¿Dónde está nuestro “Cazuela Valley”?
Este año estuve en el Festival de Innovación más grande del mundo (SXSW) en Austin, también tuve el privilegio de visitar las oficinas de Google y otras empresas tecnológicas en Silicon Valley, me reuní con académicos de prestigiosas universidades y participé en rondas de inversionistas en Chicago, frente a frente con las empresas top de tecnología a nivel global. La conclusión fue siempre la misma: en Chile no tenemos nada que envidiar; tenemos el talento, la infraestructura y los recursos para ser una potencia mundial en el ámbito de la tecnología. Sin embargo, no lo estamos siendo.
Entonces, ¿qué está pasando?, ¿en qué nos estamos equivocando? ¿dónde están nuestros “unicornios”? ¿dónde está nuestro “Cazuela Valley”?
Si analizamos la situación de nuestro país, el diagnóstico parece alentador: la tercera edición del Índice de Competitividad Digital elaborado por el International Institute for Management Development volvió a situar a Chile como el país mejor posicionado en Latinoamérica en competitividad digital. Sumado a esto, la economía chilena se perfila como una de las más estables de la región (si no la más estable) durante los últimos años y según el último informe de Lavca (The Association for Private Capital Investment in Latin America) el 2018 Chile se llevó un 10,6% de las inversiones en fondos de capital de riesgo en Latinoamérica (esto sin incluir los fondos adjudicados por Corfo), sólo detrás de Brasil y México, que concentran un 55,9% y 20,5% de la inversión, respectivamente.
Sin embargo, pese al favorable panorama que vivimos, no contamos con ningún “unicornio” en el ámbito de la tecnología (el único “unicornio chileno es Crystal Lagoons), a diferencia de lo que sucede en Brasil, Argentina, Colombia o México, donde el valor de algunas ya supera con creces el billón de dólares (pese a que con suerte sobrepasan los 15 años de existencia).
Cuando pienso en la industria TI chilena, también siento la falta de un gremio potente que congregue y visibilice a las empresas TI en nuestro país. Pese al tremendo esfuerzo que realizan Chiletec y la Acti, si nos comparamos con algunos de nuestros vecinos, donde existen cámaras como la CUTI (Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información) en Uruguay (país tres veces más pequeño que Chile), que cuenta con más de 390 miembros o la CESSI (Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos) en Argentina, que reúne más de 800 empresas y concentra más del 80% de los ingresos del sector, es inevitable sentir que a nuestra industria aun le queda un enorme camino por recorrer.
Como bien lo mencionó Pedro Pineda, CEO de Fintual, en una columna en El Mercurio, publicada el 2 de octubre de este año, “Capital en Chile sobra. Falta que inversionistas y emprendedores perdamos el miedo a fallar. Que aprendamos a perder dinero. Y a no temer competir contra los mejores del mundo”. Esta idea puede parecer simple, pero va a lo más profundo de cómo está constituido nuestro ADN, con ese miedo y esa desconfianza que tanto nos caracteriza y que nos limita profundamente, a nivel personal y empresarial. Nos falta creer en las personas, en su talento y sus ideas. Necesitamos confiar, en el otro y en nosotros mismos.
Este mismo ADN se ve reflejado en nuestros gremios de tecnología, donde no somos capaces de unirnos y trabajar en equipo, de potenciar nuestras ideas y las del vecino, de ser parte de algo grande. No hemos aprendido mucho. Estamos en la época del código abierto, de la nube, de los tutoriales, una época donde el conocimiento es público y las oportunidades son para todos. En Chile seguimos trabajando en silos, con desconfianza y miedo de la competencia. Necesitamos unirnos, celebrar los triunfos de Cornershop, de NotCo, de Fintual, de Burn to Give, aprender de ellos y de tantas otras que nos potencian, no solo a ellas mismas, sino a todos, a la industria TI, a nuestro gremio.
Como emprendedores en el mundo de la tecnología, en Option hemos tenido que fracasar muchas veces antes de confiar en nosotros mismos, en nuestras ideas y nuestros proyectos, pero cada día estamos más convencidos de que las soluciones tecnológicas no tienen límites y que triunfan los que se atreven, los que innovan, los que no tienen miedo a equivocarse y aprender de sus errores.