El camino no elegido

La tendencia humana a maquillar el pasado

En Dead Poets Society (1989), el personaje de Robin Williams, un excéntrico profesor de literatura, intenta motivar a unos estudiantes aletargados citando un poema cuyo mensaje pone como ejemplo para luchar contra la conformidad:

Todos tenemos una gran necesidad de aceptación, pero deben confiar en sus propias creencias, aunque otros las consideren extrañas o impopulares, aunque la manada se vaya por el otro lado (…) “Dos caminos divergen en un bosque, y yo tomé el menos transitado de los dos, y aquello fue lo que cambió todo”. Quiero que encuentren su camino, su propio camino.

Se trata de «El camino no elegido», el celebre poema de Robert Frost, comúnmente entendido como un elogio al pensamiento independiente y a la libertad de decisión, así como una llamada inspiradora para elegir nuestro propio camino.

El problema es que esta es una interpretación errónea, que ignora la visión irónica de Frost sobre la naturaleza humana, posiblemente porque lo que ha pasado a la historia ha sido la última estrofa, ese adagio corto convenientemente separado del resto. Veremos cómo cambia nuestra percepción cuando leemos el poema completo:

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
y lamentablemente no podía recorrer ambos
siendo un solo viajero; por largo tiempo me detuve
y contemplé uno de ellos tan lejos como pude
hasta donde se perdía en la maleza.
Entonces contemplé el otro, tan justo como honesto,
y teniendo quizá el mejor motivo,
ya que los pastos estaban más crecidos
y pedía ser recorrido
aunque quienes habían pasado por allí
los habían desgastado casi por igual realmente,
y esa mañana ambos por igual se tendían
sobre hojas que ninguna pisada tomaba ennegrecidas.
¡Ah, dejaré el primer camino para otro día!
Y aún sabiendo que un camino conduce a otro,
dudé si alguna vez debería regresar.
Y estaré diciendo esto con una visión,
en alguna parte, de aquí a épocas por venir;
Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso ha marcado la diferencia.

Una de las primeras cosas que se suele pasar por alto es la arbitrariedad con la que el narrador decide elegir un camino en lugar del otro. Y es que al barajar sus opciones, hace énfasis en que los caminos son prácticamente idénticos. El primer camino le parece «tan justo y honesto» como el segundo.

Porque, por mucho que el orador intenta diferenciarlos (quizá los pastos de uno estaban más crecidos y por eso «pedían ser recorridos»), termina admitiendo que «quienes habían pasado por allí los habían desgastado casi igual realmente». Y es por esta razón, apenas perceptible y justificada, que decide escoger el otro.

Al final, el narrador admite que un futuro («de aquí a épocas por venir»), cuando esté contando el porqué de su decisión, asegurará que eligió el camino «menos transitado» para demostrar su invidualidad y rebeldía, cuando en realidad sabemos que la decisión fue más aleatoria que razonada, como él mismo se encarga de aclarar momentos antes («ambos caminos por igual se tendían / sobre hojas que ninguna pisada tornara ennegrecidas»).

El poema de Frost es un ejemplo perfecto para ilustrar el sesgo retrospectivo, o la muy humana tendencia a embellecer nuestro pasado. Nuestro cerebro, en retrospectiva, encuentra razones que hacen que la decisión parezca totalmente lógica en el presente. Todo recuerdo pasa por dicho proceso de post-racionalización.

El presente descarta cualquier rasgo de incertidumbre que pudimos haber tenido en su momento y en su lugar encumbra las razones que supuestamente nos llevaron a elegir una opción respecto a otra. Nos reconforta convencernos de que fueron decisiones conscientes y basadas en un análisis riguroso de la situación.

Y así es como la frase del camino menos transitado, que parece hecha a medida de un coach de autoayuda, se descubre como parte de un mensaje más profundo, que ironiza sobre nuestros propios defectos. Lo cierto es que, la mayoría del tiempo, elegimos de manera arbitraria y sin base alguna. No tenemos forma de saber si elegimos el camino correcto, aunque sea tan tentador y estemos predispuestos a pensar que sí.