En un abrir y cerrar de ojos

Jorge D. Villamiel
OchoQuinceMag
Published in
3 min readApr 6, 2020

ATENCIÓN: Este análisis contiene información sin spoilers sobre la miniserie ‘Tales from the loop’.

Una imagen puede contener multitud de historias. Un instante congelado en el tiempo que despierta ante los ojos del espectador, quien imagina el pasado y potencial futuro de los personajes representados, vidas enteras condensadas en tal solo un instante.

Las obras del artista sueco Simon Stålenhag tienen esta capacidad para obligarnos a imaginar. Su pincel ejerce de pluma como en los cuadros de Edward Hopper, narrando paisajes desolados salpicados por elementos y personajes que nos anclan a un pasado reconocible, pero también por robots de estética industrial y arquitecturas retrofuturistas que alteran por completo el contexto y nos invitan a soñar con historias de un futuro que nunca ocurrió.

El propio Stålenhag no pudo evitar recopilar en un libro algunas de sus obras acompañadas por pequeños textos que, a modo de pequeñas pinceladas narrativas, ampliaban su particular universo. Es precisamente esta antología, que llamó Tales from the loop, el punto de inicio de la serie homónima de Amazon.

Tales from the loop respira a la perfección el mismo aire melancólico y onírico de las obras Stålenhag. La miniserie de 8 capítulos funciona también de forma antológica, ya que cada capítulo se centra en un personaje distinto de un pequeño pueblo norteamericano de unos alternativos años 50´s o 60´s bajo el cual se ubica una misteriosa instalación científica que experimenta con los límites de la física. Las repercusiones de esos experimentos resuenan fuera del laboratorio sumergiendo a los personajes del pueblo en situaciones fantásticas que desafían nuestra percepción del tiempo y el espacio.

Lo que hace única a esta serie de ciencia ficción respecto a obras similares, no es sólo su fascinante estética ni su génesis, pues no es habitual que las pinturas de un artista ejerzan de concepts arts involuntarios de lo que acaba siendo una historia completa, si no su particular enfoque. Las historias independientes, pero interconectadas de los personajes de Tales from the loop se desarrollan de forma muy pausada y delicada, centrándose en las emociones de sus protagonistas. Pequeños cuentos poéticos que nos hablan de lo humano en un contexto donde las leyes del universo se retuercen y se rompen generando situaciones que sólo pueden existir en los confines de la imaginación, pero donde lo único importante son aquellos que las experimentan: sus miedos, sus relaciones… sus historias, tan particulares como universales, tan únicas como idénticas a todas las demás.

Un profesor me dijo una vez, que “todo lo que no implique al ser humano carece de importancia”. Me costó años entender lo que en un principio me pareció un comentario lleno de arrogancia, pero lo cierto es que el enfoque y la explicación que hacemos de la realidad es aquello que nos conecta y que nos define, es nuestra propia experiencia individual y colectiva lo que nos inquieta. En este sentido, el mejor capítulo de Tales from the loop deja a un lado por un momento la ciencia ficción para centrarse en la perdida de un ser querido. Podemos imaginar mundos imposibles, pero no hay mayor misterio ni nada que nos preocupe más que la certeza de la muerte.

Visto desde fuera, nuestro universo es igual de fantástico y misterioso que el que experimentan los personajes de Tales from the loop, pero poco importa su sentido, o si el tiempo es lineal o cíclico, lo único importante es que el nuestro es finito y lo único que nos asusta es lo que hacemos con él antes de que se agote. Somos motas de polvo viajando a la deriva por un espacio que no logramos terminar de comprender, generaciones enteras que resuenan como ecos entre las paredes de una antigua fábrica abandonada; vidas completas que crecen, aman, sienten y desaparecen… en un abrir y cerrar de ojos.

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