Es hora de recordar el pasado negro de México

Afrocultura mexicana

Armando Navarro
Opinión con Foro
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7 min readMay 10, 2017

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Somos más negros de lo que pensamos. La cultura africana en México tiene raíces hondas, ancestrales, como efectos todavía palpables. Sin embargo, lo africano entre nosotros está invisibilizado: la historia oficial ha reducido nuestro mestizaje a la sangre española e indígena. La situación es más compleja, más diversa que eso.

Durante el periodo virreinal, miles y miles de hombres y mujeres africanos llegaron forzadamente a la Nueva España. Fueron traídos para trabajar como esclavos. Aunque no hay un dato certero aún, al día de hoy se estima que en nuestro país hay unas 400 mil personas afrodescendientes. Están asentadas, sobre todo, en comunidades y regiones de Veracruz, Guerrero, Puebla y Oaxaca.

Los negros de México buscan reconocimiento jurídico, atención y acción por parte del Estado, de los otros mexicanos. Y habría que escuchar sus demandas, sus peticiones. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque gran parte de nuestra riqueza cultural –música, danza, ritmo– está hecha de elementos africanos.

La historia: del Virreinato al México actual

Sistema de castas en México. (Dominio Público)

De acuerdo con un pequeño texto del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México ha restado importancia al impacto de la población africana en su construcción. La historia oficial sólo contempla un mestizaje de españoles e indígenas y, con base en ello, ha gestado un nacionalismo que niega la diversidad cultural que habita al país. Sin embargo, investigaciones demuestran la importancia de los africanos y sus descendientes en la historia y la cultura mexicana.

Sólo hasta mediados de siglo XX se realizó el primer estudio sistemático de la población afrodescendiente en el país. Fue realizado por Gonzálo Aguirre Beltrán y se titula La población negra en México. Investigaciones más recientes, como el libro de Gonzalo Aguirre Beltrán, señalan que unos 250 mil africanos y africanas llegaron a la fuerza a México entre 1580 y 1650. Provenían de Senegambia, Guinea, el Congo, Angola y Mozambique. Fueron esclavizados y los pusieron a trabajar en minería, agricultura, ganadería y servicio doméstico. Muchos de ellos lograron sobrevivir, escapar, formar sociedades. Al día de hoy, se estima que en México viven 400 mil personas afrodescendientes. Sin embargo, aún se necesitan estudios puntuales para establecer un dato más preciso. Actualmente, es posible encontrar importantes comunidades negras en Veracruz y en la Costa Chica, que corre desde Acapulco hasta Pochutla, Huatulco, en el estado de Oaxaca. También hay pueblos negros en Coahuila, Chiapas, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Morelos, Tabasco, entre otros.

Algunos personajes cruciales de la historia de México eran afrodescendientes. De acuerdo con un valioso informe de Conapred, ellos fueron:

a) José María Morelos, uno de los líderes del movimiento de Independencia. Morelos, michoacano, era hijo de afrodescendientes de la región. Fue él quien abolió la esclavitud, en octubre de 1813.

b) Vicente Guerrero, también líder insurgente del mismo movimiento. Guerrero pactó la Independencia con Agustín de Iturbide en 1821.

c) Gaspar Yanga, africano que llegó a la Nueva España a finales del siglo XVI. Él huyó de las haciendas azucareras de Córdoba, en Veracruz, y estableció un refugio para su gente. A finales del siglo XVI, Yanga lideró una rebelión contra los españoles. En 1609, Yanga hizo negociaciones para que su comunidad fuese vista como un pueblo libre.

Cuando Gaspar Yanga hizo su hazaña, México no existía aún. De acuerdo con el doctor afromexicano Marco Polo Hernández-Cuevas, los gobernantes de España no estaban dispuestos a historiar a Yanga ni a su búsqueda de libertad. Tal vez allí se inscriba el origen de la invisibilidad histórica del pueblo negro en México. Sagrario Cruz Carretero, antropóloga de la Universidad de Veracruz, menciona que en los libros de educación pública sólo se menciona con vaguedad la influencia africana en nuestro país. Pero la cosa no se detiene allí.

El nacionalismo, lo hemos visto, puede fungir como un artefacto de discriminación. Cruz Carretero, como otras personas, han comentado un hecho concreto: la policía mexicana ha confundido a los negros mexicanos con extranjeros y, para comprobar sus nacionalidad, los han obligado a cantar el Himno Nacional. Por si fuese poco, las comunidades negras en México aún viven en una radical desprotección jurídica y estatal. Israel Reyes Larrea, coordinador de la Alianza para el Fortalecimiento de las Regiones Indígenas y Comunidades Afroamericanas A.C. (AFRICA), menciona que “cuando el gobierno pueda mirar hacia nuestros pueblos negros, cuando pueda incluirlos en sus planes y programas, será un gran aliciente para que estos pueblos puedan contribuir con su fuerza, con su creatividad, al desarrollo de este gran país que es México”. De acuerdo con el activista, los pueblos negros de Oaxaca han estado luchando por el reconocimiento oficial. Menciona que en la Constitución, o para el Estado mexicano, no existe el pueblo negro, no existe una ley que indique velar por ellos o por su cultura. Reyes Larrea dice que “más de 60 años y no han podido o no han querido desblanquear la historia oficial y permitir que desde el norte hasta el sur se conozcan los aportes de los negros en la construcción de esta nación”, y más adelante añade: “es así, como negros, como quieren aparecer en el censo”.

Reyes Larrea menciona que su comunidad prefiere ser llamada negra y no afromexicana o afrodescendiente. Además, como una forma de decir quiénes son los negros en México, el activista presenta un decálogo con anotaciones y precisiones sobre la identidad y la situación actual de la comunidad. En el manifiesto se habla de tres raíces, y no sólo dos, de la cultura mexicana: la indígena, la española y la negra. Además, se apunta que se sabe poco de la cultura negra porque el Estado mexicano ha borrado la historia y la aportación de los africanos en el país. A esto se suma que, al no estar contemplados en la Constitución, es difícil que estas comunidades puedan acceder a los programas implementados por el gobierno.

El quinto punto del decálogo lo deja claro: “somos parte de una cultura viva y continuamos recreando todos aquellos elementos que nos dan sentido de pertenencia como las danzas, ritos, gastronomía, curandería, narrativa, música, y ello nos hace una cultura diferenciada del resto del país”. Es que, en efecto, los negros de México tienen manifestaciones culturales importantísimas. Muchas de ellas han echado raíces y permeado hondamente algunos de los símbolos de la identidad mexicana.

Otra vez: somos más negros de lo que pensamos.

Danzas, sones, ritos

Un artículo de México Desconocido habla de las danzas negras que se llevan a cabo en la Costa Chica, más específicamente en comunidades de Guerrero. Una de ellas, la de los diablos, es descrita como una de las más potentes en términos simbólicos y estéticos. ¿La razón? La vestimenta y el trance de los danzantes. Hay que mencionar también la danza de artesa, ejecutada sobre un gran cajón de madera que tiene labrada la cabeza de un toro o caballo en uno de sus extremos, y en el otro tiene labrada una cola.

La música es otro tema importante, allí podemos palpar la profundidad con la que la cultura negra ha arraigado entre nosotros. El son jarocho, género que identificamos inmediatamente con Veracruz, pertenece a la cultura afrodescendiente. Su origen se remite a la época de la Colonia, cuando se mezclaron las tres raíces ya mencionadas: la española, la indígena y la africana.

Mónica Maristain escribió un gran artículo sobre la música negra en México y sus efectos en la cultura nacional. No es sencillo diferenciar lo negro de lo español o de lo indígena en nuestras manifestaciones culturales: el tiempo ha entretejido cada una de las raíces. Ernesto Márquez, coordinador artístico del Festival Afrocaribeño, dice de la música negra en México que “claro que existe, mezclada con nuestra propia música mestiza e india, más bien diluida diría yo entre nuestros ritmos tradicionales. Pero por supuesto que en gran parte de la música mexicana hay géneros de raíz africana”. También mencionó que “hay que recordar la presencia en el Golfo de México del hombre negro, incluso en tiempos pre-colombinos y quienes dejaron como legado la expresión musical de los tamborileros, formada por tres tambores afro –uno mediano, uno grave y otro chico– que también se usa en la rumba cubana y que en nuestro país se mixtura con una flauta indígena”. ¿Existe una noción más clara de la mezcla de raíces en nuestras expresiones culturales?

Alejandra Robles, “la Morena”, cantante oaxaqueña representante de la música de raíces africanas, menciona que se ha dejado en el olvido música de la Costa Chica. Ella habla de discriminación: “a mis paisanos, cuando van a hacer un censo, no los toman como afromexicanos, sino como indígenas. En el último censo, los pobladores pusieron en la puerta un cartel que decía que querían ser contados como negros y no como indios, porque eso somos: somos negros, negros de la Costa Chica”.

Poseemos, pues, una tercera raíz: la africana. Nunca será tarde para derribar los efectos más nocivos de la historia oficial, esos que borran la agencia de un pueblo, una cultura entera. Asimilar nuestra herencia negra implica, por principio, dejar de ignorar la presencia de estas comunidades en el país. Más allá de eso, deberíamos buscar la forma de gestar programas y leyes específicas para la protección de la cultura negra en México. Sin representación jurídica, ellos viven en extremas condiciones de vulnerabilidad.

Y siempre, siempre habrá que volver a la música, a la danza, a aquello que habita las entrañas de nuestro país y lo constituye desde adentro.

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