Toda mi ternura (Viernes Santo)

Grace Solano
Ofelia Cantume
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2 min readMar 31, 2018
© Fundación Gala-Salvador Dalí

Mi vida, una repetición de sucesivas inconstancias. Nada perdura, nada me queda, excepto esta firme necesidad de repetir todos los días tu nombre, o creo más bien, la idea de tu nombre. Cada una de las variaciones del concepto de ti y todos los nombres que te he puesto. Todos los objetos que eres, toda mi ternura. Te recuerdo, pero no como la gente que compite por exponer tus más curiosas anécdotas frente a esa caja negra en donde han puesto tu cuerpo. Te recuerdo con la misma fatiga que tienes en no querer volver¹. Te recuerdo inerte frente a tu perro muerto junto a la escalera de tu casa vieja, te imagino triste buscando la mirada de tu hermano ya ido detrás de los que nunca más fueron tus amigos. Te recuerdo y te recreo. Tú, cualquier mañana pegajosa junto a tu pared blanca como un gato dormido al lado de su humano. Muy seguro en tu sueño. Seguro de tus piernas largas y de tus caderas anchas, orgulloso de tu nariz y de la de tu mamá, orgulloso de tu sangre venida veloz de una montaña coronada de blanco por un Dios ancestral que ruge a través de cañas y tambores. Tú y todo tu cuerpo tendido como un Cristo sobre un sepulcro de muerte y de gloria, a punto de ascender a la mañana de tu propia victoria en donde a la derecha estaba yo sentada. Tú y la noche en donde ahogándome en sudor, te pedí retiraras este cáliz de mi boca. Tú enarbolado sobre mi sacrificio y mi dolor entregado con devoción enferma. Tú y la frialdad olímpica con la que me desterraste de tu paraíso. Tú. Hombre y verbo. Tú. Carne y palabra. Tus huesos y toda tu ternura.

Una sola palabra tuya, bastará para sanarme.

Ofelia Cantume

Marzo 2017

¹ Westphalem. “Una cabeza humana viene lenta desde el olvido” de Las Ínsulas extrañas (Lima, 1933).

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