Stand by me

Temporada 2 | ‘Euphoria’ (Sam Levinson, HBO Max, EE.UU., 2019-?)

Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag
6 min readMar 14, 2022

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ATENCIÓN: Este análisis puede contener información relevante y spoilers sobre la segunda temporada de la serie ‘Euphoria’.

A mi amigo Javier Rueda; en el abrazo de Lexi y Rue también vive nuestra amistad.

Si algo tiene la vida es que siempre, sin distinción, continúa. No importa lo que ocurra, los días siguen transcurriendo y el impresionante poder sanador del nuevo amanecer ayuda a curar los traumas independientemente de su origen. En uno de los momentos clave de los dos episodios de cierre, Lexi Howard, todo carisma y protagonista desde bambalinas de esta segunda temporada de Euphoria, dice: “el show debe continuar”. Y lo dice aun siendo consciente de que, tras su obra de teatro, cabe la posibilidad de que nada vuelva a ser como antes.

La confrontación entre Cassie y Maddy es solo otra manera más en la que los caminos se separan.

La segunda temporada de Euphoria es un viaje a través de la inevitable separación que experimentamos hacia la persona que fuimos cuando superamos la veintena. Irremediablemente, uno cumple años y va abandonando lo que fue con anterioridad. Y en ese camino, de manera paulatina, casi sin querer, nos vamos dejando ir unos a otros. La propia Lexi, junto a un soberbio Fezco, pone en versos esta idea cuando, a dúo, en casa de él, cantan un Stand by me que más parece un canto desesperado de auxilio que una canción de amor. Los versos de Ben E. King serían una especie de equivalente de los de Tracy Chapman en aquel viaje al vacío existencial que supuso el cierre de Girls.

El arco de desarrollo de esa Lexi que pasa de un segundo plano a comerse cada fotograma no es otra cosa que una toma de conciencia. La revelación necesaria de autodeterminación que todos experimentamos a lo largo de nuestros días. “Creo que he vivido la mayor parte de mi vida en mi imaginación”, explica, voz en off mediante, para justificar ante sí misma y ante su público –todos nosotros– los pasajes de su creación. Su composición es, ante todo, una nostalgia de aquel tiempo que un día pensábamos que iba a ser para siempre. Pura melancolía.

Lexi pasa de un segundo plano a erigirse en protagonista absoluta y tomar las riendas sobre su vida. La interpretación de Maude Appatow es uno de los descubrimientos televisivos de la temporada.

La puesta en escena de Euphoria ha vuelto a manejarse en el alambre. El dispositivo formal ha sido la cadena que une y el hilo que separa la crudeza y lo profundamente bello. El equipo creativo de la producción siempre supo perfectamente lo que se traía entre manos y lo vuelve a demostrar desde el 2x01. En los momentos previos al violentísimo desenlace, en apenas unos minutos de metraje, la banda sonora de la serie entreteje una secuencia en la que Rue tararea el Hit ’Em Up de 2Pac con una fiesta en la que suena el Hypnotize de Notorious BIG. Evidentemente, no es casual y sí una elegantísima manera de anticipar la confrontación (a través de las dos costas del rap) que cerrará el capítulo de manera rotunda. Este uso de la música con vocación narrativa es solo un ejemplo de como la puesta en escena consigue hacer hablar a todos y cada uno de los elementos formales que componen el collage.

Más allá, siempre introducidos por la ya clásica voz en off de Rue, la dirección de Euphoria nos acerca a la introspección a través de multiplicidad de recursos. Tal vez la imagen de la propia Rue esnifando una raya de cocaína sobre un libro de filosofía mientras reflexiona sobre la pérdida, el amor y la vida sean la mejor metáfora de lo que es y ha sido siempre la creación de Sam Levinson. Una mirada total hacia la juventud; la que se piensa, se analiza y se agobia en sus propias incertidumbres para, poco después, buscar una evasión hacia la libertad mental, sea cual sea el precio. El precioso e intensísimo 2x04, un descenso a los infiernos del duelo, es la mejor conceptualización de esa idea. Un abismo que continúa con el capítulo inmediatamente posterior, el desasosegante 2x05, con el que Sam Levinson desmonta todas y cada una de las teorías que venían apoyando que su obra suponía una romantización de los efectos de las drogas.

El beso de Rue a Jules tiene su espejo en el final de la primera temporada. Los adioses siempre son dolorosos.

Entretanto, por si fuera poco, Euphoria continúa en su búsqueda de la belleza en cada uno de sus fotogramas. Es difícil aseverar esto, pero, en esta segunda entrega de la obra de HBO Max, resulta complicado encontrar un solo encuadre que no tenga sustancia. A lo largo de los ocho episodios que la componen nos encontramos referencias pictóricas como la Venus de Botticelli, el beso de Magritte, el retrato de Frida Kahlo, cantos referenciales al cine como las reproducciones de los icónicos fotogramas de Titanic, Brokeback Mountain, Ghost y La bella durmiente o citas de diferente valor artístico como la fotografía icónica de un John Lennon y una Yoko Ono yacentes en su nido de amor incondicional o la voz quebrada de Woody Guthrie. “This land was made for you and me”, parece cantarle en el silencio de sus pensamientos Rue a Jules en los instantes previos a otro dulce y doloroso adiós.

Más allá, en una secuencia que puede aparentar ser un verso suelto, un Cal magullado –física y emocionalmente– corre a buscarse a sí mismo en mitad de la madrugada para terminar bailando con los fantasmas de un pasado oculto y atormentado. Una secuencia aparentemente inocua en la que, sin embargo, se concentra todo lo que significa e implica esta segunda tanda de Euphoria. Tanto en la obra de Lexi que abrocha la teleficción como en cada uno de los conflictos previos late una idea subterránea: la pérdida como motor de cambio y pedal de acción. Así las cosas, los ocho últimos capítulos de Euphoria suponen un grito sordo de Stand by me justo en el momento en el que ocurre todo lo contrario y los cristales se rompen. En ese instante en el que cada uno juega sus bazas y los caminos se separan, por unas u otras razones. Un pesar suave en el que los duelos empiezan a configurarnos más que el enamoramiento. La imagen que la misma Rue pone en palabras en una de sus clarividentes reflexiones y que podría vertebrarlo absolutamente todo: “¿Qué hay más grande que el amor? La pérdida”.

La imagen con la que Lexi cierra su representación -y Sam Levinson la segunda tanda de la serie- puede leerse como una metáfora del funeral de la amistad entre las cinco jóvenes protagonistas de la serie.

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Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag

Periodista. Intento escribir retratos y fotografiar historias. Casi nunca lo consigo.