La premeditación de los males

Un antídoto contraintuitivo para la adaptación hedónica

Culture Junkie
Omnicultura
5 min readJan 7, 2021

--

Es imposible dejar de tener pensamientos negativos. Todos los intentos de suprimirlos terminan siendo contraproducentes, como lo atesta el fracaso del pensamiento positivo. No puedes bloquear un pensamiento sin pensar conscientemente en él. Los psicólogos llaman a este proceso “rebote irónico”.

Todos pensamos en cosas malas inadvertidamente. Es un instinto natural que nos permite anticipar peligros, prever los efectos negativos de nuestras acciones y evitar cometer los mismos errores del pasado. Todo esto ocurre de manera involuntaria. A pesar de que las emociones negativas cumplen un propósito vital para nuestra especie, solemos reprimirlas súbitamente apenas tomamos conciencia de ellas.

El concepto de la premeditación de los males que encontramos en el estoicismo, en cambio, promueve la meditación deliberada sobre todo lo que puede salir mal. La razón es sencilla. Si pensamos frecuentemente en estas cosas, estaremos mejor preparados en caso de que ocurran.

“Si no quieres que un hombre se estremezca cuando llegue la crisis, entrénalo antes de que llegue”.
(Séneca)

Es por ello que uno de los principios más importantes del estoicismo involucra reconocer la transitoriedad de todas las cosas. En sus Meditaciones, Marco Aurelio se encarga de recordarnos que las cosas que atesoramos son como las hojas de un árbol, listas para caer cuando sopla una brisa.

“Es cuando los tiempos son buenos”, escribe Séneca, “que deberías prepararte para los tiempos difíciles que se avecinan, porque cuando la Fortuna es amable el alma puede construir defensas contra sus estragos”.

Hay, sin embargo, una razón más poderosa para practicar la premeditación de los males.

Adaptación Hedónica

I can’t get no satisfaction, I can’t get no satisfaction
’Cause I try and I try and I try and I try
I can’t get no
((I Can’t Get No) Satisfaction — The Rolling Stones)

Somos insaciables por naturaleza. Basta con que cumplamos algún propósito para que pasemos a perseguir uno nuevo, olvidándonos de disfrutar los réditos que acabamos de conseguir. A este fenómeno se le conoce como adaptación hedónica.

Los efectos de la adaptación hedónica son bien conocidos en el consumo de bienes y servicios, en el área laboral e incluso en las relaciones personales. En todo momento estamos atrapados en esta cinta de correr metafórica. Nuestros niveles de satisfacción regresan a la media apenas saciamos nuestros deseos, lo que nos obliga a prolongar el círculo vicioso.

Por supuesto, los estoicos no fueron los primeros en reconocer esta tendencia. La futilidad del deseo es una de las enseñanzas fundamentales del budismo. Arthur Schopenhauer, embebido de la filosofía budista, observaba a este respecto:

“La vida del hombre fluye incesante entre el querer y el alcanzar. El deseo es, por naturaleza, dolor: satisfacer el deseo acarrea de inmediato saturación, la meta era solo una apariencia, la posesión anula el estímulo; el deseo y la necesidad vuelven a hacer su aparición, bajo una nueva forma”.

Visualización negativa

El estoicismo, sin embargo, ofrece un antídoto práctico contra la adaptación hedónica. Si para evitar caer en esta cinta de correr debemos aprender a estar satisfechos con lo que tenemos, necesitamos imaginar cómo nos sentiríamos si perdiéramos todo aquello que damos por sentado.

Por supuesto, la imaginación no se compara con haber sufrido los infortunios en primera persona. Esto fue lo que le pasó Zenón de Citio cuando perdió todo en un naufragio, a Séneca cuando fue desterrado a la isla de Córcega, o a Epicteto, quien vivió gran parte de su existencia como esclavo. Pero no hace falta pasar por un calvario para poder ser un estoico. La premeditación de los males no implica sufrir innecesariamente, sino, simplemente, contemplar las posibilidades negativas.

Podemos empezar por tomarnos el tiempo para imaginar que perdemos nuestro teléfono en lugar de codiciar el último gadget del mercado, que somos despedidos del trabajo en vez de ansiar un ascenso, o que nos separamos de nuestra pareja en lugar de fantasear con otras personas. Esta visión, a primera vista fatídica y a todas luces contraintuitiva, puede, de hecho, volvernos en personas más positivas, forzándonos a valorar en toda su dimensión las cosas que solemos dar por seguras.

Epicteto iba un paso más allá con un ejemplo que podría resultar chocante para muchos. Para recordarnos la cualidad perecedera de todas las cosas, recomendada meditar frecuentemente sobre la muerte de nuestros seres queridos, incluso sobre la de nuestros hijos pequeños. Según él, cada vez que interactuemos con ellos, deberíamos reflexionar en silencio sobre la posibilidad de que mueran mañana.

“En cuanto a cualquier objeto que te cause placer, que sea útil o que ames profundamente, comenzando con las cosas más insignificantes, no te olvides de considerar cuál es su naturaleza. Por ejemplo, si aprecias una copa de cerámica en especial, entiende que son las copas de cerámica en general las que aprecias. De este modo, si se te rompe, no te alterarás. Del mismo modo, si besas a tu hijo o a tu mujer, acuérdate que es mortal todo lo que besas y de este modo no te desesperarás si la muerte te lo arrebata”.

Una vez superamos la sensación de morbidez inicial, podemos entender que, lejos de ser una práctica masoquista, la visualización negativa tiene como objetivo valorar en justa medida nuestro tiempo con las personas que más apreciamos.

“La visualización negativa es un poderoso antídoto contra la adaptación hedónica. Pensar conscientemente sobre la pérdida de lo que tenemos, puede recuperar nuestra apreciación de ello, y con esa apreciación, revitalizar nuestra capacidad de sentir alegría o satisfacción”.
(William B. Irvine -A Guide To Good Life)

Cuando internalizamos el concepto de impermanencia, nos vemos obligados a reconocer el carácter efímero de cada momento. Todo lo que hacemos podría estar pasando por última vez. Esto puede investir cada instante con una intensidad y una importancia que de otro modo estarían ausentes. Pensemos en todo lo que podría salir mal para que la adversidad no nos tome por sorpresa e, incidentalmente, detener en seco la cinta de correr hedónica.

“Piensa en los destierros, en los sufrimientos de la enfermedad, en las guerras, en los naufragios. Una desgracia puede privar a la patria de ti o privarte a ti de la patria, puede relegarte a los desiertos y puede convertir en desierto el mismo lugar en que se agolpa la multitud. Tomemos en consideración todas las posibilidades del destino humano y anticipémonos mentalmente no sólo a cuantos accidentes suceden con frecuencia, sino a cuantos en el mayor número puedan suceder, si no queremos vernos abatidos y quedar atónitos ante tales acontecimientos insólitos como si fueran excepcionales; hay que sopesar la fortuna en todos sus aspectos”.
(Séneca)

--

--

Culture Junkie
Omnicultura

Escribo sobre sociedad, tecnología y cultura. + Intereses: Escepticismo | Metacognición | Evopsych | Cine | Productividad | Suscríbete a medium.com/omnicultura