La diseñadora de mi vida
No recuerdo la última vez que mi madre me cogió en brazos. Por mucho que trate de hacerlo. Nada.
Ni siquiera puedo imaginar la sensación que recorría mi cuerpo cuando estaba entre sus brazos.
Qué absurdo no poder recordar cosas que quisieras y sin embargo conseguirlo con otras que por alguna razón se grabaron a fuego en tu mente. Como por ejemplo, la definición que hacía aquel libro de Física del instituto sobre la palabra inercia. Decía así:
Inercia: Pereza de un objeto a cambiar de estado de movimiento.
Y hoy me pregunto, si ese objeto no podríamos ser nosotros mismos.
Nos cuesta mucho ser conscientes de que lo que tenemos hoy, puede que no lo tengamos mañana. Aunque no lo creas, vivimos en constante contacto con pequeños momentos de felicidad que creemos nunca acabarán. Pero no estamos preparados para desprendernos de ellos. Simplemente, llegado el momento, tratamos de asumir que no volverán. Y cuesta.
Dicen que solo los cambios drásticos, los golpes, nos hacen ver la vida de otra manera y nos hacen valorar más lo que tenemos. Entonces, y solo entonces, nos obligamos a parar y reflexionar. Una pérdida, un accidente… Y ahora también, una cuarentena.
Sin duda, estos cincuenta días que se cumplen hoy desde que comenzó el estado de alarma, han supuesto un desorden sin precedentes en nuestras vidas. Y para muchos, por desgracia, un terrible revés del que costará levantarse. Por ello, es momento de rendirnos cuentas. Es momento de abrir los ojos y pensar si no merece la pena dar la importancia que se merecen a todos esos pequeños instantes de felicidad que nos brinda la vida, ahora que hemos aprendido que en cualquier momento pueden esfumarse y no regresar. En definitiva, dar prioridad a lo necesario, lo esencial.
¿Y qué hay más esencial que una mamá en esta vida?
Parece mentira que haya tenido que llegar una cuarentena para entender que ella, mi madre, ha sido y es la diseñadora de experiencia de usuario de mi vida. Es curioso que, aún sin tener claro a lo que me dedico, aún cuando las siglas UX le siguen sonando a chino, es ella, una vez más, quien mejor ejemplo podría darme. ¿Te parece raro?
Trataré de justificarme con algunas analogías.
A estas alturas creo que nadie podrá discutir que la máxima de un diseñador UX es poner el foco en el usuario y sus necesidades.
De la misma manera que una madre se preocupa por sus hijos, ofreciéndoles en todo momento la mejor experiencia de “usuario” que pueden darles.
Y para conocer cuáles son esas necesidades, estamos obligados a conocer a nuestro usuario y su contexto. Le entrevistamos, analizamos su comportamiento, le sometemos a tests... tratando de sacar conclusiones firmes y argumentos de peso que nos sirvan para mejorar su experiencia. Al mismo tiempo, es igualmente importante sentarse con los stakeholders, para tener una visión más ampliada.
Como la mamá que, día a día va descifrando los gestos de su hijo, va conociendo sus gustos, intuyendo sus preferencias… muchas veces a través de ensayo y error, adaptándose a cada nuevo dato de valor que le aportan y actuando en consecuencia. Y cuando crecemos un poco, será indiscutible que acaben conociendo a nuestros amigos, incluso parejas, lo que les dará una perspectiva más amplia de cómo somos.
Durante el proceso de diseño y una vez recabada la suficiente información, comenzamos a diseñar en base a una hipótesis. Hipótesis que nos permitirá probar que vamos por el buen camino, e iterar de no ser así, volviendo sobre nuestros pasos para realizar los cambios necesarios.
Así pues, puesto que ninguna mamá nace siéndolo, han de poner a prueba todas sus intuiciones, realizando las acciones oportunas hasta conseguir que su hijo se calme, se coma la papilla, se duerma, etc.
El diseño UX siempre ha de preocuparse por el usuario. Muchas veces dando los primeros pasos junto a él cuando accede por primera vez, guiándolo en el proceso. Anticipándose para prevenir errores pero ayudándole a enmendarlos si los comete.
Una madre permite que su hijo se equivoque y aprenda de sus errores, aunque siempre está a su lado, pendiente de él.
Como cuando le enseña a atarse los zapatos. Le dará las instrucciones para hacerlo, le mostrará incluso cómo lo hace ella misma, poniendo a su disposición todos los conocimientos y recursos, y contando siempre con que aunque exista la posibilidad de que falle, ella estará ahí. Como un tutorial, que verás tantas veces como ganas de aprender tengas, y la paciencia de tu madre permita.
Y ahora, que ya somos mayores, y hemos pasado a producción, como buenas diseñadoras que son, nos hacen el seguimiento oportuno, con mediciones puntuales en formato mensaje o llamada, asegurándose así que todo marcha bien.
Por todo ello y mucho más, creo que es un buen día para explicar a mi madre a qué me dedico. Pero sobre todo, para decirle lo más bonito que se me podría ocurrir hoy. Mamá, eres mi diseñadora UX favorita.
Feliz Día de la Madre a todas las mamás que siempre están ahí y se preocupan por nosotros.