A tiempo de leer clásicos

Fernanda Bataller
Lexis and chill
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6 min readSep 29, 2019

O por qué quiero una gata llamada Orlando

Ilustración de Helena Pérez García.

Uno de mis profesores favoritos nos habló alguna vez en clase acerca de las historias clásicas, cómo es que estas narrativas se quedan impregnadas en el ADN de nuestra humanidad. Es curioso pensar que a pesar de tantas transformaciones políticas, culturales y lingüísticas que se han ido dando en nuestro extenso transcurrir del tiempo, historias como La Odisea, Hamlet, Los Miserables sigan conversando con nuestro presente; en algunas ocaciones incluso de forma más efectiva que la misma narrativa contemporánea.

Pensando en Blancanieves ¿cómo es que este cuento contada por la familia Hassenplug y registrada de la voz de esta por Jacob y Wilhelm Grimm con el propósito de discutir sobre la identidad alemana en una época en donde Alemania no existía; pueda hoy seguir siendo universal y efectiva para contarse (en otras voces) otras realidades, otras nacionalidades, otros tiempos? No quisiera problematizar el tema, sino apuntar nuestra la flecha de atención en este. Mi sugerencia para responder esta duda, un poco tratando de hacer memoria también de lo que dijo mi profesor –y haciendo changuitos para atinarle– es que al fin de cuentas las circunstancias históricas están cambiando ahora mismo, y con estas las formas de contarse. Sin embargo, algo que nunca hemos dejado de ser, algo que siempre ha quedado estable, es seres humanos. Nuestras iras, enamoramientos, conflictos filiales, alomejor se han vuelto más complejos; pero en escencia son los mismos. Naturalmente en este ciclo han habido narrativas que han sucumbido al olvido, y otras; como las que hemos mencionado, que no. Entonces, ¿qué sucede con aquellas enterradas no por razones de mezquindad creativa ni técnica, si no por causas sociales? Estas que cumplen el criterio de universalidad, pero que pecan de subversivas, por las características de su escritora/o. ¿Qué tal si nuestro presente –quisiéramos pensar que un poco más sensible– pudiera tener la oportunidad de leer y pensar estos textos desde su nueva perspectiva?

Estaba pensando cuáles historias han resonado en mí de forma que alomejor puedan tener la misma suerte con otros y conseguir de nuevo esta oportunidad de charlar con el presente en un diálogo interesante. Tengo algunas propuestas, pero de estas hay una con la que tengo especial conexión, que es Orlando: una biografía, de Virginia Woolf. Una novela satíricamente escrita como biografía de un joven noble; sus andanzas y cambios de género durante tres siglos. Un extraño referente –y según yo ilustrativo– de que este gusto es profundo y genuino, es que desde el día en que terminé la novela hasta la fecha, he sostenido el deseo de bautizar a mi siguiente gata Orlando.

Nicole Kidman como Virginia Woolf. The Hours (2002) Dirigida por Stephen Daldry.

Woolf es una de las inteligencias pilares modernismo literario y en general de la literatura inglesa, ganándose estos reconocimientos sin la posibilidad de pisar una universidad –como muchos de sus homólogos varones– y habiendo padecido lo que ahora conocemos como trastorno bipolar. Comúnmente al pensar en Virginia la asociamos primero a Un cuarto propio, a su ensayística. A su crítica de género cuando aún no se popularizaba el feminismo. No me parece errado leerla desde esta posición, pero sí lo es darse por bien servido conocerla sólo con este título. Pensar en ella sólo en la academia es una subestimación a la riqueza que nos brinda el universo que creó en la ficción, justo porque es ahí donde yace su más ingeniosa crítica al género. Harold Bloom escribió:

Woolf no es una teoría política (…) del mismo modo que Kafka no es un teólogo herético. Son escritores y no tienen otro compromiso. (…) Su feminismo (…) es poderoso y permanente porque no es tanto una idea o un compuesto de ideas. (…) Discutir con ella es sufrir una derrota: lo que ella percibe y experimenta mediante su sensibilidad se organiza de una manera exquisitamente irrefutable. Superado por su elocuencia y su dominio de la metáfora.

Diagnosticada ya con carácter masoquista, me voy a dar el permiso de afirmar que leerla es como un enfrentamiento de esgrima, en el que como rival, se admira la gracia y estrategia con la que le logran insertar sin piedad el arma en el cuerpo. Nos quedamos cómodamente en esta expectación hasta que este órgano deja de funcionar. Esto en caso de que se opte combatirla, claro. Si no es transitar de oponente a auditorio de la paliza.

Por qué reeditarla entonces. Estamos viviendo una 4ta ola feminista, la despenalización de las diferentes expresiones sexuales y románticas y la maduración de nuevas generaciones que cuestionamos la existencia misma del género. No me parece que exista mejor público para Orlando. ¿Cómo hacerlo? Desde esta perspectiva en donde podamos apreciar tanto el talento de Virginia como novelista y esteta, como su propuesta crítica. Estaría bueno invitar a un grupo pequeño de personas que hagan un nuevo prólogo a la novela desde sus diferentes áreas, pero que también sean personajes significativos para estas nuevas generaciones. Se me ocurren Valeria Luiselli, Guadalupe Alemán, Susana Vargas Cervantes, Fernanda Melchor o María Popova. Alomejor Jorge Volpi o César Galicia.

Hay una edición interesante de Lumen del 2017 con ilustraciones de Helena Pérez García que vale mucho la pena googlear. El prólogo es de Jeanette Winterson, una escritora británica talentosa y abiertamente lesbiana. Mis barreras con esta edición son tres: 1. Sólo se consigue en europa. 2. Es una novela gráfica, que en mi punto de vista pues Orlando es más una novela narrativa y 3. La traducción de Borges. No cuestiono su talento como traductor porque nomás no gano, ni tampoco la ventaja mercadológica de su nombre, pero sí vale la pena cuestionar su aportación bajo los criterios de una perspectiva de género. No puedo describir mejor esta visión que la que ya hizo Carmen Anisa:

Durante estos últimos años se han cuestionado algunos aspectos de esta traducción y se han realizado estudios exhaustivos que analizan la versión borgiana. Y aunque siempre es un placer leer a Borges, hemos de ser conscientes de que leemos a Virginia Woolf a través de la lectura de Borges, quien no tuvo reparos en enmendar algunos matices de estilo, modificar, eliminar o agregar figuras retóricas y suprimir frases que considerase superfluas. Además obvió ciertas cuestiones de género; pequeñas minucias en tan singular novela fantástica.

Van unos ejemplos que pone Anisa:

Para Borges el cambio de sexo del protagonista está más relacionado con lo mágico que con la crítica social. De ese modo resta importancia a uno de los momentos esenciales a la novela, cuando Orlando se convierte en mujer y el biógrafo debe expresar este extraño hecho: “we have no choice left but to confess — he was a woman”. Borges lo traduce como: “Debemos confesarlo: era una mujer”. Según Leah Lehone, al aprovechar “la estructura sintética de los verbos en español, el traductor le baja el tono a este enunciado, diciendo simplemente, «era una mujer»”. M. L. Balseiro utiliza la misma frase; sin embargo conserva ese juego en el que el narrador parece sentir vergüenza ante lo sucedido: “No nos queda más remedio que confesarlo: era una mujer”.

Tilda Swinton como Orlando (1992) Dirigida por Sally Potter.

Ya ha habido traducciones al español de este libro hechas por mujeres que se pueden usar; pero si no, también hay muchas traductoras talentosas que alomejor podrían darle una nueva perspectiva de género, o hacer una revisión de las anteriores. En 2022 se cumplen 120 años del nacimiento de Virginia. Creo que este tiempo es una buena oportunidad para las editoriales repensar Orlando. Virginia Woolf es una escritora que aún conversa con nuestra realidad, igual que lo hacen La Odisea, Hamlet, Los Miserables y Blancanieves.

Referencias:

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Fernanda Bataller
Lexis and chill

Estudié Comunicación en la IBERO León. Una vez me publicaron en la pared de la biblioteca, desde entonces escribo en servilletas.