Lecciones de un perro viejo

BurguerCangreburguer
3 min readSep 4, 2014

Hace dieciséis años, cuando Clinton aún era presidente, y Google todavía estaba a un mes de su lanzamiento, nació un sabueso grande y torpe llamado Clyde.

Su vida comenzó de una forma bastante terrible.

Por lo que yo sé, pasó sus primeros meses atado a una cerca. En algún momento, se cortó en una pata con ella y sus propietarios lo dejaron allí, como un tembloroso montón de orejas y heridas abiertas en la tierra. Por suerte, alguien se dió cuenta y, lo más importante, hizo algo al respecto.

No sé los detalles de su fuga. No estoy seguro de querer saberlos. Es muy doloroso imaginar la crueldad que tuvo que soportar. Sólo sé que, gracias a un compañero del supermercado donde trabajaba durante la universidad, terminó en el asiento delantero de mi coche, con su pata recién cosida hinchada como una pelota de béisbol.

Le cambié el nombre por el de Fletch. No discutió.

Durante 15 años, Fletch y yo nos teníamos el uno al otro. Dueño y perro. Paseador y paseado. Recogedor y defecador. Acabé la universidad. Conocí a mi esposa. Me mudé de casa en casa. Tuve un hijo. Hice carrera profesional. Hice lo que hace todo el mundo: crecí.

¿Y Fletch? Engordó. Adelgazó. Comió fuegos artificiales y cinco libras de muslos de pollo crudo. Ladró a las abejas. Persiguió ratas en Baltimore. Contrajo diabetes. Tuvo cáncer. Se puso mejor. Se hizo viejo.

Fletch se ha convertido en un símbolo peludo del paso del tiempo — de mi vida y de la suya. Experiencia y arrugas. Pelo gris y cicatrices. Ambos hemos tenido una buena ración de todo eso.

Hoy, en su cumpleaños número 16 — que es lo que dicen sus antiguos registros del veterinario — voy a hacer lo que se hace cuando uno ve que se acerca el final de una era: voy a esforzarme para poner todo esto en algún tipo de contexto. Como Fletch ya ha durado 3 años más allá de su fecha de caducidad, sé que hay bastantes posibilidades de que éste sea el último cumpleaños que paso con él. Está más lento. Está prácticamente sordo y ciego. Camina en círculos por el parquet durante toda la noche como un alma en pena ruidosa y senil.

Y aunque probablemente ya no sabe dónde está, me ha enseñado más que la mayoría de la gente. Espero poder articular estas lecciones tan bien como lo ha hecho él:

No hagas que otros carguen con tu equipaje.

Fletch fue abusado y olvidado. Maltratado y abandonado. Y sin embargo, nunca ha mordido a nadie. Es amable y leal, y se acerca a todo el mundo como si nunca le hubiesen herido antes.

Conserva tu energía.

A Fletch le gustan las siestas, como a la mayoría de los perros. Entiende que la vida es una carrera de fondo. Hay más tiempo de lo que unopiensa — y no hace ningún bien forzarse hasta el límite. Las siestas hacen que esos momentos en que corres como loco por el patio o lanzas un juguete por el aire sean mucho más estimulantes.

Sé tú mismo — porque eso es suficiente.

Fletch no es duro ni es bonito. Y no es especialmente inteligente. Pero está satisfecho. No se avergüenza de quién es — él simplemente es. Y por eso es aún más amado.

Ten claro quién te da de comer.

9 de cada 10 veces, soy yo quien alimenta a Fletch. Él lo sabe y es por eso que en realidad sólo me escucha a mí. A su manera perruna, es agradecido, creo. Me imagino que todos podemos aprender a ser mucho más leales, amables y dedicados a las personas que se esfuerzan en hacer cosas por nosotros.

Hazte viejo, pero no envejezcas.

Fletch no sabe que hoy es su cumpleaños. No tiene miedo de envejecer. Simplemente vive cada día, y el siguiente, y el siguiente. Una siesta, una comida, un pedo, cada uno a su tiempo. Mi cumpleaños es dos días después del suyo y, por primera vez en 37 años, no voy a obsesionarme con ello. Los años sólo significan algo si está llevando la cuenta. Y a partir de hoy, dejo de contar.

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