Último capítulo

No había hecho consciente que este no es sólo mi último trabajo del semestre, sino que también es el de toda la carrera. Estoy a unos pasos de llegar a la famosa bifurcación entre la ola de competencia laboral contra la alternativa del ninismo: pasar el día en pijama en casa de los papás mientras que se consuela la falta de productividad con Netflix. Eso a lo que a veces elegantemente le llamamos «graduarse».

No sé quién me dijo esto, pero es una pregunta muy común de cuando estamos por elegir una carrera o bachillerato que se menciona: «¿en dónde te ves trabajando?» Y luego el característico ejemplo de la oficina al que en un principio todo el mundo le hace el fuchi, pero que al final termina cayendo la mayoría.

Una vez se me ocurrió que de los espacios donde me sentía más “en mi zona” y más llena de vida eran los espacios con libros. Por ciertas circunstancias los libros me han parecido pequeños hogares, como pequeños albergues de la cabeza.

En eso pensaba hace un semestre cuando tenía que decidir qué materias serían las últimas que cursaría. Poco a poco se acababa mi tiempo para generar una idea nítida sobre “qué quiero ser cuando sea grande”. De entre las opciones de clases, Trabajo editorial era algo así como un “ir a lo seguro.”

Aprendí cosas nuevas. Me gustó ver cómo se formaba un libro desde un manuscrito desordenado hasta el tomo; cómo funciona la cadena para queel llegue a nuestras manos, o a nuestras pantallas. No sé usar en forma ningún programa de diseño, ni siquiera tengo instalado In Desing, pero fue divertido eso de hacer portadas de libros en Canvas. No sé si suene suficientemente competitivo en un currículum, pero al menos es un punto de partida. Algo que curiosamente no veía venir de la materia, pero que ahora que lo escribo resulta más obvio, es que anotando comentarios que se hacían al aire en la clase salgo de aquí con una extensa lista de lecturas navideñas.