El mundo después del coronavirus

Consecuencias imprevistas del COVID-19

Culture Junkie
Omnicultura
7 min readMar 31, 2020

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En biología se ha acuñado a las situaciones en las que un animal se encuentra en un estado de alerta máxima ante la percepción de peligro inminente como estado de fight-or-flight, o reacción de lucha o huida. Se dice que el animal acorralado se ve obligado a elegir entre dos opciones: pelear o correr. Lo que no puede es sentarse a pensar en consecuencias futuras, reflexionar sobre sus decisiones o elaborar estrategias a largo plazo. Es momento de actuar, lo de pensar lo dejamos para después.

En este momento la humanidad se encuentra en un estado de lucha o huida. Luchamos contra el virus, vivimos al día tratando de contenerlo, pero se nos olvida lo mucho que esta nueva situación está cambiando y cambiará al mundo una vez que superemos el problema. Un problema que no parece tener una solución a la vista. Estamos a meses de tomarnos un respiro, y solo podremos respirar tranquilos cuando la vacuna esté disponible para todos, cosa que no pasará, como mínimo, hasta año y medio a partir de ahora. Sea como sea, la tormenta pasará, y cuando suceda la mayoría estaremos vivos, pero también en un mundo diferente.

Para algunas personas esta pandemia es un simple bache en el camino, y una vez superado se procederá a volver a transitar de la misma manera que antes. Subestiman el profundo impacto que está produciendo en la humanidad el saberse tan frágiles, el haber vivido el desmoronamiento de instituciones que parecían inexpugnables, el hecho de encontrarse totalmente aislados durante meses a causa de un virus no especialmente mortífero. No creo que esta pandemia represente un giro radical en el rumbo de la humanidad, pero sí creo que acelerará muchos cambios importantes que venían asomándose en un pequeño porcentaje de la población. Cambios que según las predicciones más optimistas solo se implementarían a gran escala en algunos años o incluso décadas.

Educación

El donde se podría hablar de revolución es en el sector educativo. Los meses en reclusión de millones y millones de alumnos forzados a continuar con su educación a través de Internet servirán para refinar programas de educación online y aulas virtuales. Cientos de miles de personas descubrirán los cursos online o MOOCS. Muchos se darán cuenta de que aprender a su propio ritmo es mucho más efectivo que hacerlo bajo el control de un currículo rígido y anticuado. Que hay mejores profesores que los de su colegio o universidad. Que la comunidad online ayuda tanto o más que los compañeros de clase. Al finalizar esta crisis, las clases presenciales podrían convertirse en un complemente a las clases online y no al revés. La proliferación de alumnos cuyas habilidades estén certificadas por cursos o carreras online será cada vez mayor, y los reclutadores tendrán que actualizarse al nuevo paradigma.

Trabajo

De la misma manera, el paro mundial por coronavirus representa un experimento nunca antes visto para millones de personas que tendrán que trabajar desde casa, una modalidad que sólo algunos privilegiados habían tenido la oportunidad de probar. Algunas empresas podrían descubrir que su productividad no sólo no decae en medio de la pandemia, sino que en algunos casos aumenta, al mismo tiempo que se reducen costos y aumenta el bienestar de sus empleados. Los empleados, a su vez, se darán cuenta de que el solo hecho de ahorrarse el viaje desde casa hacia el trabajo les permite ganar algunas horas extras para desarrollar hobbies o perseguir pasiones que otrora descartaban por carecer de tiempo.

Por otro lado, el coronavirus propició lo que muchos pensaban imposible: que Estados Unidos entregara dinero “gratis”. Este experimento, sumado al colapso de los hospitales y la cantidad de gente que quedará sin atención médica por no contar con seguro, podrían acelerar o al menos popularizar entre un sector más extenso de la población la implementación de una renta básica universal (RBU). Y una vez que Estados Unidos empiece a intervenir en este campo, el resto del mundo estará atento. Como todo experimento, seguramente no haya una implementación absoluta desde el primer momento, sino que se optará por el gradualismo. Pero si los resultados son positivos, el trabajo tal y como lo conocemos podría cambiar de manera radical.

Economía

La caída económica será brutal: ya hay millones de personas sin capacidad para generar ingresos mientras los Estados tratan de mantenerlas a flote a base de subsidios. Los mercados bursátiles mundiales se desplomaron el mes pasado, con caídas de varios porcentajes en los principales índices mundiales. A medida que la pandemia se extiende, se fueron cancelando o posponiendo las conferencias y los eventos mundiales sobre tecnología, moda y deportes. Aunque todavía no se ha estimado el impacto monetario en la industria de los viajes y el comercio, es probable que sea de miles de millones y que vaya en aumento. La mayoría de los Estados entrarán en recesión, incluido aquellos que venían de rachas positivas desde hace décadas. Algunos economistas sugieren que incluso la economía de China podría contraerse por primera vez desde la década de 1970. La crisis financiera de 2008 puede quedar en anécdota cuando la comparemos con la actual, una vez que meses de estagnación continua sigan deteriorando la economía mundial.

Política

Un aspecto negativo de la pandemia podría ser el incremento de las tendencias nacionalistas de algunos lideres políticos con la aquiescencia de la sociedad. Una apuesta por la seguridad en pos de la libertad, una falsa dicotomía que promueven políticos y gobiernos totalitaristas, podría dar lugar a una sociedad muchos menos libre y más distópica. El autoritario Partido Comunista Chino, con cámaras de reconocimiento facial en cada esquina y monitorización exhaustiva de cada uno de sus ciudadanos, podría convertirse en el nuevo ejemplo para muchos países, con la excusa de evitar nuevas catástrofes y aumentar la seguridad de la población. Aunque algunos abrazarán estos cambios y con gusto cederán su parte de autonomía al populista de turno, es preciso recordar que todos los precedentes de gobiernos progresivamente despóticos han terminado en desastre.

Religión

En otra época, una pandemia de esta magnitud hubiera desatado una respuesta inmediata de los diferentes representantes de las principales religiones del planeta. Se hubieran organizado misas, rezos y procesiones multitudinarias para salvar a los enfermos y proteger a los sanos -si éstos eran fieles-. Ahora es diferente. Ante el peligro del COVID-19 las Iglesias cerraron, y las congregaciones religiosas están prohibidas hasta nuevo aviso. Los discursos del Papa son mucho menos relevantes que los de la Organización Mundial de la Salud. La gente ruega, no para que Dios los proteja, sino para que los científicos encuentren la cura para la enfermedad lo antes posible. Si algo ha demostrado esta pandemia es que la religión está en decadencia, porque no le puede hacer frente a los retos de un siglo XXI que cuenta con muchas mejores herramientas para enfrentarse a los problemas que se le presentan. Un aspecto positivo de la pandemia podría ser el aumento en la confianza la comunidad científica y un descenso en la influencia de la religión en áreas que no le competen. La religión no ha muerto, pero se queda, cada vez más, en un segundo plano.

Salud mental

Para la mayoría, la cuarentena será la primera oportunidad en mucho tiempo de enfrentarse a sus propios pensamientos. Lo que para unos puede ser una maravillosa oportunidad, para otros puede ser una pesadilla. Es el momento que muchos no querían encontrar para poner a prueba sus decisiones de vida, para compararse con sus pares y reorganizar sus prioridades. Y las respuestas que encuentren pueden ser decepcionantes. El frenetismo del día a día les servía de escudo y excusa ante la reflexión. Pero ahora, cuando el efecto escapista de redes sociales, videojuegos y otras distracciones se disipe, la única opción será aprender a gestionar su propia corriente de pensamientos. Esto, por un lado, puede ser causante de innumerables problemas de identidad, crisis existenciales y en consecuencia, de un aumento de los índices de ansiedad y enfermedades mentales más graves. Por otro lado, puede ser una gran oportunidad para que se adopten en masa hábitos saludables como la meditación o el mindfulness.

El mundo está en shock, pero mientras intentamos sobrevivir, evitar ser contagiados y ayudar a aplanar la curva, se están gestando cambios estructurales que moldearán nuestro futuro de una manera inimaginable hasta apenas algunos meses. Las cifras de las pérdidas humanas hacen palidecer cualquier tipo de análisis sobre otras posibles consecuencias, pero no por eso debemos dejar tomarlas en cuenta. Por un lado, los efectos de la pandemia en la economía son demoledores. Pasarán años antes de que el mundo vuelva al ritmo de crecimiento anterior al virus. También se suma a los aspectos negativos el resurgir de movimientos antiglobalistas. Algunos pensadores importantes, como Yuval Noah Harari, afirman que el coronavirus podría normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las habían rechazado, un escenario muy 1984, con monitoreo biométrico incluido. Otras consecuencias, paradójicamente, podrían ser más halagüeñas. Como vimos, los experimentos en las áreas de la educación y el trabajo y su sincretismo con el Internet no pueden sino ser tomadas como noticias positivas. Hay más que nunca una confianza en el método científico y el pensamiento crítico. La omnipresencia de la muerte, el ‘memento mori’ forzado por el coronavirus, puede hacernos menos frívolos y obligarnos a priorizar los asuntos primordiales de la vida.

Sobre todo, algo memorable es que, por primera vez en la historia, el mundo entero se une por una sola causa. Por ahora, y a pesar de los malos presagios, la pandemia ya ha declarado un claro ganador en el duelo entre el aislacionismo nacionalista y la colaboración global. Que las personas más inteligentes de todo el mundo se centren en el mismo problema al mismo tiempo es un hito en la historia de la humanidad. No será la última pandemia que vivamos, pero cuando llegue el momento estaremos mucho mejor preparados para hacerle frente. Las primeras líneas con la que Dickens abría Historia de dos ciudades resuenan con fuerza en tiempos tan extraños y contradictorios, era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.

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Escribo sobre sociedad, tecnología y cultura. + Intereses: Escepticismo | Metacognición | Evopsych | Cine | Productividad | Suscríbete a medium.com/omnicultura