La vida tómbola

Miniserie | ‘Maradona, sueño bendito’ (Alejandro Aimetta, Amazon Prime Video, Estados Unidos, 2021)

Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag
6 min readDec 2, 2021

--

ATENCIÓN: Este análisis puede contener información relevante y spoilers sobre la miniserie ‘Maradona, sueño bendito’.

“Si yo fuera Maradona, viviría como él”, cantaba Manu Chao en su maravillosa canción La vida tómbola dedicada al Diego. Porque si algo hizo el argentino fue, precisamente, vivir, tanto dentro de las fronteras de la cancha como fuera de ellas. Y vivir implica acertar, equivocarse, caer, levantarse, triunfar, fracasar… y, en las postrimerías de todo, morir. En la existencia del 10 de Villa Fiorito cupo absolutamente todo y, bien consciente de ello, la serie creada por Alejandro Aimetta para la plataforma Amazon Prime Video transita por múltiples caminos en un retrato tridimensional de la figura del balompié.

Nicolás Goldschmidt (izq.), Nazareno Casero (centro) y Juan Palomino (der.) interpretan a Diego Armando Maradona durante tres épocas diferentes de su vida.

El Diego Armando Maradona bisoño, el joven y el adulto se entretejen a través de una escritura que alterna los periodos mediante una trenza argumental que, por otra parte, cose la vida del astro sobre el pasto y la que mantuvo fuera del terreno de juego. Porque Maradona no era solo un hombre. Bajo su piel, convivían muchas personalidades. Lo explica, a su manera, en una metáfora muy simbólica, el preparador personal del futbolista, Fernando Signorini, en el documental Diego Maradona (Asif Kapadia; Reino Unido, 2019): “Yo aprendí que uno era Diego y otro era Maradona. Diego era un chico que tenía inseguridades y es un pibe maravilloso. Maradona era el personaje que él se tuvo que inventar para estar a la altura de las exigencias del negocio del fútbol y de los medios de comunicación. Maradona no se podía permitir ninguna debilidad. Un día le dije que con Diego iría hasta el fin del mundo, pero con Maradona no daría un paso”.

Precisamente, la obra de Aimetta opta por ahondar en esas dos caras del protagonista. Lejos de la hagiografía, a la que no se aproxima ni siquiera por tentación, Maradona: sueño bendito es capaz de mostrar a la persona y al personaje con todas sus aristas. La dirección ofrece una de cal y otra de arena y consigue equilibrar las tintas entre el futbolista del pueblo (aquel que era capaz de jugarse la carrera en un descampado para recaudar fondos para una persona sin hogar) y la estrella endiosada y caprichosa (la que negó a su hijo ilegítimo durante décadas y sometió a una tortura emocional a su fiel pareja). En el cuerpo y el alma de Diego Armando Maradona se personifican aquellos versos de Walt Whitman: “me contradigo; soy inmenso, contengo multitudes”. La producción de Amazon Prime Video solventa esa multiplicidad de personalidades maradonianas gracias a la estructuración del guion en tres actos claramente diferenciados que permite aproximarse al genio desde diferentes ángulos: familia, vestuarios, starsystem, amoríos, etc., incluyendo algunas anécdotas reales de su vida, como el pique con Gatti cuando aún jugaba para Argentinos Juniors y anotó los cuatro goles que había asegurado que le marcaría al arquero.

El retrato no elude las zonas oscuras de la personalidad de Maradona.

La puesta en escena de Maradona: sueño bendito camina con firme elegancia sobre la fina línea que separa la ficción de lo documental. Tanto es así que, en ocasiones, la serie pasa de una a otro sin ningún tipo de tapujo, como ocurre, por ejemplo, con la extraña aparición/interpretación del periodista Josep Pedrerol para explicar al Maradona blaugrana y el conflicto que mantuvo con el presidente barcelonista Josep Lluís Núñez a través de una prensa amarillista contra la que carga la propia ficción en varios fragmentos y latitudes. En esa línea, las imágenes de archivo de la vida y obra de Diego Maradona se abrazan a las recreaciones interpretadas por Nicolás Goldschmidt (adolescente), Nazareno Casero (joven) y Juan Palomino (en su madurez). Sin embargo, llama la atención la decisión de no reinterpretar la acción del gol del siglo, algo que sí hace, en cambio, con la Mano de Dios. Tal vez sea la forma del equipo creativo de la obra de anunciar la imposibilidad de repetir aquella jugada única.

Más allá, Maradona: sueño bendito sorprende por su capacidad para hacer extensible la figura del Diego y enarbolar una reivindicación a través de sus discursos. En ese sentido, las imágenes también toman partido y consiguen significarse con una sinceridad absoluta y la vocación de no ocultarse en ningún caso. De esta manera, Alejandro Aimetta sitúa su artefacto formal al servicio del mensaje cuando, en el poético cierre del episodio 1x04, entrelaza a través del montaje y el himno argentino, que permanece siempre como banda sonora de la secuencia, la derrota de Argentina contra Bélgica en el Mundial de España 1982 con la capitulación del ejército argentino en la Guerra de las Malvinas contra Inglaterra. Asimismo, en una secuencia en la que emula a Juan José Campanella en aquel travelling aéreo que escapaba del estadio en El secreto de sus ojos (Argentina, 2009), Aimetta reflexiona, mediante la trenza entre el discurso de apertura y las protestas de las Madres de Mayo, sobre cómo la dictadura de Videla se sirvió del poder del fútbol para legitimar su régimen durante el Mundial de 1978. Por otra parte, la sutilísima playlist de la obra –un mix de canción política, hagiografía maradoniana y éxitos del pop ochentero e italiano– contrarresta el exceso melodramático que, en ocasiones, gobierna la dirección.

Julieta Cardinali da vida a Claudia Villafañe.

En una línea más emotiva, el dispositivo formal de Maradona: sueño bendito también sirve para otorgar laureles y engrandecer a algunos de los personajes secundarios que orbitan en torno al gran protagonista. En lo futbolístico, por ejemplo, Aimetta concede valor e importancia a Daniel Pasarella y lo sitúa en un Olimpo en la historia del fútbol argentino con el simple detalle de incluirlo como uno de los jugadores que permanecen sobre el campo durante las secuencias de la final contra Alemania: Pasarella había sido convocado por Bilardo para aquel campeonato, pero una fuerte intoxicación alimentaria lo retiró del plantel y le obligó a acudir solo como apoyo moral de la expedición (aunque, tras la consecución del campeonato, recibió su medalla como un integrante más de la plantilla). También en el ámbito del balompié, la teleficción de Amazon Prime Video pone en valor a los dos grandes entrenadores argentinos: César Luis Menotti, interpretado a las mil maravillas por Darío Grandinetti, y Carlos Salvador Bilardo, un sobresaliente Marcelo Mazzarello que se adueña de la pantalla en cada una de sus intervenciones. Más allá del deporte, también brillan con luz propia los secundarios como el Coppola de Leonardo Sbaraglia o las dos mujeres: una fantástica Claudia Villafañe a la que da vida, espíritu y magnitud la genial Julieta Cardinali, y la amante, Cristiana Sinagra, encarnada con sobria lucidez por Tea Falco, entre las que resplandece una conversación telefónica cargada de sororidad, entendimiento y comprensión desde sus complicados contextos.

“¿Qué es ser feliz?”, se pregunta el Diego en una de las secuencias más íntimas de la obra. Y lo cierto es que, quizás, exista la imposibilidad de responder con certeza a esa pregunta. ¿Fue realmente feliz Maradona? No lo sabemos, nunca lo sabremos. Sin embargo, como él mismo dijo en su despedida (perfectamente recreada en la season finale): “yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Tal vez no haya una mejor definición para lo que significó el Pelusa que aquella frase con la que lo inmortalizó el escritor Roberto Fontanarrosa, que encierra esa idea de que el Diego, efectivamente, es el futbolista más universal; el que pertenece al pueblo por encima de todo: “no importa qué hiciste con tu vida, sino lo que hiciste con las nuestras”.

Uno de los múltiples murales que adornan las paredes de Argentina (y el resto del mundo) desde el fallecimiento del Diego.

--

--

Jesús Villaverde Sánchez
OchoQuinceMag

Periodista. Intento escribir retratos y fotografiar historias. Casi nunca lo consigo.