La moralidad del lenguaje

BurguerCangreburguer
6 min readJun 25, 2015

¿Hablar en otro idioma te hace una persona más moral?

Te puede golpear fuerte una tragedia, pero eso no quiere decir que no se pueda sacar algo bueno de ella. Cuando su perro fue mortalmente atropellado por un coche frente a su casa, Frank sintió curiosidad por cómo podría saber Fido. Así que lo cocinó y se lo cenó. Fue una decisión no dañina, pero de todas formas, sería comprensible considerarla inmoral. O pongamos por caso el incesto: un hermano, usando condón, y su hermana, que toma medidas anticonceptivas, deciden tener sexo. Lo disfrutan pero lo mantienen en secreto y no lo vuelven a hacer. ¿Es su acción moralmente errónea? ¿Si son dos adultos y hay consentimiento, y no hacen daño a nadie, se puede emitir un juicio moral?

Junto con un estudiante haciendo trampas en un examen y una mujer que hace trapos de una bandera nacional para limpiar su wáter, Janet Geipel, de la Universidad de Trento en Italia, presentó estos escenarios ficticios a estudiantes universitarios germáfonos, italófonos, y anglófonos en su idioma nativo y en un segundo idioma que hablaban casi con fluidez. Lo que Geipel descubrió en su nuevo estudio de julio de 2015 es que «el uso de una lengua extranjera, frente al de la lengua nativa, dio como resultado juicios morales menos severos». También concluyó que cuando se habla una segunda lengua se crea una distancia entre temas emocionales y morales.

Es menos probable que una persona actúe menos emocionalmente y más racionalmente cuando hablan su segunda lengua, según Geipel. Nelson Mandela pareció haber entendido esta dinámica hace décadas cuando dijo: «Si hablas a alguien en un idioma que entiende, eso va a su cabeza. Si le hablas en su idioma, eso va a su corazón».

La cuestión de si el lenguaje influye en la moralidad es desesperadamente importante: si las decisiones morales dependen del idioma en que se enuncian, entonces las decisiones de las personas que han de trabajar en un idioma extranjero a diario — inmigrantes, corporaciones e instituciones internacionales — tendrían que ser re-evaluadas. Tanto si es Goldman Sachs en Paris o Naciones Unidas en Burma, las decisiones tomadas por personas hablando en sus idiomas no nativos parecen estar menos concernidas con la moralidad y más con la racionalidad y el utilitarismo.

Las decisiones morales tienden a ser tomadas usando dos procesos de pensamiento — uno subconsciente, uno consciente — . El contenido emocional de un dilema se entiende subconscientemente primero. Uno reacciona al contenido emocional de una situación sin darse cuenta. Si oyes algo sobre incesto entre hermanos, sientes disgusto emocional: no lo razonas, sólo reaccionas. El segundo paso es la evaluación consciente. Esto conlleva racionalidad, esfuerzo y control cognitivo. Si piensas más en el incesto o en comer perro muerto, te das cuenta de que nadie está siendo dañado y que sólo porque algo sea peculiar no tiene que significar necesariamente que sea inmoral.

Geipel cree que la toma de decisiones morales en una segunda lengua no cambia significativamente esta dinámica consciente-subconsciente. «Los hallazgos presentes no son consistentes con la idea de que el idioma extranjero promueva un cambio de los procesos intuitivos a los controlados», escribe, «más bien sugiere que los procesos intuitivos continúan activos». Lo que esto significa es que una persona puede ser más moral cuando habla su primer idioma y más racional cuando habla el segundo, pero aún está tomándose el tiempo necesario para analizar a fondo sus decisiones.

Boaz Keysar de la Universidad de Chicago y Albert Costa de la Pompeu Fabra en Barcelona llegaron a una conclusión similar. En 2014, Keysar y Costa presentaron «el dilema del tranvía» — donde empujando a un hombre a las vías del tren puede salvar de la muerte a otras cinco personas (sacrificando uno por cinco) — a más de mil personas en cinco idiomas distintos. Encontraron que las personas que leyeron el escenario en idiomas no nativos fueron más proclives a empujar al hombre que los que lo leyeron en su lengua materna. Leyendo en su idioma nativo, el 20 por ciento de los participantes empujaría al hombre; leyendo en idioma no nativo, el 33 por ciento le empujaría.

De forma similar a Geipel, Keysar y Costa concluyeron que la carga cognitiva requerida para entender un escenario en una segunda lengua crea una distancia emocional y, cuando se habla en una segunda lengua, se tiende a procesar los dilemas morales consciente y racionalmente más que subconsciente y emocionalmente.

Esta dinámica consciente-subconsciente de la moralidad se puede ver en otras situaciones. En 1986, Michael Bond y Tat-ming Lai encontraron que los bilingües chino-inglés estaban más abiertos a hablar de temas vergonzosos, tales como información sexual íntima, al charlar en su idioma no nativo. Y en 2010 Jean-Marc Dewaele encontró que los multilingües de Reino Unido preferían maldecir en su segunda lengua, afirmando que eso les permitía escapar de restricciones culturales y sociales.

«Alegoría de la moralidad de las cosas terrestres» Tintoretto, 1585

Y aún Keysar y Costa hallaron que la toma de decisiones morales podría, alternativamente, ser función no sólo del lenguaje, sino también de las normas culturales asociadas con ese lenguaje.

Por ejemplo, Keysar y Costa pidieron a hablantes españoles, coreanos, franceses, hebreos e ingleses que opinasen sobre la decisión del tranvía tanto en su idioma nativo como en uno no nativo que hablasen casi fluidamente. Cuando se les preguntó a los nativos coreanos en coreano sobre el dilema, ni una sola persona eligió empujar al hombre a la vía. Sin embargo, cuando se les preguntó en inglés, un 7,5 por ciento tomó la decisión utilitaria de empujarle, sugiriendo que hablar coreano le hace a uno menos agresivo y menos dispuesto a sacrificar activamente una vida. Alternativamente, cuando nativos anglófonos hablaban español, se volvían más agresivos y eran significativamente más proclives a empujar al hombre para salvar a los otros cinco que cuando hablaban en su inglés nativo, sugiriendo que hablar español podría hacerle a uno más agresivo y utilitario.

Cuando alguien trabaja en su lengua materna, lee o escucha un escenario moral como el dilema del tranvía o la historia sobre comer perro, reacciona inmediatamente. Pero trabajar en un idioma no nativo parece crear una barrera que las emociones han de traspasar.

En muchos sentidos, esto puede ser un cambio positivo: cuando los juicios de inmoralidad se basan en cosas que nos hacen sentir «raros» o «alterados» subconscientemente, suele seguirle una norma sesgada.

¿Debería prohibirse a las personas gays o transexuales casarse porque inicialmente le parece «bizarro» a algunas personas? ¿Debería negarse la contracepción a las mujeres porque es «diferente» o porque el sexo pre-marital hace sentir «incómoda» a cierta gente? Si no se está dañando a nadie con una acción, raramente se puede considerar inmoral. Si se piensa en estos dilemas morales racional y conscientemente, ¿podría ser la decisión resultante diferente que si meramente se reacciona inmediata y emocionalmente?

Parece probable. Y aún así, como mostró famosamente la psicóloga Nalini Ambady, es extremadamente difícil sobreponerse a nuestra reacción inicial. La primera percepción tiende a colorear todas las percepciones futuras, y las primeras percepciones ocurren tan rápido que raramente tenemos la oportunidad de superarlas.

Esta es la importancia de un lenguaje no nativo: si los escenarios moralmente ambiguos son abordados con una segunda lengua, entonces el sesgo subconsciente inicial podría no entrar en juego. Todas las decisiones podrían tomarse consciente y racionalmente. Hablar un segundo idioma, por tanto, puede ser una de las cosas más morales que puedes hacer.

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