La cultura de la violación: una guía para caballeros

Vanessa Wilbat
13 min readNov 16, 2014

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Si eres un hombre formas parte de la cultura de la violación. Sí, lo sé… suena duro: no eres necesariamente un violador, pero sí perpetúas actitudes y conductas a los que comúnmente nos referimos como cultura de la violación.

Seguramente estarás pensando «Alto ahí, Zaron. ¡Ni me conoces, hermano! Que me parta un rayo si permito que digas que soy un fanático de las violaciones. Yo no soy de esos, amigo».

Sé cómo te sientes. Mi reacción fue exactamente la misma cuando me dijeron que formaba parte de la cultura de la violación. Suena fatal, pero imagínate andar por el mundo siempre temeroso de ser violado. ¡Eso es aún peor! La cultura de la violación es horrible para los que están involucrados en ella. Pero no te obsesiones con la terminología. No te enfoques en las palabras ofensivas e ignores lo que quieren decir: La expresión «cultura de la violación» no es el problema; sí lo es la realidad que describe.

Los hombres somos los principales responsables y sustentadores de la cultura de la violación

Los hombres no son los únicos que violan. Las mujeres no son las únicas víctimas ―hay hombres que violan a otros hombres y mujeres que violan hombres―, pero lo que convierte a los hombres en sus máximos responsables es que estos cometen el 99 % de las violaciones que son denunciadas.

Y , ¿cómo formas parte de la cultura de la violación? Pues ―aunque odie tener que decirlo―, simplemente por ser hombre.

Cuando cruzo un estacionamiento por la noche y veo una mujer caminando delante de mí, hago todo lo posible para que sepa que estoy cerca y a) no se sobresalte, b) tenga tiempo para sentirse segura/cómoda y, hasta donde sea posible, c) pueda acercarme de manera amistosa para hacerle saber que no soy una amenaza. Hago esto porque soy un hombre.

En términos sencillos, le hago saber a toda mujer que me encuentro ―en la calle, el ascensor, las escaleras o donde sea― que la veo para que se sienta segura. Quiero que se sienta tan cómoda como pudiese sentirse si yo no estuviera allí. Tengo presente que cualquier mujer que coincide conmigo en un espacio público no me conoce y, por tal motivo, lo único que ve es un hombre: un hombre que se encuentra repentinamente a su lado. Debo tener en cuenta su percepción del espacio personal y que mi presencia puede hacerla sentir vulnerable. He aquí el factor clave: la vulnerabilidad.

No sé ustedes pero yo no me paso la vida sintiéndome vulnerable. He aprendido que las mujeres pasan la mayor parte de su vida social con sentimientos constantes e inevitables de vulnerabilidad. Detente a pensarlo un momento. Imagínate sentir que estás en peligro constantemente, como si tuvieras la piel de cristal.

Como hombres modernos estamos en busca del peligro; elegimos la aventura y practicamos deportes extremos. Hacemos de nuestra vulnerabilidad un juego. Tanto así difiere la visión del mundo de los hombres de la de las mujeres. (Es obvio que esto lo digo teniendo perfectamente claro que hay una comunidad de mujeres dinámicas que practican deportes extremos que a menudo y de la misma manera ponen en peligro sus vidas. Sin embargo, ellas no tienen que participar en deportes de aventura que aumentan la adrenalina para sentir que están en peligro).

Mido prácticamente seis pies (1.83 m) de estatura. Hago ejercicio y ―podría decirse― estoy en buen estado físico, lo que quiere decir que cuando ando solo de noche rara vez temo por mi seguridad. Muchos de ustedes saben exactamente a lo que me refiero. Muchas mujeres no saben lo que se siente: moverse libremente por el mundo a cualquier hora del día o la noche y sentir que no va a haber ningún problema. De hecho, lo que sienten muchas mujeres es exactamente lo contrario.

Una mujer siempre debe pensar adónde va a ir, a qué hora del día lo hará, a qué hora llegará a su destino y a qué hora volverá, qué día de la semana es, si se quedará sola en algún momento… debe pensar en un sinnúmero de cosas porque hay muchas más de las que nos podemos imaginar. Siendo honestos, yo no concibo la idea de tener que pensar tanto sobre lo que tengo que hacer para protegerme a mí mismo en cada momento de mi vida. Disfruto la libertad de la que dispongo para levantarme e ir de aquí para allá, de día o de noche, llueva o haga sol, a cualquier parte de la ciudad. Como hombres nos damos el lujo de desplazarnos con tranquilidad y libertad. Para entender la cultura de la violación hay que recordar que la mitad de la población no disfruta de esta libertad.

Por esta razón me esfuerzo por usar una expresión corporal transparente y de actuar de manera que minimice el miedo y demás sensaciones que las mujeres puedan sentir. Les recomiendo hacer lo mismo. En serio, es lo mínimo que cualquier hombre puede hacer en un espacio público para que las mujeres se sientan más cómodas en este mundo que compartimos. Basta con que las tengas en cuenta tanto a ellas como a su espacio personal.

Es lógico pensar que es injusto que tengamos que contrarrestar y cambiar nuestros hábitos por el mal comportamiento de otros tipos. ¿Sabes qué? Tienes razón. Es injusto. ¿Es culpa de las mujeres? ¿O es más bien culpa de aquellos tipos que actúan de manera infame y nos hacen quedar mal a los demás? Si te preocupan las cuestiones de ecuanimidad, descarga tu rabia sobre aquellos que hacen que tanto tú como tu forma de actuar sean cuestionables.

Cuando se trata de analizar a los hombres, lo que un hombre es capaz de hacer, una mujer supondrá que eres capaz de hacerlo. Desafortunadamente, esto implica que los hombres seremos juzgados con base en nuestro peor ejemplar. Si piensas que esta clase de estereotipos es pura mierda, ¿cómo reaccionarías si te encontraras una serpiente en el campo, eh?

La tratarías como a una serpiente, ¿no? Esto no es estereotipar: es reconocer lo que un animal es capaz de hacer y el daño que puede infligir. Es la ley de la selva, hombre. Eres un hombre y las mujeres te tratarán como tal.

Ese miedo a los hombres, lógico y comprensible, es responsabilidad tuya. No lo creaste tú, como tampoco creaste las autopistas. Algunas de las cosas que heredamos de la sociedad son geniales, otras forman parte de la cultura de la violación.

Como ninguna mujer puede juzgar de manera acertada tus intenciones a primera vista supondrá que eres como los demás tipos. En el 73 % de los casos la mujer conoce a su violador. Entonces, si ella no puede confiar y evaluar con precisión las intenciones de los hombres que conoce, ¿qué te hace pensar que puede hacerlo contigo, un completo desconocido? La prevención de la agresión sexual no es solo cuestión de mujeres educando a mujeres sobre cómo no ser violadas, sino de que los hombres no cometan el acto.

La prevención de la agresión sexual consiste en que un hombre debe tener claro que un «no» nunca significa «sí»; que cuando una mujer bajo los efectos del alcohol o de alguna droga no responde, no significa «sí»; que el estar en una relación no significa «sí». En lugar de concentrarnos en cómo las mujeres pueden evitar ser agredidas o cómo la cultura de la violación hace sospechosos a hombres inocentes, la pregunta debería ser: cómo los hombres podemos evitar que se cometan violaciones y cómo desmantelamos las estructuras que les dan lugar y modificamos las actitudes que las toleran.

Ya que formas parte de ella, deberías saber qué es la cultura de la violación

Según la página web de Marshall University’s Women’s Center:

La cultura de la violación es un entorno en el cual la violación prevalece y en la cual la violencia sexual contra la mujer se normaliza y justifica, tanto en los medios de comunicación como en la cultura popular. La cultura de la violación se perpetúa mediante el uso de lenguaje misógino, la cosificación del cuerpo de la mujer y de hacer de la violencia sexual algo glamuroso, dando lugar a una sociedad despreocupada por los derechos y la seguridad de la mujer.

La primera vez que una mujer me dijo que yo formaba parte de la cultura de la violación me opuse por motivos evidentes. Como muchos de ustedes quise decir: «Un momento, yo no soy de esos». En vez de hacerlo decidí escucharla. Después fui a ver a una escritora a la que admiro y le pedí que escribiera un artículo conmigo en el que me explicara la cultura de la violación a mí y a lectores hombres. Dejó de contestar mis correos electrónicos.

Al principio me molesté. Más tarde, cuando me quedó claro que no iba a obtener una respuesta, terminé enojándome. Por suerte, sé que es aconsejable no responder cuando se está enojado; los truenos causan asombro, pero es la lluvia la que da vida. Así que dejé que la tormenta amainara y me detuve a pensar al respecto. Fui a dar un paseo, uno de esos que hacen que se me encienda la bombilla.

A manzanas de mi casa, enfrente de un lavadero de autos, se me ocurrió. Si tanto me importaba la cultura de la violación necesitaba salir a descubrirla yo mismo. Ninguna mujer está en la obligación de dedicarme su tiempo por el simple hecho de que quiero saber algo que ella inherentemente comprende. Ninguna mujer tiene el deber de explicarme la cultura de la violación solo porque quiero saber lo que es. Ninguna mujer me debe un carajo. Vi cómo el deseo de que una mujer me satisficiera corría profundamente dentro de mí. Incluso mi curiosidad, una de las cualidades que siempre me ha enorgullecido, estaba contaminada de esa presunción androcéntrica que alimenta la cultura de la violación. Era de esperarse que me satisficieran. Esa actitud es un problema. Así que empecé a leer y seguí leyendo hasta que entendí la cultura de la violación y mi lugar dentro de ella.

Aquí les hago una lista de ejemplos de la cultura de la violación:

  • Culpar a la víctima («Se lo estaba buscando»)
  • Trivializar las agresiones sexuales («Así son los hombres…»)
  • Hacer chistes de contenido sexual explícito
  • Tolerar el acoso sexual
  • Exagerar las cifras de denuncias falsas de violación
  • Escudriñar públicamente la vestimenta, salud mental, motivaciones e historial de una víctima
  • Violencia de género innecesaria en películas y televisión
  • Definir la «masculinidad» como dominante y agresiva sexualmente
  • Definir la «femineidad» como sumisa y pasiva sexualmente
  • Presión sobre los hombres de «tener que acostarse con alguien»
  • Presión sobre las mujeres de no ser tan «frías»
  • Suponer que solo las mujeres promiscuas son agredidas sexualmente
  • Suponer que los hombres no son agredidos o que solo los «débiles» lo son
  • Rehusarse tomar en serio las acusaciones de violación
  • Enseñarle a las mujeres cómo evitar ser violadas en vez de enseñarle a los hombres a no violar

Te darás cuenta rápidamente de que la cultura de la violación desempeña un papel importante en la dinámica social de nuestros días: nuestras interacciones personales giran alrededor de ella. Forma parte de todas nuestras luchas sociables, sociales y ambientales. La cultura de la violación no solo tiene que ver con sexo. Es el producto de la actitud generalizada de supremacía masculina. La violencia sexual es una expresión de esa actitud. Lo repito, no te dejes espantar por la terminología. No te atores en la expresión «supremacía masculina». La expresión no es el problema. El problema es que la cultura de la violación afecta a todos los que están involucrados. Las nociones patriarcales anticuadas de la sociedad impiden que los hombres revelen ser víctimas de la agresión sexual y fomentan el deseo de un hombre de ser percibido como poderoso y agresivo sexualmente.

Ahora que ya sabes lo que es, ¿qué puedes hacer con respecto a esta cultura?

  • Evita el uso de lenguaje que deshumanice o degrade a las mujeres
  • Di algo si alguien cuenta un chiste ofensivo o trivializa la agresión sexual
  • Si una amiga te dice que ha sido violada, tómala en serio y apóyala
  • Sé analítico con los mensajes que recibes de los medios de comunicación sobre las mujeres, los hombres, las relaciones y la violencia
  • Respeta el espacio ajeno incluso en situaciones informales
  • Mantén comunicación constante con tus parejas sexuales, no supongas que siempre hay consentimiento
  • Define tu propio concepto de masculinidad o femineidad. No dejes que los estereotipos guíen tus actos

¿Qué más puedes hacer con relación a la cultura de la violación cuando la vives en carne propia?

1. Los hombres pueden afrontar otros hombres

No estoy hablando de violencia, eso es precisamente lo que queremos evitar. Sin embargo, a veces un hombre tiene que afrontar otro hombre o un grupo de hombres en determinadas situaciones. Cuando estoy en público y veo a otro hombre acosando a una mujer me detengo y me aseguro de que la mujer en cuestión me vea. Mi intención es que se dé cuenta de que soy perfectamente consciente de la situación y de que estoy esperando una señal explícita de ayuda. Unas veces la pareja continúa peleando como si yo fuera invisible, pero en otras ocasiones la mujer me hace ver que necesita apoyo e intervengo. Nunca he tenido que tornarme violento; a veces mi sola presencia hace que el tipo se vaya si es un desconocido o que dé una explicación si se conocen de antes. La dinámica cambia. Por eso siempre me detengo cuando veo que otro tipo molesta a una mujer en público: sea cual sea la razón. Me aseguro de que cualquier mujer, en lo que podría convertirse en una situación violenta, una que puedo estar juzgando incorrectamente, encuentre la oportunidad para hacerme saber que necesita ayuda. Tengo una hermana pequeña de modo que esa respuesta es prácticamente instintiva.

Sin embargo, no solo hago esto con las mujeres. También he actuado así en una discusión afectiva entre dos hombres. Siempre que contemples una situación que parece salirse de control, y especialmente si alguien está pidiendo ayuda o está siendo atacado, debes inmiscuirte. No significa tratar de «separarlos», sino hacerte partícipe, involucrarte, tomar nota de información pertinente, alertar a las autoridades, llamar a la policía. Hacer algo.

2. Los hombre pueden corregir a otros hombres

Si otro tipo empieza a hacer comentarios ofensivos delante de ti puedes decir algo incluso si no hay nadie de esa comunidad en particular sobre la que recaiga el insulto. También es válido cuando alguien usa lenguaje misógino: levanta la voz, dile a tu amigo o a tu compañero de trabajo que los chistes de violencia sexual son una basura y que no los vas a tolerar.

Hazme caso, no vas a perder tu «certificado de virilidad». Si eres mayor de diecinueve y todavía te preocupa el certificado de virilidad, no tienes ni idea de lo que es la masculinidad que despierta admiración. No tiene nada que ver con la aprobación del grupo de gente con la quieres relacionarte; tiene que ver con ser «tu propio modelo de hombre» y de hacer las cosas bien. Te sorprenderá ver la cantidad de hombres que te guardarán respeto por hacer aquello que ellos no se atrevieron a hacer, lo he escuchado miles de veces. No soy policía de la Liga de la Justicia, pero he discutido y seguiré discutiendo con muchos tipos. Después de ocurrido el incidente, algunos de ellos se me acercaban y me decían lo mucho que respetaban lo que hice. Siempre les respondo que, cuantas más veces lo repitas, más fácil se hace levantar la voz. Lo prometo, es cierto.

Nadie está sugiriendo que te la pases vigilando a todo el mundo. No es mi labor hacer que todos vivan según mis reglas. La gente no necesita que les recuerdes cuál es tu opinión acerca de todo lo que dicen y si cumple con tus criterios de conciencia social. Pero cuando un tipo dice cosas pasadas de tono, y lo sabes — todos hemos oído esos chistes — , puedes hacerle entender al tipo que su broma sobre la violación o su analogía «es una puta» son desagradables.

3. Los hombres pueden hacer que otros hombres se callen la puta boca

Pongámoslo así: Estás con un grupo de hombres y uno de ellos empieza a gritarle algo a una chica. Muy sencillo, dile que se cierre la puta boca. No te convertirás en un gamberro por defender a la mujer. Siempre y cuando no estés tratando de ganar puntos por «protegerla», tampoco serás su «príncipe azul». Solo estás haciendo lo correcto. Nadie quiere a un payaso sexista incomodando a una mujer porque de repente se le puso dura. El piropeo es una de las peores exhibiciones de la sexualidad masculina que existen, y esos imbéciles nos hacen quedar a todos como unos completos idiotas. ¿Entiendes eso, no? Hay que ponerle fin a esa mierda.

Trabajando en el campo de la construcción fue como aprendí a alzar la voz ante un grupo de hombres. Tienes que hacerlo, más que nada por respeto a ti mismo. De otra manera no eres más que un ser patético que permite que un hombre maltrate a una mujer delante de ti. Cuando un tipo piropea a una mujer y no dices nada, le has permitido tratarla como un objeto sexual barato para su propia satisfacción y, a la vez, te has convertido en el macarra que le permite maltratar a las mujeres en tu presencia… mientras observas calladamante.

¿Qué pensaría tu abuelo si te viera en esa situación? ¿Estaría orgulloso? ¿Estás orgulloso de ti mismo? El orgullo masculino sirve de algo: úsalo para ser mejor persona. No seas ese canalla cobarde que se deja llevar por las masas para llevarse bien con las masas. Levanta la voz cuando alguien piropee a una mujer enfrente de ti, dile que se calle la puta boca. Como hombre tienes poder: úsalo, los hombres respetamos la convicción.

4. Es nuestro deber establecer normas de conducta para nosotros mismos y para los hombres en general

Estarás pensando: «Zaron, amigo, tranquilízate. El piropeo no es para tanto, ¿no estaremos creando una tormenta en un vaso de agua? A algunas mujeres les gusta». Puede que tengas razón, a algunas les gusta, pero eso no importa; a mí me gusta conducir a toda velocidad y a mi sobrino le gusta fumar hierba en espacios abiertos, pero ninguno de los dos puede hacer lo que le gusta. Así es como funciona el pertenecer a esta sociedad: si encuentras a una mujer que le guste que la piropeen, adelante, pero de puertas para adentro, no en público; en público respeta el espacio físico y mental de los demás.

No te limites a ser un hombre, sé una buena persona, un ser humano.

Cuando eventos como #YesAllWomen surgen en nuestros debates culturales y las mujeres de todo el mundo comparten sus experiencias, sus traumas, sus historias y sus puntos de vista personales, como hombres, no debemos inmiscuirnos en ese debate. En ese momento lo que tenemos que hacer es escuchar y reflexionar y dejar que sus palabras cambien nuestra forma de ver el mundo. Nuestro trabajo está en preguntarnos cómo podemos mejorar las cosas.

Zaron Burnett III en Twitter

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Vanessa Wilbat

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