Los bosques de Sherwood

Miniserie / ‘Lupin’ (George Kay y François Uzan; Netflix, Francia, 2021)

Antonio Sánchez Marrón
OchoQuinceMag
4 min readFeb 25, 2021

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ATENCIÓN: Este análisis contiene información relevante y spoilers sobre la miniserie ‘Lupin’.

El delito de guante blanco, como concepto, procede de los estudios llevados a cabo por el sociólogo y criminólogo estadounidense Edwin Sutherland (1883–1950). En uno de sus ensayos, el más relevante sobre este supuesto, titulado Delincuencia de cuello blanco (1949), el autor relaciona un intangible (la respetabilidad), yuxtaponiéndolo a la pertenencia a un estatus alto dentro de una escala social con el robo y el hurto, generalmente, con la excepcionalidad de practicar la omisión de violencia o daño para la consecución del hecho en sí.

Cuando uno se remite al audiovisual a la hora de pensar en imágenes que evoquen esta idea trazada por Sutherland, pueden ser tres los escogidos. Los «ladrones de guante blanco» que, a lo largo de las décadas, han dado una somera idea a la recreación o imagen mental del delincuente “elegante”. Por calificarlo de alguna manera. En primer lugar, nos topamos (y caemos de bruces, sobra la obviedad) con John Robie, el personaje protagonista de Atrapa a un ladrón (Alfred Hitchcock, 1955) con el connivente rostro de Cary Grant y en la que el maestro adaptaba la novela homónima de David Dodge. En 1966, William Wyler concedía a Peter O’Toole el rostro del personaje creado por George Bradshaw en Cómo robar un millón y… Y, por último, en 1968, Norman Jewison dibujaba los rasgos de Steve McQueen en su El caso de Thomas Crown (que posteriormente defendería con peor suerte Pierce Brosnan en la versión de John McTiernan). En todas ellas, el espectador se mueve, a su vez, en las páginas de los ensayos al respecto de Sutherland. Millonarios, elegantes, bien trajeados, seductores y tremendamente sinvergüenzas. O lo que es lo mismo, la definición del carisma en Hollywood. Al menos en aquella época, claro está.

Omar Sy, la reinvención del carisma.

Netflix decide recuperar un mito de la literatura anterior a Sutherland. Ni siquiera ubicado en la flemática Inglaterra, sin viajar hasta la Riviera francesa ni con residencia habitual en los Estados Unidos. De la mano de tres cineastas con formas bien heterogéneas, Lupin se sitúa como una de las propuestas más interesantes del comienzo de año en la plataforma. Ludovic Bernard, Louis Leterrier (El increíble Hulk) y la directora chilena Marcela Said (Los perros) dan forma a los pasos de Omar Sy en su particularísima y carismática recreación del mito de Lupin, creado en 1907 por el escritor francés Maurice Leblanc y convertido en uno de los personajes literarios más reconocidos de la literatura universal.

Se recupera el concepto del «villano contra villano». Del hombre contra el poder, entendido también como lucha de clases. De una venganza saboreada con los años. Lupin profundiza apenas en la psique del personaje principal más allá de los topetazos con su pasado. No ofrece al espectador una línea rutinaria de carácter temporal, sino que va concediendo pinceladas interesadas que se enmarcan dentro de un contexto en mitad de cada uno de los cinco capítulos en los que transcurre la trama principal. Con ello, tampoco se pretende hacer creer al lector que los recursos anteriormente mencionados sean erróneos o no casen correctamente en la idea general de Lupin. Todo lo contrario. La serie funciona precisamente porque los elementos se complementan en la heterogeneidad de la que hace gala la puesta en escena de esta miniserie creada por George Kay y François Uzan.

Lupin utiliza, además, como no podía ser de otra manera, a un actor eminentemente carismático para la edificación del personaje: Omar Sy. Un Arsène Lupin que, en su segunda aventura literaria allá por 1908, se enfrentó al mismísimo Sherlock Holmes, mito británico creado por Arthur Conan Doyle, y cuya confrontación sirvió para alimentar, aún más, la pugna histórica franco-británica. En la miniserie de Netflix no hay rastro de rivalidades externas ni de consideraciones historicistas. Todas estas nimiedades, a la postre anécdotas transformadas en curiosidades, pasan a un segundo plano. La reinvención de Arséne Lupin en anagramas, en objeto de búsqueda para una policía dada a pocas pesquisas en esos bosques de Sherwood en los que se convierten las calles de París, manifiesta suficiente interés como para convencer a ese espectador que busca un entretenimiento desprovisto de excesivos cuestionamientos y con un marcado sentido del espectáculo. Una reinterpretación del mito enfática, divertida y con la que Netflix ha entrado por un camino por el que debería seguir transitando. Con paso firme y seguro. Que la carne, como se suele decir, es débil.

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Antonio Sánchez Marrón
OchoQuinceMag

“Relating a person to the whole world: that’s the meaning of cinema”. (Andrei Tarkovsky)