Millenials descubren el estoicismo

Por qué la filosofía estoica vive un resurgir entre las generaciones más jovenes

Culture Junkie
Omnicultura
10 min readDec 7, 2019

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En los últimos años, en especial entre adolescentes, los índices de depresión, ansiedad y estrés se han disparado de manera alarmante.

Hoy en día los jóvenes son más propensos a sufrir de depresión que hace 10 años, incluso cuando el abuso de sustancias y el comportamiento antisocial continúan disminuyendo, según un estudio reciente.

Son muchos los factores que influyen en este fenómeno, por lo que sería arriesgado apuntar a un solo culpable, pero lo cierto es que la mayoría de estos indicadores empiezan a incrementar a partir del 2007… el mismo año cuando el primer iPhone sale al mercado. Una buena pista para empezar a desgranar la crisis de la salud mental entre las nuevas generaciones.

Parte de las gráficas divulgadas en el artículo ‘Have Smartphones Destroyed a Generation?’ en The Atlantic.

Internet, smartphones y redes sociales

Achacar la culpa a los smartphones, y en consecuencia a las redes sociales, no es nuevo ni controversial, hay muchos estudios que sugieren una fuerte relación entre un uso elevado del teléfono y la ansiedad social.

Aunque no hay que acudir a estudios para darse cuenta de los cambios que han sufrido las personas más jóvenes con la llegada de la tecnología más disruptiva de las últimas décadas.

Se podría decir que todos los nacidos a partir del año 1990, periodo que engloba a las generaciones millenials y centennials, han vivido una adolescencia y temprana juventud radicalmente diferente a generaciones anteriores.

Internet ha traído consigo la masificación de síndromes como el FOMO, o temor a sentirse excluido, ha elevado hasta las cotas mas altas los estándares de estatus y de belleza, fijados por la visibilizacion de los miembros mas afortunados de la sociedad, y ha recluido a las personas más jóvenes a pasar la mayor parte del tiempo en sus casas.

Que la mayor parte de tu vida gire en torno a un teléfono significa que tienes menos relaciones y oportunidades para compartir cara a cara con tus amigos, situación que aumenta tu aislamiento y sensación de soledad, lo que termina por provocar una explosión nunca antes conocida en los niveles de ansiedad registrados.

El futuro, más impredecible que nunca

También la incertidumbre en torno al futuro ha cambiado respecto a generaciones anteriores. En la actualidad, por ejemplo, es bastante probable que la carrera que elijas a tus veinte deje de ser rentable o incluso desaparezca en el transcurso de las próximas décadas.

Aunque tu profesión sea una de las afortunadas que resista la ola de IA que amenaza con dejar sin trabajo a la mitad de la población, es probable que tengas que reorientarla o al menos mantener en constante actualización los conocimientos adquiridos, que cada vez pasarán a la obsolescencia con mayor velocidad. Hará falta un reaprendizaje constante simplemente para mantenerse a flote.

Durante casi toda la historia, el grueso de la vida de la gente común era prácticamente inmutable. Sabía que su día a día seguiría siendo igual sin importar lo que pasara, porque los cambios tecnológicos, políticos y sociales eran poco comunes y se sucedían en intervalos mucho más distantes.

Si de algo podía estar seguro una persona de hace quinientos, mil, diez mil y cien mil años es que la vida de sus hijos y de sus nietos no sería muy diferente a la suya. Esta certeza ya no existe desde hace un par de siglos, porque las innovaciones tecnológicas van a tal velocidad que no hay manera de prever cómo será el mundo en 20 años.

Religión, política y comunidad

Unido a esto, la decadencia de las religiones tradicionales está siendo muy palpable en las nuevas generaciones, especialmente en los países que han alcanzado cierto nivel de desarrollo. Las religiones han quedado obsoletas frente a los desafíos de la era moderna. La fe ya no es suficiente para aplacar las ansiedad que asaltan las mentes del siglo XXI.

Ante la falta de un sistema metafísico al que aferrarse, muchos acuden a la política para satisfacer su necesidad de pertenencia. El fanatismo con el que se adoptan posiciones políticas no es muy distinto al de algunos creyentes fundamentalistas. Otros se entregan con la misma pasión a las teorías de conspiración, a las pseudociencia o el esoterismo.

La gente busca estructura, necesita lineamientos con los que guiarse para no vivir en un limbo en el que cada una de sus decisiones parta de la nada. Sin embargo, sin la otrora omnisciente orientación de la comunidad religiosa, ahora tiene la insoportable libertad de poder elegir cualquier ideología del mundo, por lo que cada individuo esta deviniendo en un pastiche de ideas con poca relación entre sí, que busca unir los puntos entre disciplinas totalmente diferentes para encontrar, sin éxito, su propia teoría unificada de moral y ética.

Un cambio de valores

Es evidente que el enfoque en el dinero, la imagen y la fama ha aumentado, y también existe una clara evidencia de que la gente que se enfoca en el dinero, en la imagen y en la fama es más propensa a ser ansiosa. Hay estudios que corroboran esto, pero una vez mas, concentrémonos en la parte intuitiva.

Con esto no quiero decir que en épocas anteriores no existiera el deseo de ser reconocido, o que el ideal de las generaciones anteriores sea una especie de monje budista, ascético y enfrascado en vivir sin interferencias superficiales, pero no se puede negar que la balanza entre objetivos internos y externos nunca había estado tan inclinada hacia estos últimos.

¿Por qué un enfoque excesivo en este tipo de intereses materiales causa una mayor ansiedad? Las metas internas incluyen llegar a ser una persona madura, fortalecer las habilidades, competencias y valores morales, y vivir una vida con sentido. Las metas externas tienen que ver con las recompensas materiales y las opiniones de otras personas, incluyendo altos ingresos, buena apariencia y aprobación social.

El gran problema es que estos objetivos externos son difíciles -y en algunos casos, imposibles- de dominar. El control que puedes ejercer sobre tu apariencia (donde la genética hace la mayor diferencia), tus bienes materiales (la influencia de la suerte es enorme) y la percepción que tienen los demás de ti (nunca podrás agradar a todos), es marginal.

Todos estos factores confluyen para crear un ambiente de incertidumbre que nos mantiene en un estado de alerta constante. Cuando sentimos que las cosas importantes en la vida están fuera de nuestro control, la inquietud empieza a hacer acto de presencia, royendo poco a poco la poca ecuanimidad que aún conservamos.

Este cambio hacia metas externas es lo que podría explicar el boom del ‘coaching’, charlatanes en su gran mayoría, la popularidad de prácticas laicas de religiones orientales como el budismo (las apps de meditación guiada están de moda), y por supuesto, el renacer de una filosofía pragmática como la del estoicismo, cuyos principios nos ayudan a alejarnos de lo externo y a dirigir nuestros pensamientos hacia adentro.

Estoicismo al rescate

“La verdadera felicidad es disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro, no distraernos ni con esperanzas ni con miedos, sino quedarnos satisfechos con lo que tenemos, lo cual es suficiente, pues el que es así no quiere nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. Un sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
-Séneca

El estoicismo nace en Atenas alrededor del año 300 a.C. Pronto se extendió por toda Roma cuando algunos filósofos estoicos fueron enviados allí como embajadores. En la capital de la República y posteriormente en el Imperio alcanzó tal popularidad que el mismo Marco Aurelio, emperador romano en el siglo II d.C., se convirtió en uno de los filósofos estoicos más importantes.

De los tres filósofos estoicos mas influyentes de la historia conservamos la obra más importante de cada uno. Epicteto nos dejó El Enquiridión, que viene a significar algo así como “El Manual”, lo que nos da una pista sobre su perspectiva práctica; Séneca las Cartas a Lucilio, una recopilación epistolar escrita en los últimos años de su vida, y el ya nombrado Marco Aurelio, quien escribió para sí mismo sus Meditaciones cuando era emperador.

Sin embargo, aunque las palabras de Séneca y compañía han estado en circulación desde que se inventó la imprenta, la popularidad del estoicismo está llegando a su apogeo. En la última década se han publicado una gran cantidad de libros sobre el tema, y hay un número creciente de blogs, boletines y grupos de discusión en línea centrados en el estoicismo. ¿Por qué de repente esta escuela de pensamiento se ha vuelto tan de moda entre los adultos jóvenes?

Hace algunos meses, Nellie Bowle se preguntaba en un artículo del nytimes por qué en Sillicon Valley se estaba cociendo tal cantidad de adeptos a una filosofía de más de 2000 años de antigüedad.

En el texto se citaba a la profesora Ada Palmer, quien aseguraba que la nueva popularidad del estoicismo entre la multitud tecnológica es “sorprendentemente similar a la popularidad del estoicismo entre las poderosas élites de la antigua Roma”.

La autora ampliaba el argumento afirmando que “los estoicos creían que todo en el universo ya es perfecto y que las cosas que parecen malas o injustas son secretamente buenas por dentro. Una filosofía muy útil si usted ya cree que los ricos están destinados a ser ricos y los pobres a ser pobres”.

Todo el artículo parecía sugerir que cuando alguien adopta el pensamiento estoico solo busca justificar su indolencia o pasividad ante el statu quo, tolerando todo lo que sucede sin cuestionamientos ni emociones.

No es la primera vez que el estoicismo es malinterpretado de esta manera. En realidad, el estoicismo no es en absoluto pasivo, y no se basa en suprimir las emociones. No incita a quedarse sentado ante la adversidad; al contrario, te invita a prepararte desde mucho antes, incluso en tus mejores momentos, para enfrentarte a ella.

El estoicismo está consciente de que antes de intentar arreglar el mundo, es más importante desarrollar una brújula moral independiente. Te devuelve el sentido de responsabilidad personal que amenazan con difuminar mil causas y agentes externos.

Un principio central del estoicismo es la dicotomía del control. Esto significa simplemente en que debemos hacer lo mejor con lo que podemos controlar y aceptar lo que no está en nuestro poder para cambiar. La clave está en conocer la diferencia. Esta es una de las máximas más atractivas para el atormentado millenial, que ha escuchado toda su vida que el futuro de la humanidad recae sobre sus hombros.

No podemos evitar que pasen cosas malas, pero podemos controlar cómo reaccionamos ante ellas. Al controlar nuestras reacciones a los eventos desafortunados, podemos evitar las emociones negativas. Como resultado, no tienen el mismo impacto en nuestra calidad de vida.

“Si estás angustiado por algo externo, el dolor no se debe a la cosa en sí, sino a tu estimación de ella; y tienes el poder de evitarlo en cualquier momento.”
-Marco Aurelio

En pocas palabras, el estoicismo reivindica la autonomía sobre el bienestar propio.

Otros principios que enseña el estoicismo y que ayudan a entender su popularidad:

  • Conservar la calma en medio del caos.

“Lo que en verdad nos espanta y desalienta no son los acontecimientos exteriores por sí mismos, sino la manera en que pensamos acerca de ellos. No son las cosas lo que nos trastornan, sino nuestra interpretación de su significado.”
- Epicteto

  • No dar por sentado las comodidades de las que gozamos.

“Aquí hay una lección para poner a prueba tu temple: toma parte en una semana donde apenas tengas comida, que sea barata y mediocre, vístete con ropas desgastadas, y pregúntate si esto es realmente lo peor que temías.… Ya que cuando la fortuna es amable, el alma puede crear defensas contra su furia.”
-Séneca

  • Valorar bajo el prisma de la finitud a los seres queridos.

“Lo más importante es saber que pasar tiempo con nuestros hijos es un préstamo que la diosa Fortuna nos ha dado. Dicho préstamo puede ser reclamado en cualquier momento y sin previo aviso (…) Por ello, debemos de amar y disfrutar cada momento que pasamos con ellos, sabiendo que no va a ser para siempre y desde luego, sin prometerle ni prometernos aquello que no podemos cumplir.”
-Séneca

  • Prepararte emocionalmente para los peores momentos.

“[El que] prevé que puede suceder todo cuanto puede venir, suavizará el ímpetu de todos los males, que no traen nada nuevo a los que están preparados y esperándolos, y se hacen pesados sólo a los que se creen seguros y esperan solamente felicidad.”
-Séneca

  • Apreciar el tiempo concentrándonos en el presente.

“¿Quieres saber cuando no ha vivido una persona? Observa cuanta ansiedad tiene por vivir bastante, aunque no sepa ni cómo disfrutar ni cómo emplear los minutos de su existencia procurando ser feliz.”
-Séneca

  • Cultivar la paciencia, la tolerancia y la aceptación.

“Comienza cada día diciéndote a ti mismo: Hoy me reuniré con la interferencia, la ingratitud, la insolencia, la deslealtad, la mala voluntad y el egoísmo (…) No me puedo sentir enojado con mi prójimo ni odiarlo. Nacimos para trabajar juntos como los pies, las manos, los ojos, como las dos filas de los dientes, arriba y abajo. Obstruirnos mutuamente sería antinatural. Sentir enojo hacia alguien, darle la espalda: estas son obstrucciones.”
-Marco Aurelio

Una de las primeras cosas que notamos al empezar a leer a algún pensador estoico clásico, además de su estilo accesible y pragmático, es lo vigente que se mantiene su filosofía. Aunque hemos avanzado de maneras que serían inimaginables en su época, seguimos siendo animales biológicos, provistos de las mismas necesidades, miedos y deseos de antaño.

La ansiedad no es nueva. Por suerte, de ella ya estaban conscientes algunos de nuestros antepasados, que intentaron ponerle freno y dominarla mucho antes de que llegara al paroxismo actual.

Lecturas recomendadas

  • Cartas filosóficas, de Séneca.
  • Meditaciones, de Marco Aurelio.
  • El ego es el enemigo, de Ryan Holiday.
  • Cómo ser un estoico, de Massimo Pigliucci.
  • El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.

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