Traducción de Infinite Creativity de Biz Stone

Creatividad infinita

Esta es la historia de un aprendizaje convertido en amistad que me enseñó una poderosa lección.

Fernando Valverde

--

EN EL INSTITUTO APRENDÍ LO GRATIFICANTE QUE ERA crear mis propias oportunidades y supuse que podría hacer lo mismo en la universidad. Pero la universidad no resultó ser lo que yo esperaba.

Mientras estudiaba, conseguí un trabajo moviendo cajas pesadas en una vieja mansión en Bacon Hill para la editora Little, Brown and Company. Cargaba cajas de libros desde el ático de la mansión hasta el vestíbulo. Era mediados de los noventa, y el departamento de arte de la editorial estaba pasando de la cola en espray al Photoshop. Incluso tenían una vieja máquina Photostat en su pequeño cuarto oscuro, una máquina enorme y cara que hacía el mismo trabajo que un escáner de noventa y nueve dólares. Sabía manejar un Mac y diseñar cubiertas de libros me parecía divertido. Así que un día, cuando todo el departamento de arte se fue a comer, husmeé hasta que encontré una hoja de transmisión de un libro en la que figuraban el título, el subtítulo, el autor y un breve resumen de lo que el departamento editorial quería para la cubierta. El libro era Midnight Riders: The Story of the Allman Brothers Band, de Scott Freeman. Me senté en una de las estaciones de trabajo y creé una cubierta. Sobre un fondo oscuro, puse «Midnight Riders» en letra verde, grande. Luego encontré una fotografía de la banda, también muy oscura, que quedaba bien debajo del título. Cuando terminé, la imprimí, la pasé por el paspartú y la coloqué junto con los demás diseños de portada que iban a los departamentos de ventas y editorial de la oficina de Nueva York para su aprobación. Luego seguí moviendo cajas.

Dos días después, cuando el director artístico volvió de presentar los diseños en Nueva York, preguntó: «¿Quién diseñó esta portada?» Le dije que la había hecho yo. Me preguntó: «¿Tú? ¿El chico de las cajas?» Le expliqué que sabía informática y que iba a la universidad con una beca de arte. Me ofreció un trabajo a tiempo completo como diseñador. La oficina de Nueva York había elegido mi cubierta para usarla en el libro. En retrospectiva, no era muy buena, pero la seleccionaron.

Me ofrecían un trabajo a tiempo completo. ¿Debería aceptarlo? Hasta ahora, la universidad había sido una decepción. Y aquí se me ofrecía la oportunidad de trabajar directamente con el director artístico, que resultaría ser un maestro. Tal y como yo lo veía, la gente iba a la universidad para estar cualificada para conseguir un trabajo como el que me estaban ofreciendo. Básicamente, me estaba saltando tres cursos. Además, aprendería más aquí, haciendo lo que quería, que yendo a la deriva anónimamente por la universidad. Así que dejé la universidad para trabajar en Little, Brown, una de las mejores decisiones de mi vida.

No abogo por el abandono. Podría haber entrado en la universidad más centrado en primer lugar, o podría haber intentado cambiar mi experiencia cuando llegué allí. Pero aceptar un trabajo que me había ganado por mi propia iniciativa era otra forma de controlar mi destino. Esto, tal y como lo veía, era un ejemplo de fabricar mis propias oportunidades.

Es por esto por lo que fundar un equipo lacrosse, producir una obra, lanzar tu propia empresa, o construir activamente la compañía en la que trabajas es más gratificante desde el punto de vista creativo y potencialmente lucrativo que limitarse a hacer lo que se espera de ti.

Creer en ti mismo, en el genio que eres, significa que confías en tus ideas antes incluso de que existan.

Para tener una visión para un negocio, o para tu propio potencial, debes reservar espacio para esa visión. Quiero jugar en un equipo de deportes. No he conseguido entrar en el equipo. ¿Cómo puedo conciliar estas realidades? No me gusta mi trabajo, pero me encanta esta pequeña parte de él, ¿qué puedo hacer entonces? Las verdaderas oportunidades del mundo no aparecen en los portales de empleo ni en tu bandeja de entrada con el asunto: Una gran oportunidad podría ser tuya. Inventar tu sueño es el primer y más importante paso para conseguir hacerlo realidad. Una vez te das cuenta de esta sencilla verdad, un nuevo mundo de posibilidades se abre ante ti.

En mi primer día oficial de trabajo como diseñador en Little, Brown, entré en el despacho del director de arte, y me hizo señas para que me acercara a su mesa. Sin hablar o moverse, pasó la mano izquierda por encima del hombro derecho y cogió un libro en la estantería. Como un maestro Jedi, no me quitó los ojos de encima. El libro elegido era un muestrario de color Pantone, y debía ser el que quería porque empezó a ojearlo. Me quedé en silencio, observando como lentamente pasaba las páginas entre colores y más colores. Finalmente, se detuvo en la gama de los marrones claros y tostados. Encontró lo que quería y sacó una de las pequeñas muestras perforadas. La dejó sobre su mesa, apoyó un dedo sobre ella y, sin decir nada, deslizó lentamente la muestra color chocolate hacia mí. Luego afirmó secamente: «Así es como me tomo el café».

Dios mío. Dejé la universidad por esto. Renuncié a una increíble beca. Y ahora tengo que ir al Dukin’ Donuts a pedir un café.

En tres segundos, todos esos pensamientos pasaron por mi cabeza. Mientras pensaba cómo replicar ese color en la cafetería local con la cantidad de crema justa, el director de arte se echó a reír.

«¡Estoy bromeando! ¿Qué clase de gilipollas crees que soy?» Y así empezó mi aprendizaje en diseño gráfico y mi introducción a una nueva forma de pensar. El director de arte, Steve Snider, y yo trabajamos codo con codo durante más de dos años.

El diseño de cubiertas te enseña que, para cualquier proyecto, hay infinitos acercamientos. Hay algunos factores en juego en el diseño de cubiertas. Una cubierta tiene que satisfacernos, a los diseñadores, artísticamente. También tiene que gustarle al autor y al departamento editorial haciendo justicia al contenido. Tiene que atraer la atención de los departamentos de ventas y mercadotecnia, y posicionar y promocionar el libro. A veces, los diseñadores se frustran cuando su trabajo es rechazado por un departamento u otro. «Idiotas, estúpidos», murmuran, despotricando por la oficina. «Es un diseño brillante». Y quizás lo sea. Pero nuestros colegas de Ventas y Editorial tienen experiencia en sus trabajos, y yo aprendí de Steve a asumir que sus preocupaciones eran legítimas.

Steve me dijo una vez que, para una biografía de Ralph Lauren, había tenido una idea brillante. Quería sacar a la venta seis cubiertas diferentes, cada una en un color sólido, de muy buen gusto, con el imagotipo de Polo en la esquina superior izquierda en un color contrastado. Tal cual. La foto de Ralph Lauren podría ir en el reverso. Hubiese sido icónico. Pero Editorial lo rechazó. Así que eso era todo. Steve seguía orgulloso de su idea, pero entendió que su opinión no era lo más importante.

Para un libro titulado The Total Package, de Thomas Hine, que deconstruía el mundo del empaquetado de productos, cogí una cajita de cartón de pudin en polvo. La abrí, despegué los pliegos y la aplané. Hice una cubierta que imitaba la caja deconstruida, con sus líneas de registro y el pequeño arcoíris donde se comprueban los colores. Estaba muy orgulloso del producto final. Pero, en lugar de esto, usaron una elegante cubierta en blanco y negro con formas de productos en ella. Mi cubierta no fue usada, pero el trabajo no fue desperdiciado. Lo puse en mi porfolio. Seguía pareciéndome genial.

Steve me enseñó que el rechazo de una cubierta no era un problema. Era una oportunidad. Mi trabajo no consistía en ser un artista, creando obras que me gustaran. El reto era conseguir un diseño que me encantara y que Ventas y Editorial consideraran perfecto. Ese era el verdadero objetivo. «Tus objetivos deben ser más grandes que tu ego», Steve solía decirme. Cuando satisficiera a todos los departamentos, solo entonces habría conseguido realmente clavar una cubierta.

Cuando Steve y yo estábamos bloqueados, intentábamos inspirarnos. Cogíamos un marco mate precortado y lo colocábamos sobre diferentes elementos de la oficina. ¿Sería el grano de madera de un aparador un buen fondo? ¿Y el cielo azul del exterior? (Steve Snider utilizaría más adelante el cielo azul con nubes como fondo para Infinite Jest, de David Foster Wallace.)

A veces había restricciones que limitaban nuestras opciones. Nos decían: «Para este libro, tienes que usar esta foto. Fue tomada por la hermana del editor. No es negociable.» Y el arte sería un desastre.

Yo decía: «Genial, déjamelo a mí.» Luego le deba la vuelta al arte y lo ampliaba un ochocientos por ciento. Ahora sí era genial. Siempre había otra forma de hacerlo. Mi creatividad no se limitaba a cinco diseños por libro, ni a ningún otro número. Siempre había otra cubierta potencial. Rápidamente aprendí a no preocuparme por el trabajo descartado. No me tomaba el rechazo como algo personal. Mi creatividad no tenía límites. Quería tener otra idea. Tenía millones de esas, pensaba. ¡Podría estar así todo el día! Solo era una cuestión de actitud.

El diseño gráfico es una excelente preparación para cualquier profesión porque te enseña que, para cualquier problema, hay infinitas soluciones potenciales.

Con mucha frecuencia dudamos de alejarnos de nuestra primera idea, o de aquello que ya conocemos. Pero la solución no es necesariamente aquella que tenemos delante, o la que ya nos funcionó en el pasado. Por ejemplo, si nos aferramos a los combustibles fósiles como la mejor y única fuente de energía, estamos condenados. Mi introducción al diseño me desafió a tomar un nuevo acercamiento hoy, y el resto de mi vida.

La creatividad es un recurso renovable. Ponte a prueba cada día. Sé tan creativo como quieras, tan a menudo como quieras, porque nunca podrás agotarte.

La experiencia y la curiosidad nos impulsan a establecer conexiones inesperadas y poco convencionales.

Son estos pasos no lineales los que a menudo nos llevan a los mejores trabajos.

Steve se convirtió en mi mentor. Me llevaba en coche al trabajo cada mañana, y nos hicimos amigos, jugando al tenis los fines de semana. Me sacaba más de treinta años, pero éramos un buen equipo: no tuve un padre mientras crecía; él tenía dos hijas, y siempre quiso un hijo. Con el tiempo, empezó a llevarme con él a las presentaciones en la oficina de Nueva York. Por el camino, le hacía millones de preguntas, no solo sobre diseño, si no sobre la vida: ¿Cómo supiste cuándo pedirle matrimonio a tu mujer? ¿Cuánto dinero pediste en tu primer trabajo? Preguntar es gratis. ¡Hazlo!

Con el apoyo y la confianza de Steve, dejé Little, Brown para empezar a diseñar libros como autónomo. Era finales de los noventa, así que era inevitable que ampliara mis servicios para incluir el diseño de sitios web. Todos los nuevos negocios incluían diseño web en aquel entonces. Podría haber montado una tintorería, que en el cartel hubiera puesto: modificaciones y diseño de sitios web. Cuando mis amigos se graduaron en la universidad y decidieron crear una compañía web, yo ya estaba diseñando y creando sitios web. Creamos juntos Xanga, una de las primeras redes de blogging social. Aprender diseño con Steve me puso en el camino que me ha llevado hasta donde estoy hoy.

THiNGS A LITTLE BIRD TOLD ME es mi último libro. ¡Ya disponible! Lee más historias como esta y otras muchas lecciones aprendidas. —Biz Stone

--

--