es bueno ser un reportero multimedia?

No puedo pensar en nadie que no sea multimedia. La tecnología es tan omnipresente y barata que cualquiera puede hacer un vídeo decente en su iPhone. Lo multimedia está aquí para quedarse y creo que es una cosa buena. Enriquece el reporterismo y la manera de contar historias. Un periodista ahora es por definición multimedia.

¿Es mejor la web que el papel para contar historias?

Durante el resto de mi vida profesional va a haber ediciones impresas. El ‘New York Times’ va a seguir llegando a las puertas de las casas por mucho tiempo. A la gente le gusta el papel. Pese al invento de cualquier aparato, el papel es muy eficaz para leer. No siempre hay conexión a Internet. Vamos a existir en un mundo en que la gente utiliza las ediciones impresas y las digitales. Sin embargo, me sorprende la velocidad a la que el móvil se ha convertido en la plataforma dominante. Ha sido más rápido de lo que creía. No es necesariamente un gran desarrollo para los reportajes largos. Pero a medida que pase el tiempo eso será menos importante. Hay un formato para cada historia. El mejor ejemplo es el reportaje multimedia Snow Fall… Leer es lo más importante. Las palabras son lo primero. En los medios que hacen periodismo de calidad la palabra es la líder.

En el discurso de graduación que pronunció en Carolina de Norte, usted dijo “si te echan, demuestra de qué estás hecho”. ¿Hay algo que descubriera usted sobre sí misma después de que la echaran?

Es una pregunta excelente… (Abramson se piensa su respuesta durante 10 segundos) Mi principal descubrimiento al principio fue lo raro que es ser la protagonista de la historia. Soy una periodista. Nunca me gustó ser la protagonista del artículo. Aunque no había vivido ninguna historia tan grande como mi despido. Suena cursi, pero lo que descubrí es que es posible verlo todo con distancia si una tiene el apoyo de tu familia y de tus amigos. Antes de pasar por esto, no estaba segura de poder superar una situación así, pero no fue tan terrible. El discurso de Carolina del Norte fue gracioso. Más de 250 periodistas fueron a este pequeño lugar. ¡No sé qué pensaban que iba a decir! En ese momento, mantienes la cabeza alta y te concentras en dar el mejor discurso. Era el día de los estudiantes que se estaban graduando, no era mi día. Hay tanta gente que afronta todos los días problemas reales… Estar en el centro de la tormenta mediática no fue lo mejor, pero es posible afrontarlo.

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Ideas de innovación periodística. Lo mejor está por venir. Por @mariaramirezNY y @eduardosuarez