¿Hay un boom del periodismo en cómic?

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9 min readApr 25, 2016

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Fragmento de Notas al pie de Gaza, de Joe Sacco.

Por: Rafael Grillo

Tras incluir a Barcelona. Los vagabundos de la chatarra en una lista de los mejores quince tebeos publicados en España durante 2015, escribe Iván Galiano para la revista Jot Down que “la virtud más importante del libro es la lealtad a los principios básicos del periodismo, algo que en los tiempos actuales parece un lujo”. Y realza el trabajo conjunto de Jorge Carrión (guionista) y Sagar (dibujante) porque “ofrecen multitud de fuentes de información y defienden la entrevista como exposición de información desde el relato textual y el retrato expresivo de los entrevistados”.

Para Galiano es “una gran noticia” la aparición de este reportaje en viñetas y especula: “Normalmente, cuando asociamos cómic y periodismo el primer nombre que viene a la mente es indiscutiblemente Joe Sacco. La escasez de trabajos periodísticos desde el cómic como medio es tal que casi da la impresión de que sea un rasgo de autor del propio Sacco en exclusiva y no todo un género a explorar por periodistas y dibujantes trabajando codo con codo”.

Sobre la necesidad de citar al periodista natural de la isla de Malta no hay objeción alguna –de hecho se volverá a él más adelante –. Sin embargo, presentar a Carrión-Sagar como acompañantes excepcionales de un navegante solitario nombrado Joe Sacco, luce excesivo en estos tiempos y justo para demostrarlo es que se ofrecerán múltiples ejemplos a continuación.

Sin salir del entorno ibérico inmediato a Galiano, cabe mencionar la serie gráfica estrenada desde octubre de 2015 en El País digital, donde las viñetas dibujadas por JOTA han hecho “cobertura” lo mismo del grito independentista de los catalanes o el fenómeno Trump, que de sucesos como la visita del Papa Francisco a México, la captura del Chapo Guzmán y los Papeles de Panamá, sin obviar la nota roja del misterio del delfín madrileño, o hasta la campaña de salud acerca del virus Zika. Paco Roca, quien despuntaba ya en el cómic de historias reales desde El invierno del dibujante (publicado en 2010 por Astiberri Ediciones y ganador de los premios a Mejor Guión y Mejor Obra de Autor Español en el Salón del Cómic de Barcelona 2011), participó también en esa sección con El cubano que no regresó del frío: crónica gráfica sobre isleños que vieron su oportunidad cuando el desplome de la URSS. Y en anuncio reciente colocado en el propio diario español, se advertía de la puesta en venta de Che. Una vida revolucionaria, versión del polémico libro del periodista Jon Lee Anderson, con los trazos de José Hernández dándole el toque de novela gráfica.

Fragmento de Che. Una vida revolucionaria, de Jon Lee Anderson (texto) y José Hernández (ilustraciones).

Si nos trasladáramos hacia la cueva de Lascaux, en La Dordoña francesa, y retrocediéramos el reloj hasta la hora del Paleolítico, comprobaríamos que el proto-cómic nació aferrado a la no ficción. En esas escenas de hombres antiguos a la caza de antílopes y búfalos se manifiestaba ya la vocación de referencia a la realidad que subyace en la génesis de un arte narrativo en imágenes.

Con una exhibición maravillosa de cómic puesto en función de “artículo de divulgación”, Dan Archer, miembro del colectivo Graphic Journos, nos explica What is Comic Journalism? y nos descubre que el reconocido como “Noveno” Arte se adelantó al aún nonato “Séptimo” (cine) y el todavía en pañales “Octavo” (fotografía), durante el siglo XIX, cuando fue adoptado por los periódicos para el reflejo ilustrado de la actualidad. Medios como el Illustrated London News y el Harpers Magazine apostaron a verdaderos “reporteros” –es el caso de Thomas Nast–, que en vez de entrevistas hacían bocetos al natural sobre el terreno de acontecimientos como la campaña militar de Garibaldi en Italia o la Guerra Civil Americana.

What is Comic Journalism?, de Dan Archer.

Durante la primera mitad del XX, los fotógrafos sustituyeron a los dibujantes y la viñeta en el ámbito periodístico se confinó a la caricatura política o los funnies (tiras infantiles). Por otra parte, la evolución de la narrativa secuencial con fusión de imagen y texto, a la postre intitulada “cómic”, eclosionó en el seno del pulp y la cultura de masas a partir de fantasiosos argumentos con superhéroes germinados para servir de alivio inconsciente al temor por conflagraciones mundiales, amenazas rojas, invasiones extraterrestres y guerras frías. Pero ya hacia la década del sesenta se experimentaría un nuevo “retorno de la realidad”.

Precedido por la censura del Comic Code y la crisis de la historieta comercial, junto a la puja del cómic por alcanzar la adultez tanto en la expresión artística como en sus temáticas, emergió el movimiento del “Cómix”. Esta fue una corriente underground, alternativa, que dio la cara ante la incuestionable “explosión de lo real” de ese período histórico signado por la guerra de Viet Nam, los hippies y la contracultura, el destape erótico y las reivindicaciones de raza y sexo, en lo sociopolítico; y por los aires acunados en vanguardias estéticas europeas en pos de una “aureola del Autor”. Memorias, autobiografía, crónicas cotidianas, retratos de seres reales y no de encapuchados con superpoderes es lo que van a ofrecer tipos como Robert Crumb, Harvey Pekar, Gilbert Shelton, Robert Crumb, Peter Bagge, Charles Burns…

Como máxima evidencia del realismo de alto octanaje llegado al cómic para quedarse, en 1992 la simpar Maus de Ars Spiegelman recibió el Premio Pulitzer. Con las potencialidades expresivas y simbólicas del cómic (judíos con cabeza de ratón y gatos alemanes) y estratagemas discursivas del periodismo (entrevista y crónica) se cuenta ahí la tragedia del pueblo hebreo bajo la barbarie nazi y su huella en la emigración forzosa y los conflictos generacionales de padres e hijos.

Después es que aparece Joe Sacco, el que en Palestina (1995) documenta en primera persona el conflicto entre esa nación sin patria e Israel; se viste de cómic-reportero de guerra en El mediador. Una historia de Sarajevo (2003); y regresa a la tierra de sus desvelos en Notas al pie de Gaza (2009) para investigar una horrenda masacre perpetrada por las tropas de ocupación.

El mediador. Una historia de Sarajevo (2003) y Palestina, cómic-reportajes de Joe Sacco.

Sacco y sus auténticas gemas del reportaje narrativo y de investigación bajo forma de historieta vienen a confirmar la eficacia de un maridaje intermedial. Pero no están solas en el patrimonio del nuevo siglo. El canadiense Guy Delisle reinventa “en muñequitos” la crónica de viajes con Shenzen (2000) y Pyongyang (2003). Desandar las rutas de la memoria para brindar una crónica más emotiva, autobiográfica, se hace presente en la novela gráfica Persépolis (2000), de la iraní Marjane Satrapi; y en Camino a Auschwitz (2014), serie publicada en la revista Brando por el guionista argentino Julian Gorosdicher (con dibujos de Marcos Vergara). El propio Gorosdicher, a dúo con Augusto Mora, ofrece dramas urbanos (Las noches de la calle Cuba y Muerte en las vías) para ediciones de 2014 del diario mexicano El Universal. La combinación del ojo de la cámara y el ojo del artista gráfico es perfecta en El fotógrafo (2003), de Didier-Guibert-Lefevre, para relatar la cobertura de una misión de Médicos Sin Fronteras al Afganistán invadido por el ejército soviético.

El fotógrafo (2003), reportaje de Didier-Guibert-Lefevre.

Al estilo de Hiroshima, el clásico periodístico de John Hersey, Josh Neufeld sigue a siete personajes antes y durante la catástrofe del Katrina, en el web cómic A.D.: New Orleans After The Deluge. Nick Bertozzi y sus estudiantes de Manhattan reconstruyen Iraq War Stories, del mismo modo que la guerra de Las Malvinas es recordada por César Carrizo en Entrevista a un combatiente. También “entrevistas animadas” son el trabajo que hizo Liniers con el actor Ricardo Darín para La Nación de Argentina, en 2010; y el de Bernardo Fernández (BEF) con los “moneros” Jis y Trino para la revista mexicana Gatopardo, en 2013. Mediante los comics, Alexandre de Maio ha tomado el pulso a las protestas callejeras en Brasil; y con una apropiación muy sensible –Historietas por la identidad (2012)– las abuelas de Plaza de Mayo se valieron de prestigiosos dibujantes para hacer campaña de difusión en su proyecto de reunificar familias separadas por los crímenes de la dictadura.

De izquierda a derecha: Historietas por la identidad; Iraq War Stories, de Nick Bertozzi; y Las aventuras de Jis y Trino, de Bernardo Fernández (BEF).

Desde 2010 tiene lugar en Sao Paulo un Encuentro Internacional de Periodismo en Cómic; y la revista argentina Anfibia promovió en 2013 un Laboratorio de Creación. Llámesele jornalismo em quadrinhos (Brasil), reportage de bande dessinée en la revista francesa XXI/Vingtetun, giornalismo a fumetti por sus promotores italianos del semanario Internazionale, graphic (o comic) journalism en el área anglosajona, o “crónica gráfica” y “cómic periodístico” en Hispanoamérica, parece demostrado que esta modalidad tomó derroteros de multiplicación antes que la de ser reducto para aislados cultores. Este interés no se nota sólo en el mundo occidental sino que ha alcanzado a países asiáticos como Japón y la India.

Claro indicio de su viento a favor es que empiece a llamar la atención del campo teórico. Tal es el caso del investigador español Xavier Melero, que ha escrito un enjundioso ensayo para Eu-topias, donde lo ubica en la tradición del New Journalism y el Periodismo Literario (o Narrativo), y lo clasifica dentro de la categoría “Periodismo Informativo de Creación”. Descuella, igualmente, la revisión desplegada por la mexicana Dra. Susana Escobar Fuentes sobre “Periodismo en historieta en Latinoamérica, propuestas para cambiar al mundo”, publicada en la Revista de Pensamiento Crítico Pacarina del Sur.

El periodismo se trasladó al mundo de los comics”, dice con palabra rotunda Diego Marinelli y a continuación define: “Nada de superhéroes ni fantasías para adolescentes: el ‛cómic periodismo’ es un género para lectores adultos, que toma los recursos clásicos de la crónica (entrevistas, investigación de archivo, fuentes, vivencias en primera persona) y los combina con el despliegue gráfico de la historieta”.

Luego, habrá Periodismo en Cómic para rato, si como asegura el periodista de The New York Times, Chuck Klosterman “esta es una era de no ficción. Todos estamos pasando por un período en el que la brecha entre lo que es real y lo ‘construido’ ha sido tremendamente agravada por la tecnología. Por eso la gente está inconscientemente hambrienta de lo auténtico. Quiere lo real. Y, como resultado, la no ficción tiene más peso (…) Ser un novelista en 2014 es un poco como ser un músico de jazz en 1985”.

A pesar del movimiento global aquí descrito, Cuba –país de otrora fértil tradición en la historieta– está al margen de esta laudable corriente, anquilosado en el dogma del cómic pedagógico y para un público pueril; y encima con un periodismo lastrado por el mal de la propaganda. Harían falta ganas de renovación, audacia para sacudirse el marasmo y la rutina, y la imperativa convergencia entre reporteros y artistas de la gráfica para dar un golpe de timón y cambiar las cosas.

Portada de Bim Bom, autodenominada “Primera Novela Gráfica Cubana”, con guión de Arturo Infante e ilustraciones Reinier Quer.

Por lo pronto, es noticia interesante que la madrileña Diábolo Ediciones haya puesto en circulación Bim Bom. Historias de lucha, con texto de Arturo Infante (guionista de la película Juan de los Muertos) y dibujos del artista Reinier Quer. Ambientada en La Habana nocturna y “profunda”, la de los avatares del comercio sexual, con “pingueros” y extranjeros como protagonistas, no será esta una obra concebida con personajes auténticos y todo el rigor del periodismo; pero no quepan dudas de que la lanzada rimbombantemente como “Primera Novela Gráfica Cubana”, al menos es un espécimen de no ficción.

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