Resoplidos e ilusión

Freshers’ Week, la primera semana en Oxford

Oxford University
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5 min readJun 1, 2017

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Jorge Lopez Llorente is an undergraduate at Mansfield College.

Si tuviera que describir Freshers’ Week (la semana de bienvenida para nuevos universitarios), diría que fue ‘resoplidos e ilusión’. Sencillamente, fue ‘burocracia y diversión’, aunque esas dos palabras no deberían aparecer en la misma frase. Aun así, en Oxford en general, pero especialmente durante esa primera semana como novato, todo ocurre simultáneamente y quizás demasiado rápido: el aburrido papeleo y las primeras charlas relajadas; la realidad ordinaria de instalarse y las extrañas pero especiales costumbres de la universidad, como la ceremonia de Matriculación. ¡Ese feliz torbellino que es Freshers’ Week lo mezcla todo!

Soy español, así que al ser un estudiante extranjero mi experiencia fue más emocionante, pero también más complicada. El vuelo a Oxford desde Madrid (de donde vengo) ya fue un suceso importante para comenzar Freshers’ Week. No viajé solo, ya que mi madre vino y me acompañó los primeros días, para que ella pudiera visitar la ciudad y para ayudarme con los temidos procesos burocráticos de entrar en la universidad. Para mí no fue tan chocante como pudo haber sido para otros estudiantes extranjeros, pero fue la primera vez que de verdad me di cuenta de mi nueva independencia. Ahí estaba, arrastrando mis sobrecargadas maletas, con libros necesarios que tuve que guardar en los bolsillos de mi abrigo cuando ya no cabían en la maleta, y yo no estaba acostumbrado a tal incomodidad al viajar, pero es lo que conlleva la vida universitaria y el hecho de que estudio Literatura Inglesa: un peso sobre mis espaldas, literalmente. De todas maneras, incluso después de sentir algo de nostalgia tras despedirme del resto de mi familia, la emoción bullía en mí. La emoción de irse a vivir al extranjero, lo que siempre me había hecho ilusión, se iba a hacer realidad.

Arriving at Mansfield College.

Cuando llegué a Oxford, mi ‘padre’ universitario (un estudiante mayor que nos asignan para ayudarnos en la adaptación los primeros días) vino a echarme una mano con mis maletas. (Gracias Arthur!) Mientras andábamos hacia el ‘college’ con las maletas, me preguntó sobre el vuelo amablemente y me dio algunos consejos con picardía para mis primeros días. Al llegar a Mansfield (my ‘college’), dejamos todo tirado en mi cuarto y me fui corriendo a una reunión de bienvenida a la que ya llegaba tarde. Después, conocí a mis compañeros, que ahora son mi grupo de amigos, y casi no podía creer que fuera tan fácil charlar con ellos desde el primer momento, teniendo en cuenta lo cansados que estábamos todos. Desde el primer día, hubo cargantes tareas y también diversión con gente fantástica; ha sido un cambio en mi ritmo de vida que ha continuado hasta hoy. Me acosté pronto aquel día, hundiéndome en un remolino de cansada excitación.

Los siguientes días estuvieron repletos de eventos organizados, actividades entretenidas y obligaciones. Por la mañana, iría a alguna clase de introducción a cierta biblioteca (y aun así me perdí en la Cámara Radcliffe) o tendría una introducción académica, en la que ya intuía el exigente trabajo que me esperaba. Confundidos estábamos con tanta información en tan poco tiempo, pero cualquier estudiante de Literatura como yo ya estaba alucinando con las bibliotecas y con ganas de meterse en materia con nuevos libros que descubrir. Al siguiente día, después de tantas introducciones, la JCR también organizaba tiempo de ocio, como una Caza del Tesoro, yendo aquí o allá, pasando un buen rato. En parte aturdidos, en parte encantados, el centro de atención de aquella semana fue la feria para novatos (Freshers’ Fair), otra muestra del exceso al estilo Oxford, en la que había millones de sociedades o clubs (que después me mandarían muchos emails irritantes), introduciéndonos a esa parte especial del mundillo estudiantil, aunque desde entonces solo he asistido a un par de ellas.

Students at Oxford University Student Union Freshers’ Fair, Credit: OUImages / Rob Judges Photography.

Disfruté sobre todo de las tardes y noches, con actividades como una trivia, en las que conocí a gente que luego serían amigos cercanos — ¿quién lo hubiera sabido entonces? Me acuerdo con una sonrisa de la noche del miércoles, en la que tuvimos una cena con los tutores. Al principio, estábamos un poco tensos (hay que hacer una buena impresión…), pero la conversación se volvió interesante fácilmente. Luego, los de Literatura Inglesa nos reunimos y jugamos a las cartas, abarrotando una cocina estrecha: una imperfección genial. Al ser un introvertido, me doy cuenta de lo afortunado que he sido por acabar en un ‘college’ tan abierto y amigable, que lo ha hecho todo más fácil. Seguramente, algunos estudiantes en otros ‘colleges’ lo habrán encontrado más incómodo.

Aun así, en esas horas ‘libres’ entre actividades de ocio e introducciones académicas, pronto descubrí que la burocracia es un gran problema para los extranjeros, esos detalles prácticos de los que los británicos no tienen que preocuparse. Afortunadamente, no tuve que enfrentarme a la xenofobia, por la que estaba algo preocupado después del Brexit, pero el papeleo me embistió de todas maneras. Abrir una cuenta en el banco. Esperar a que se abra con éxito. Estos formularios. Sesiones de consejos para estudiantes extranjeros. Esos otros formularios para la embajada española. Comprar el vestido académico, el ‘gown’ (que mis colegas británicos ya consiguieron cuando visitaron otro día antes, cosa que yo no me pude permitir). Etc. (Para estudiantes extranjeros de fuera de la UE, debe ser aún peor, por los visados y tal.) Aparte del limbo burocrático, debo confesar lo tenso que estaba por las obligaciones domésticas, como planchar o lavar la ropa, misterios que sobrepasaban a mi yo del pasado, más torpe y dependiendo de mis padres. Menos mal que muchos de los demás eran tan torpes como yo, así que había empatía. Tras bloquear la lavadora una vez y casi encender las alarmas de incendios por el vapor de la plancha otras veces, lo acabé manejando bien. La independencia merece la pena.

En general, desde el principio, la vida en Oxford se convierte en un viaje a toda velocidad en el que todo se te viene encima todo el rato, los resoplidos y la ilusión. Es un cambio de vida intenso. Este ritmo alocado (¡tan loco que tuve un examen al quinto día de llegar!) no es del gusto de todos. Sea como fuere, para mí fue una incomparable experiencia social, académica y práctica que nunca olvidaré.

Mansfield College, Credit: OUImages / Rob Judges Photography.

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