No existen historias de amor…
Así estuvimos. Todo el tiempo buscando un final feliz. Juntando besos y llamadas, abrazos y sonrisas. Creyendo que si guardas una foto la memoria queda viva. Nos equivocamos… Todo mal. Lo importante no era el final feliz, no era el principio, no era como comenzaba o como terminaba… Era todo lo que pasaba mientras tanto.
Porque si escuchas bien hasta el silencio suena. Y es que no todos tus silencios sonaban igual. Estaba ese que pasaba antes de darte un beso, ese otro cuando te abrazaba y pegabas con toda tus fuerzas tu cabeza contra mi cuerpo, ese silencio cuando solo te veía sonreír y no decíamos nada. Pero siempre había ese otro, uno tan diferente, que sonaba tan fuerte, tan asqueroso. Era el silencio que dejabas cuando te ibas, cuando cerrabas la puerta y me quedaba solo, ya no contigo. Yo y tu maldito recuerdo. El cabrón ese que dejabas, el que no paraba de gritar tu nombre y poner esa canción en mi cabeza que suena cada vez que pienso en ti.
Son esas cosas chicas, pequeñas, insignificantes, como dos palabras un “tal” y un “vez” que por si solas no valen nada, pero si las juntas todo se vuelve factible: volverte a ver, tenerte, todo queda abierto, todo es un “tal vez”… todo entre tú y yo se vuelve posible. Pero no nos gustó verlo así, porque en la vida no existen historias de amor que terminan en “tal vez”.
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