VI. La roca solar

Susana Zavala
Otro mundo
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4 min readOct 20, 2015

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Han pasado días y días desde que conocimos a los lobos y soñé con las nubes, apareciendo en la rama de un abedul. Pareciera que luego de ese encuentro el tiempo se detuviera y el bosque nos contuviera para no dejarnos ir.

El barco no se ha movido, incluso ha dejado de flotar y yace, como si estuviera muerto, sobre la hierba donde se detuvo cuando llegamos.

Los días son parecidos, todos. Aunque todo transcurre en paz siento una extraña melancolía que no me deja estar del todo tranquila. Hay algo que falta, o que sobra, y no se explicar muy bien qué es.

Algunos días salimos a caminar y recorremos grandes distancias, sin hablar mucho, mirando el bosque que pareciera se repite infinitamente: claros, pequeñas cuevas, altísimos abedules, maleza, helechos. La humedad constante hace que mi cabello y mi ropa siempre estén fríos, ligeramente impregnados de agua y esa melancolía. Por eso no se va.

El hombre solar no parece estar del todo mal, pero he podido darme cuenta de que, poco a poco, ha dejado de hablar. Cada vez más, se dedica a guardar silencio y observar todo a su alrededor, contemplativo, estático.

Betula es la única que parece no darse cuenta de la humedad. Ahora que lo pienso, siempre está seca y radiante. Comienzo a creer que es como uno de los abedules que nos rodean, que debió haber nacido de sus ramas, que algún día cayó como semilla y, en lugar de echar raíces, comenzó a gatear y a comer hojas secas.

No se qué me pasa. Mis pensamientos divagan como deambulamos por el bosque. Creo que me pasa nada.

Uno de esos días estábamos en el campamento. Betula había ido a buscar cualquier cosa y él trataba de encender el fuego que se había apagado con la humedad de la madrugada. Yo estaba recostada en la cubierta del barco, sin ganas de algo en concreto, contemplando los tenues rayos de sol que se colaban por las copas de los árboles.

Empecé a sentir que los rayos aumentaban de intensidad, nada fuera de lo común si pensamos que una nube se ha movido de lugar. Siguieron aumentando, comenzaron a calentar mi cara, mis manos. Era una sensación agradable tomando en cuenta que hacía muchos días todo era humedad del bosque.

Estaba absorta disfrutando y no me di cuenta lo que estaba pasando a un lado del barco hasta que un aullido, profundo y grave, me alertó. Miré hacia afuera del barco y vi a los lobos reunidos, un tanto alterados, rodeando al chico solar que, estático, miraba con los ojos abiertos directamente al sol. Esa mirada era parecida a la que tenía cuando lo encontré, solo que ahora no estaba vacía.

Betula había regresado y miraba, atenta, lo que pasaba, a cierta distancia. Bajé de un salto y me acerqué rápidamente al círculo de lobos. No me dejaron pasar pero desde donde estaba podía notar que en los ojos de sol había un reflejo que no parecía normal. Los ojos de nadie pueden reflejar la luz solar de esa manera.

Me di cuenta de que hacía calor. Además, el viento soplaba cada vez más fuerte, moviendo las ramas de los abedules de manera cada vez más violenta. — ¿Qué está pasando?

De pronto, el suelo comenzó a sacudirse. En unos segundos me costó mantenerme en pie y caí al suelo. Los lobos aullaban, alterados. Betula se abrazó fuertemente al tronco de un pequeño árbol cercano. Todo se movía, por un momento pensé que el mundo se iba a voltear. Pero lo que pasó fue que una roca, enorme, comenzó a elevarse entre tronidos y nubes de polvo y piedras, justo debajo del chico solar. Lo elevó y él no pareció inmutarse, ni se movió siquiera: seguía mirando directamente al sol, que resplandecía calentando todo más que nunca.

Luego de un rato, las cosas comenzaron a calmarse. Dejó de temblar, el viento paró y los lobos dejaron de aullar. Él seguía sobre la roca, enorme, mirando hacia arriba, sin moverse. Los rayos solares volvieron a brillar tenues. La humedad regresó en forma de una bruma tibia.

Betula se acercó a mí, tranquilamente, y susurrando, me dijo: — Es momento. El sol ha despertado a la roca solar.

No tengo idea de lo que habla, pero no parece asustada y eso me hace sentir tranquila.

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