La Fiesta de la Pólvora

Huejotzingo, México por Israel Fuguemann

Ciento cincuenta años de festejar carnaval se dicen fácil, pero para los habitantes de Huejotzingo, Puebla, es todo un logro que les produce orgullo: pues quiere decir que han sabido mantener la tradición heredada de generación en generación y que aún después de siglo y medio, la fiesta y el simbolismo que envuelve a uno de los carnavales más viejos de México se mantiene y cada vez se hace más grande.

Huejotzingo fue un señorío prehispánico montado a las faldas de la Sierra Nevada del volcán Iztaccíhuatl. Reino Tolteca-Chichimeca, dos de las culturas precolombinas predominantes de Mesoamérica que se asentaron en el norte del altiplano mexicano; pero que después la de la colonia y sometidas a la visión del “nuevo mundo”, encontraron en la reconfigurada fe, venida de tierras lejanas, un nuevo eje para darle sentido a sus vidas y creencias.

Hoy el carnaval de Huejotzingo es, en pocas palabras, sincretismo puro; el resultado de la mezcla de dos culturas que no tuvieron más remedio que abrazarse y a dar vida a una nueva cosmovisión del mundo, la mexicana, en todas sus acepciones, y que ha convertido a esta tierra en un hervidero de viejas tradiciones adaptadas y renovadas a la narrativa de la vida latinoamericana.

Esta fiesta enraizada en la religiosidad de sus habitantes convierte las calles en un gran escenario teatral, donde las y los habitantes del pueblo reencarnan y representan en tres grandes actos la historia, cultura e identidad del pueblo. Durante la semana previa al primer miércoles de cenizas, los tres de los sucesos más importantes en la historia de Huejotzingo vuelven a cobrar vida.

Los ingredientes principales de esta celebración son pólvora, adrenalina y comunión; por eso cada año más de 25 mil personas participan en ella, mostrando ese sincretismo en trajes coloridos con bordados a mano, donde guerreros indígenas abrazan triunfantes a bellas doncellas al pie de los volcanes; en las máscaras con barba que representan a los europeos y árabes que llegaron a vivir a este continente desde hace ya casi 500 años; también en la comida tradicional, en los bailes al ritmo de las bandas regionales; en las imágenes religiosas cuya protagonista principal es la Virgen de Guadalupe, que acompaña a los batallones; en los fusiles tallados a mano que retumban excitados en todo momento y sobre en las historias orales que hacen referencia al origen de su fiesta y su pueblo.

Este ensayo forma parte de la edición 2018 de Otros Carnavales, un proyecto de cobertura colaborativa de los carnavales de América Latina y el mundo impulsada por la Red de Fotografía Colectiva. Ante cualquier consulta escribanos a otroscarnavales@gmail.com