La raza de perros que fue creada para cazar esclavos

Nico Ruiz
Opinión con Foro
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7 min readMar 22, 2017

El Fila Brasileño es un mastín imponente. Los machos llegan a pesar más de 50 kilos y medir más de medio metro de altura. Son perros leales, violentos, inteligentes y sumamente resistentes. Saben cazar y vivir en todo tipo de terrenos. Son, cuando desconocen a alguien, despiadados.

El Fila Brasileño es el perro nacional de Brasil y es, sin duda, un animal majestuoso. Sin embargo, la historia del Fila tiene un pasado oscuro que nos recuerda la enorme violencia de la época colonial y la brutalidad de las prácticas esclavistas en nuestro continente. Porque el Fila era el perro que utilizaron, alguna vez, los amos para cazar esclavos en el enorme territorio brasileño.

Hoy en día, todavía se dice en Brasil una expresión común: “ser leal como fila”. Esa lealtad, por 400 años, se pagó con sangre.

Los horrores del esclavismo

Se estima que, entre el siglo XVI y el siglo XIX, llegaron entre 3 y 4.8 millones de esclavos a Brasil. Esto significa que el 40% de todos los esclavos que fueron enviados a las Américas llegaron a este país. Y, claro, se estima que más de 700.000 murieron en los trayectos.

En 2012, una pareja residente de la zona portuaria de Río de Janeiro encontró restos humanos bajo la casa que habitaban desde hacía 16 años. Resultó que vivían encima de un cementerio de “Negros nuevos”; es decir, de esclavos que llegaron muertos o murieron rápidamente al llegar a Brasil.

Claro, cuando decimos cementerio, es por decir algo. En realidad, éstas eran fosas comunes que se multiplicaban en todas partes de Brasil. Ahí tiraban a los esclavos -junto con basura y cualquier cantidad de desperdicios- les prendían fuego y esparcían los restos.

Solamente en el terreno de esta pareja los arqueólogos encontraron 6.000 esclavos enterrados.

En la zona de Bahía, una de las regiones de Brasil con mayor concentración de esclavos, estas fosas eran comunes. Ahí, las plantaciones de azúcar reclamaban la vida de cientos de miles de esclavos. El promedio de vida de un esclavo africano era de 23 años. Aún así, eran más caros que los esclavos indígenas que vivían, en promedio, cuatro años menos.

Los engenhos -o ingenios azucareros- cultivaban la caña, la molían y procesaban el azúcar. En cada paso de este proceso estaba implicado, por supuesto, el trabajo de esclavos. Esclavos que comían comida en mal estado una vez al día; que vivían en grupos de 34 personas en casas mal diseñadas para 14; que recibían castigos físicos regulares; que morían de agotamiento, enfermedades e inanición.

Además, el proceso para aplastar la caña mostraba otras inclemencias. Las enormes prensas nunca paraban y había que tener cierto ritmo y experiencia para lograr que cada caña se aplastara de forma correcta.

Cuando, por inexperiencia o distracción, un esclavo metía la mano en la prensa, los amos utilizaban una barra de metal y una hacha para cercenarle el brazo y no dañar a las máquinas… o al producto.

Cuando un esclavo era jalado, por completo, por la máquina, se activaban unas compuertas que evitaban que la caña aplastada se “contaminara”. Según estudios sobre la época, el espectáculo de ver mujeres y hombres con sólo un brazo era frecuente. Había casos terribles, como el de una esclava que, al tratar de liberar una mano quedó atrapada con la otra y perdió ambos brazos: un esclavo que no podía trabajar era un esclavo muerto.

Sueños de fuga

Frente a estas condiciones deplorables no es sorprendente que miles de esclavos intentaran huir en todo brasil. Huían de las minas de oro, de las plantaciones de caña de azúcar y de café; huían para vivir en el vasto territorio inexplorado de Brasil; o huían para unirse a un Quilombo, Mocambo o Ambundu, es decir a una comunidad escondida de esclavos.

Estas comunidades autosustentables se expandieron considerablemente en el territorio brasileño. Muchas sobrevivían solamente unos cuantos meses antes de ser arrasadas por los portugueses. Otras sobrevivían décadas e, incluso, hubo un enorme Quilombo que vivió más de un siglo.

Se trató del Quilombo do Palmarés cerca de Recife. Este famoso centro de fugitivos negros llegó a contar con una población de 30.000 personas, lo que representaba una ciudad enorme en la época: fundada en los mismos años de 1600, Berlín sólo contaba con 12.000 habitantes.

El Quilombo do Palmarés resistió considerables ataques de las autoridades portuguesas y se creó una firme reputación de rebeldía. Hoy en día se celebra el día de la conciencia afro-brasileña el 20 de noviembre. Y se celebra en esa fecha porque fue el día en que capturaron y decapitaron, en 1695, a Zumbi, un resistente y líder de quilombo que se convirtió en una figura esencial de la historia brasileña.

Los quilombos se han convertido en un centro mítico de la cultura negra en Brasil. Fue ahí en donde se consolidó la tradición de la capoeira y donde se cimentaron las raíces sincréticas del mayor importador de esclavos de América.

Junto a la figura del habitante del quilombo, del esclavo en fuga, existió también la figura de los bandeirantes, o de los cazadores de esclavos. En partidas grandes, compuestas de mestizos, esclavos y soldados portugueses, estas bandas recorrían el territorio capturando nuevos esclavos indígenas y viejos esclavos que habían roto sus cadenas.

Y eran estas enormes partidas las que utilizaban, justamente, los talentos del Fila Brasileño. Esta raza de perro nació, aproximadamente, hace 400 años. Y todas sus características se acoplan perfectamente a las necesidades de los esclavistas: se trataba de mastines fuertes, resistentes a todo clima, que sabían resguardar una presa sin matarla… y que podían destrozar a un hombre sin agotarse.

Estos perros se fueron convirtiendo así, con el paso de los siglos, en los perfectos guardianes de un sistema esclavista. Ahora, su enorme potencial para la caza muestra bien la forma en que se les implantaron, genéticamente, las necesidades de los amos. También, hoy en día, siguen siendo perros peligrosos que es difícil dejar solos con personas que pueden desconocer… y están prohibidos en cinco países del mundo.

Remanentes modernos

Lo espeluznante de la historia del Fila Brasileño no es la creación evolutiva de un animal que se acopló al sistema esclavista. No, lo que parece aún más terrible es que Brasil fue el último país de occidente en prohibir la esclavitud.

Mientras que en Estados Unidos, después de una cruenta guerra civil, la esclavitud se abolió en 1865 y en México se eligió, décadas antes, a Vicente Guerrero, de origen africano, como presidente, Brasil liberó a sus esclavos hasta 1888. Para ese momento, la población negra ya representaba una enorme parte de la población.

En 2010, un censo de población mostró, por primera vez, que más del 50% de la población se definió como “negro” o “mulato” mientras que una minoría del 47.7% se declararon “blancos”. Y, sin embargo, esta mayoría que se cultivó durante los años de esclavitud masiva, sigue mostrando terribles disparidades.

Según un reportaje de la BBC, los blancos en brasil ganan el doble, en promedio, que los negros. Y éste es un promedio nacional: en ciertas áreas específicas, las cifras cambian considerablemente. Por ejemplo, en Salvador de Bahía, ese viejo enclave de esclavos, los blancos pueden ganar hasta 3.2% más que los negros.

La esclavitud terminó hace más de un siglo en Brasil, pero sus consecuencias sociales se siguen sintiendo, profundamente, en la disparidad económica y laboral. Y la historia de esta disparidad, la historia de la esclavitud y la historia oscura del Fila Brasileño nos muestran que los dolores del pasado esconde siempre vivas relaciones con los dolores del presente.

Publicado originalmente en noticieros.televisa.com el 22 de marzo 2017.

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Nico Ruiz
Opinión con Foro

Mitad hombre, mitad cerdo, mitad pez, mitad ave. Geek mazapanero y chorero de profesión.