Oda a Luis D’Elía, el mejor de todos

Cuando la inteligencia política no se mide en intención de voto.

Luciano M Dolber
3 min readApr 26, 2014
Imagen de radiojai.com.ar

La segunda vez que me llamó la atención Luis D’Elía, hablábamos fuera de micrófono sobre la fórmula kirchnerista que debía competir contra Chiche Duhalde en las elecciones legislativas del 2005. El cúmulo de especulaciones me impedía publicar un panorama claro y me sentía algo perdido a varios meses de los comicios. “Cristina-Balestrini”, me dijo, sin dudar un segundo. Luego ensayó un largo análisis político sobre la conformación del voto en la provincia de Buenos Aires. No tenía información, sólo la certeza de que esa dupla -que finalmente fue la elegida- era la indicada para ganar, como finalmente ganó.

Un año atrás habíamos empezado hablar de piquetes y manifestaciones sociales, en el inicio del kirchnerismo. “Quiero que tengamos una buena relación”, le comenté. Me tocaba cubrir todo lo que tuviera que ver con protestas para Infobae. “No entendés: vos a mí me tenés que hacer mierda. Te conviene a vos y me conviene a mí. ¿O vos te creés que a mí me vendría bien que Hadad hable bien de mí?”.

Daniel Hadad, en ese entonces flamante dueño de Canal 9, lo había convocado junto a otro piquetero de renombre -Juan Carlos Alderete, de la Corriente Clasista y Combativa- para ser columnistas del noticiero, pero ambos habían rechazado la oferta. Mientras Hadad intentaba una falsa pluralidad, ellos estaban convencidos de que los sectores a los que representaban -incluida una parte del kirchnerismo- necesitaban mostrarse enfrentados con él.

Volví a hablar varias veces con D’Elía. Lo visitaba en distintas sedes sindicales y se divertía dándome información que lo “perjudicaba” conmigo y mi audiencia de derecha. Que viajaba a ver a Hugo Chávez. Que lo habían convocado de África para dar clases de piqueterismo. Me anunciaba marchas en exclusiva y me sacaba de apuros cada vez que no tenía notas. “Luis, tirame un título que rompa todo, una bomba”. Y D’Elía cumplía, siempre. Se divertía, le servía.

Milímetros

Cuando teníamos que hablar de política, nunca se equivocaba. En 15 años de cubrir eventos, y habiendo conocido a funcionarios y dirigentes de los sectores más diversos, pocas veces traté a alguien con el nivel de precisión para los análisis de D’Elía. Milimétrico. Como un brujo, literalmente.

La inteligencia de D’Elía me asombra. Para cualquiera que lo haya conversado fuera de las cámaras, es un jugador de ajedrez notable que cumple con todos los objetivos que se propone y, mucho más con los que le proponen. Dispuesto a inmolarse por causas que casi nadie quiere ver pasar ni de cerca, D’Elía sabe que hay cosas que le tocan. Que le toca poner la cara. Que le toca decir una barbaridad. No lo hace porque sí: lo hace porque cada paso que da, cada palabra que lanza, es parte de un plan bastante más amplio.

Después, si juega donde le gustaría a la mayoría, si su forma de hacer política es la que elegirían los demás, es otra discusión. Hace tiempo que él decidió no correr detrás de la aceptación de la opinión pública. Hace tiempo, y bastante antes que los demás, comprendió su rol en los medios es diferente al de un militante tradicional que busca una carrera de elección tras elección.

Hace tiempo además que no hablo con él. No tengo idea por qué habrá salido a gritarle al “zabeca de Banfield”. De lo que estoy seguro es de que no fue un impulso. Una locura. Un rapto de ira. D’Elía cuida su discurso más que Obama. Más que Cristina. Más que cualquiera. Dice lo que necesita para lo que necesita. No es poco.

--

--