¿Cómo se comportan las mujeres normales?

Los juicios contra las brujas de Salem

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Opinión con Foro
7 min readJul 20, 2016

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Walcott at the Salem Witch Trials (Wikipedia/John W. Ehninger, Dominio Público)

Supongamos que en un hogar pequeño hay dos niñas que comienzan a portarse de forma extraña. Sin ningún estímulo externo, a cierta hora del día, las pequeñas corren por los cuartos con las manos elevadas. Nadie las está persiguiendo, no están tratando de alcanzar nada. Sólo tienen el impulso incontrolable de ir de un lado a otro lo más rápido posible. De pronto, se detienen. Una se esconde bajo una silla. La otra intenta trepar por la chimenea. Algo se salió del orden. Después se tiran al suelo y su espalda se arquea en una posición que no habías imaginado. Pero son niñas. Los niños juegan juegos que los adultos muchas veces no entendemos. De cualquier manera, si esta historia llegara a los oídos equivocados, la gente comenzaría a hablar. Quizás alguna persona llamaría a un doctor. Y si él no pudiera explicarse los hechos, sería hora de llamar a alguien más. ¿Un sacerdote?

En enero de 1692 algo similar a esto ocurrió. En Massachusetts (cerca de Nueva York) había una pequeña comunidad llamada Salem. Los pobladores eran congregacionalistas, lo que significa que creían en una alianza entre el Estado y la Iglesia como forma de organización. La idea, puesta en palabras simples, consistía en crear el reino de Dios sobre la Tierra para salvar sus almas. Tal labor sólo podía realizarse si todos los miembros de la sociedad hacían un acuerdo común. Bajo su concepción de vida había poco espacio para la privacidad o para la individualidad. Cada persona estaba encargada de vigilar su propio comportamiento y el de sus vecinos. Cualquier secreto era sospechoso. Podía dar pie a que ocurrieran cosas fuera de lo aceptable. El peligro de caer en pecado era difícil de evitar, por eso se necesitaba la colaboración de todos. Una de las debilidades de la organización recaía en las mujeres. En la mente de alguien del siglo XVII, las mujeres y los hombres no eran iguales. Ellas tenían una predisposición sensible hacia aspectos que salían del terreno de la razón. En Europa, por ejemplo, hubo durante mucho tiempo cacerías masivas de brujas. De este lado del mundo, para ser considerada bruja era necesario cumplir con al menos cuatro características, identificadas por la investigadora Nattie Golubov:

  1. Haber realizado un pacto con el diablo. Para abandonar el camino de Dios, era necesaria una acción concreta de renuncia. Bajo la concepción puritana de vida, las Escrituras Bíblicas tendían un puente directo hacia el contacto con la divinidad. Firmar con sangre un libro con el Diablo, por tanto, era una vía para renunciar a la fe y entregarse al Otro.
  2. Una bruja tenía la capacidad de hacer maleficios, ya sea por medio de palabras o de acciones. El punto central era que hubiera una práctica destinada a dañar a los semejantes.
  3. Otra característica de las brujas era su asistencia al Sabbat, especie de misa subvertida. Este ritual implicaba una organización jerárquica de las brujas, ya que debía haber un guía (a la manera de sacerdote) que conociera los pasos necesarios para agradar a Satanás en una ceremonia.
  4. La última de las características era la presencia de un “familiar”, demonio con apariencia animal que vivía con la bruja y se alimentaba de alguna protuberancia presente en el cuerpo de ella.
Retrato de Tituba caracterizada como Nativa Americana. (Wikipedia/John W. Ehninger, Dominio Público)

Un día la hija y la sobrina del reverendo Samue Parris comenzaron a comportarse de modo extraño: hacían movimientos inexplicables y sufrían molestias físicas sin causa aparente. Al ver esto, Parris les pidió ayuda a dos hombres más: John Hale de Beverly y Nicholas Noyes. Entre los tres trataron de convencerlas de confesar qué o quién las estaba molestando. Un tiempo después, otras dos mujeres llamadas Ann Putnam y Elizabeth Hubbard presentaron los mismos comportamientos. A finales de febrero, Tituba, Sarah Good y Sarah Osbrone fueron acusadas de embrujar a las otras cuatro mujeres. Los cargos fueron presentados por los líderes de la aldea.

Nattie Golubov explica las acusaciones contra las tres mujeres en atención a sus historias. Sara Good (1653) era hija de un hombre que se suicidó cuando ella tenía 19 años. Tras heredar la fortuna de su padre, Good se casó con un hombre que también murió antes que ella y, por tanto, debió asumir todas sus deudas pendientes. En 1692 era pordiosera. Osborne (1643) estaba casada con un hermano de la esposa de John Putnam, que murió joven. A raiz de ese hecho, comenzó a tener conflictos con Putnam, en torno al fideicomiso que su esposo dejó para sus hijos al morir. Por último, Tituba era una esclava que llegó de Barbados en 1688 en compañía del reverendo Samuel Parris, a quien servía.

De las tres, sólo fue ejecutada Sarah Good. Osborne murió en la cárcel y Tituba fue liberada tras rendir confesión. Algún tiempo después de este primer brote de irregularidades, más de 200 personas fueron acusadas por brujería. El asunto llegó a una corte, conformada por seis magistrados y el suplente del gobernador, en la ciudad de Salem. En 1693 hubo otra oleada de detenciones por brujería, pero debido a que la única prueba aceptada como contundente fue la confesión, hubo muchas indugencias. Para 1706 Ann Putman se disculpó públicamente por todas las acusaciones que había hecho y admitió que nunca tuvo certeza sobre la culpa de otras personas. Para Golubov, una posible explicación de la paranoia colectiva en Salem fue el descontrol político y económico que comenzó en 1684 con la anulación de “la cédula real que Carlos I había otorgado en 1629 a los puritanos para que la Massachusetts Bay Company tuviera derechos sobre la tierra. […] Aunada a esta incertidumbre sobre el estatus legal de la colonia y su futuro, estaba la creciente amenaza de los indios”.

(AP Photo)

De acuerdo con esta teoría, la cacería de brujas en Salem fue muestra de una fuerte crisis. Los habitantes de la comunidad veían implicaciones morales (cercanas a la religión) en la forma en que la gente llevaba a cabo sus vidas. De manera que no había una distinción clara entre religión y civismo. Desde una perspectiva general, lo que estaba en juego era quiénes ejercían poder sobre las relaciones sociales y familiares; desde un enfoque más cercano, la persecución de brujas fue un modo de legitimar ciertos comportamientos entre individuos concretos, lo cual finalmente dotaba de carácter e identidad a la colonia:

“Para los puritanos de Nueva Inglaterra en el siglo XVII, todo asunto político o social tenía una dimensión moral. Una comunidad no era simplemente un conjunto de individuos: era un organismo con una realidad y una existencia distinta a la de las partes que la componían […] Desde la infancia, un puritano aprendía a desconfiar de su voluntad, porque estaba teñida por el pecado original”, explica Golubov.

Lienzo que representa el desembarco de los puritanos en América en 1620. Los Padres peregrinos viajaron a bordo de la nave Mayflower. (Wikimedia/Antonio Gisbert, Dominio Público)

Los problemas de propiedad de la tierra y el cambio de actividades económicas transformaron las concepciones de ciudadano y de individuo dentro de la sociedad colonial. Golubov, como varios críticos más, concluye que el caso de Salem es registro de una peculiar resistencia campesina frente al desarrollo del individualismo, base necesaria para una economía capitalista. Silvia Federici sostiene, por su parte, que a pesar de que las brujas de Salem son el caso paradigmático de este fenómeno, existieron persecuciones similares en Perú y otros sitios de América Latina:

en el Nuevo Mundo, la caza de brujas constituyó una estrategia deliberada, utilizada por las autoridades con el objetivo de infundir terror, destruir la resistencia colectiva, silenciar a comunidades enteras y enfrentar a sus miembros entre sí. También fue una estrategia de cercamiento que, según el contexto, podía consistir en cercamientos de tierra, de cuerpos o relaciones sociales.

Desde luego, no es lo mismo hablar de brujería en las colonias protestantes norteamericanas que en el sur del continente. En el caso de Salem, fue desde finales de 1640 que los habitantes de Nueva Inglaterra integraron la brujería como una explicación plausible dentro de su cosmovisión. Sin embargo, en ambos casos la brujería está profundamente relacionada con preconcepciones sobre el papel de la mujer dentro de la sociedad y sobre su propia naturaleza.

Muchas de esas ideas han continuado presentes en nuestros modos de organización y han contribuido a la formación de estereotipos relacionados con el género. En el siglo XVII si una mujer había quedado viuda o, por alguna otra razón, no dependía de un hombre, era vista como un posible agente de daño para la comunidad. A fin de cuentas, una bruja es una mujer que elige. Una mujer que sabe, que desea y que tiene los medios para hacer cumplir su voluntad. ¿Qué implicaciones tendría eso para una sociedad acostumbrada a reservar el monopolio de todas estas actividades para el hombre?

Por Nayeli García.

Witchcraft at Salem Village. Engraving. The central figure in this 1876 illustration of the courtroom is usually identified as Mary Walcott. (Wikipedia/Dominio Público)

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