La burbuja

Una reflexión no tan estúpida

Si una burbuja es objeto de observación por los físicos desde décadas, lo es más por los niños cuando tienen una edad que no alcanza más que para jugar y demostrar que su razón es mediana ya que no está formada.

Las burbujas juegan en el aire como si fueran una parte más de él, y sin embargo no lo son, son externas a él, es más lo atrapan y de una forma rápida caen y desaparecen.

Si el promotor de las burbujas esta cerca, fabricará más ya que las burbujas en suspensión, volando de un lugar a otro, son tan divertidas como el pensamiento sin dirección cuando contemplamos un paisaje en la nada de nuestra mente.

Cuando uno tiene el primer hijo, descubres cosas impresionantes, una es esta, cómo con un poco de jabón y agua puede tu hijo estar mucho tiempo mirando, lanzándolas y moviendo el aire para que ella también lo hagan. Ese descubrimiento, padre e hijo son socios, cómplices y los dos “nuevos” en ese terreno. Burbujas que poseen el encanto de la nada pero el poder de atracción que tiene el movimiento. El hombre siempre se ha sentido atraído por el movimiento, es como si con él, el poder estuviera en sus manos.

Las burbujas para un niño son el reflejo del sol, mil brillos que destellan y que logran atrapar todo un arcoíris en su interior, en superficie, sus movimientos se asemejan a las plumas en el aire, pero el objeto, en esta ocasión se mueven más dulcemente, sin golpes sorpresivos.

Las burbujas para una mayor, para un adulto, es centro de estudio físico, fluidos, tensión superficial, difracción de la luz y más.

Las burbujas para un pequeño, para un niño, es un lugar en el aire donde vuela algo que se puede mover sin rozar, que se puede hacer grande o pequeño y que con un golpe estalla, soñando que es un monstruo poderoso atacando a los enanitos galácticos.

Y desde el Cielo, Dios, Creador, contempla al que recibió el “soplo en la nariz” y le dío vida. (Gen.2, 5–9)

Las burbujas son una parte más de la creación.