Videntes, credulidad y lectura en frío

Nightmare Alley (2021) y por qué nos dejamos engañar por charlatanes

Culture Junkie
Omnicultura
5 min readMar 27, 2022

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“No engañas a la gente, Stan. La gente se engaña a sí misma”.

*Contiene spoilers menores sobre la trama de Nightmare Alley (2021)*

Stanton Carlisle (Bradley Coooper), un forastero de pasado turbulento, se une a un carnaval ambulante para intentar darle un vuelco a su vida. Una pareja de clarividentes venidos a menos, Madame Zeena y su alcoholizado esposo, Pete, lo acogen como pupilo y le enseñan los trucos básicos de la lectura en frío. Tras algunas sesiones de adiestramiento, Stanton descubre que puede hacerle creer a cualquier persona que conoce detalles importantes sobre su vida. El protagonista de la última película de Guillermo del Toro termina convirtiéndose en un mentalista consagrado. En ningún momento de su transformación, sin embargo, Stanton cree que de verdad tenga algún poder fuera de lo común. En su lugar, está muy consciente de que el camino a seguir es el del engaño y la manipulación.

Del Toro se mueve como pez en el agua en este ambiente circense repleto de freaks y marginados en medio de la sombría Nueva York de principios de los años 40. Es curioso, sin embargo, que sea una de las pocas películas de su filmografía que no incluya ningún tipo de entidad sobrenatural o criatura fantástica, a pesar de que el argumento se preste especialmente para ello. Por el contrario, su historia parece revelar cierto desprecio por lo taumatúrgico. Los monstruos en Nightmare Alley son muy humanos. A este respecto, cabe destacar el esclarecedor motivo que inspiró al director a escribir el guion.

En una entrevista para la National Public Radio (NPR), Del Toro explicaba que, en 1998, cuando su padre fue secuestrado en México y retenido para pedir un rescate, su familia fue inmediatamente abordada por un cúmulo de supuestos videntes que aseguraban ser capaces de comunicarse con los secuestrados. El director relató que “una de las primeras advertencias que recibí del negociador de rehenes fue que tuviera cuidado con los ‘psíquicos’. Y nada más colgar el teléfono, había dos de ellos sentados en la sala de mi casa diciéndole a mi madre que podían llevarnos a donde estaba mi padre, porque podían sentirlo. Esto me causó una impresión indeleble. Esa crueldad, que vi de primera mano, también forma parte del espíritu de la película”.

Si los mentalistas siguen teniendo tanto éxito a pesar de su mala fama es porque se rigen por una serie de principios que se han demostrado increíblemente efectivos. El único requisito es contar con una audiencia crédula. Y la gente, por lo general, está predispuesta a creer en mentiras reconfortantes. En la película, Stanton explica que para enganchar a alguien solo basta con hablarle de manera vaga sobre sus miedos y ambiciones. “Usualmente salud, riqueza o amor”. Otro de los principios es mencionado por Pete, cuando recuerda que “la gente está desesperada por decirte quién es. Desesperada por ser vista”. Y un psíquico hábil será capaz de leer todas estas señales a partir de las primeras impresiones.

Stanton pone todo esto en práctica en una de las mejores escenas de la película, una que representa una especie de rito de paso en la transición del protagonista, cuando evita que el alguacil del pueblo, Jedediah, clausure el circo por motivos religiosos. Tras observarlo por un par de segundos, Stanton afirma percibir un mensaje a su alrededor:

Stanton: Me ha llegado un mensaje. Tengo claro, por ejemplo, que usted es un hombre generalmente desconfiado, pero también ferozmente leal.
Jedediah: Yo diría que es una descripción justa.
Stanton: Percibo una infancia marcada por la enfermedad. Y hace que se sienta acorralado por ella, atrapado, incluso hasta el día de hoy. ¿Quién es Mary?
Jedediah: Mi… Mi madre.
Stanton: Ella quiere que sepa que su dolencia no lo ha apartado de la grandeza, sino todo lo contrario.

A Stanton le basta aplicar el efecto Forer (falacia de validación personal) al inicio de la conversación para cautivar al alguacil, al que luego termina de meterse en el bolsillo ejecutando los trucos de la lectura en frío revelados por Pete y Madame Zeena. El propio Stanton desgrana su modus operandi en la próxima escena, en donde reflexiona sobre lo sucedido mientras celebra la hazaña con los otros miembros del circo: “Pete solía decir siempre que no es la ropa, sino los zapatos, los que podrían decirte todo lo que necesitas saber sobre un hombre. Y [el alguacil] tenía una elevación en su zapato derecho. Apuesto a que tuvo poliomielitis cuando era un niño. Ya sabes, los militares nunca le dejaron entrar, un niño de mamá. Vi esa cadena alrededor de su cuello y se la saqué; era una medalla de San Cristóbal, con toda esa charla bíblica. Pensé, ‘bueno, debe de conocer a alguien llamado Mary’. Y he aquí que el Señor nos bendijo: ¡su madre se llamaba Mary!”.

No es difícil trazar un paralelismo entre la religión y las mancias, esto es, todas las artes adivinatorias. El mismo Stanton lo menciona en la película. La gente que acude a adivinos y echadores de cartas suele buscar consuelo por el pasado y una esperanza para el futuro. “Los animas y les das algo que desear y esperar”. No es algo muy diferente a que lo que hace un predicador todos los domingos. Más allá de intenciones reales, predicador y adivino fungen como traficantes de esperanzas. Y no se debe subestimar sus beneficios, no importa que estén basados en mentiras.

El circuito de recompensa del cerebro se activa cuando compartimos información personal con otros. No es ninguna sorpresa que las redes sociales sean tan adictivas. Y es algo que todo charlatán que intenta ganarse la vida vendiendo humo comprende muy pronto. Un vistazo les es suficiente para extraer referencias valiosas, lo que es menos prodigioso de lo que parece si tenemos en cuenta que en todo momento estamos transmitiendo mucha más información de la que creemos a través de nuestra ropa, de nuestro lenguaje corporal y de nuestras inflexiones de voz.

Stanton representa un arquetipo que no se irá a ninguna parte por más que se sigan desmontando las técnicas de la lectura en frío y otras tácticas embaucadoras. Porque seguimos buscando certidumbres tranquilizadoras. Queremos que los otros sepan todo por lo que hemos pasado. Que llevamos mucho a cuestas. Que somos complejos. Que hemos sufrido y que nos hemos redimido. Queremos ser vistos y, como sabe mejor que nadie gente como Stanton, eso nos hace vulnerables al pacto mefistofélico más antiguo de la historia: aceptamos sosegar la angustia existencial a cambio de la suspensión de nuestras capacidades críticas.

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Escribo sobre sociedad, tecnología y cultura. + Intereses: Escepticismo | Metacognición | Evopsych | Cine | Productividad | Suscríbete a medium.com/omnicultura