Habrá momentos en que te dirás a ti misma

Evelyn Wittig
3 min readMay 27, 2015

Habrá momentos en los que te dirás a ti misma que tus lágrimas le pertenecen a una película, que un talentoso director alcanzó por detrás de tus ojos y te sacó la tristeza a través de ellos. Tú estás triste solo porque las personas en la pantalla están tristes y un guionista te ha persuadido a entrar a su mundo y tú has vivido como parte de él por un tiempo.

Habrá momentos en que te dirás a ti misma que tus lágrimas le pertenecen a un libro, a las últimas cinco páginas cuando el personaje del que te has enamorado finalmente muere después de contar la historia de su vida con palabras que te perseguirán y te hablarán la próxima vez que intentes escribir. Tú estás triste solamente porque has caído en la mente de alguien más y ellos han escrito palabras tristes sobre cosas tristes.

Habrá momentos en que te dirás a ti misma que tus lágrimas le pertenecen a un programa de televisión, un actor dirigió su mirada hacia la cámara con unos ojos tan expresivos que sentiste que algo te alcanzaba y tiraba de tu alma por un momento. Tú estás triste solamente porque viste a otra persona pretendiendo estar triste y te estás permitiendo ser manipulada emocionalmente como parte de una experiencia inmersiva.

Habrá momentos en que te dirás a ti misma que tus lágrimas le pertenecen a una canción, que las escalas menores y las voces tristes están calculadas para tener ese preciso efecto. Tú estás triste solamente porque una fórmula matemática envuelta en notas musicales ha sido diseñada para llevar hasta ti tristeza y entregártela en un paquete perfecto.

Cuando te pregunten por qué estás llorando, tú te fabricarás una sonrisa burlona y dirás: «Ah, es esta película o este libro o este programa o esta canción. Siempre me hacen llorar. Está tan bien dirigida o escrita o interpretada». Te creerán porque todas estas son razones aceptables para llorar y no te preguntarán más, porque realmente no estás triste y no tienes nada que explicar.

Cuando lloras en una habitación silenciosa donde no hay una pantalla, ni un libro, arrojarás palabras a tu alrededor y estas chocarán, se astillarán y se destrozarán contra los altos muros de piedra del juicio que has construido dentro y alrededor tuyo. Te dirás a ti misma que el dolor en tus huesos y el dolor en tu mente no son razón suficiente, que tu miedo no se justifica, que los pasos temblorosos que tomas cuando tu cuerpo no es lo suficientemente fuerte para simplemente poner un pie enfrente del otro no son suficientes para causar esta frustración.

Tú no estás triste porque has perdido algo. No estás triste porque el tiempo ha pasado y te lo han arrebatado. Tú no estás triste. Te dirás una y otra vez que no tienes derecho a estar triste y saldrás de tu habitación silenciosa y tus memorias, tus deseos malgastados y tus oraciones son demasiado largas porque nunca has logrado crear una estructura para las cosas en las que no crees que te puedes permitir sentir.

Habrá momentos en que te dirás a ti misma que tus lágrimas le pertenecen a algo transitorio y superficial porque esto es más fácil de aceptar. Aprenderás a evitar las habitaciones silenciosas, te apoyarás en las paredes y nunca mirarás hacia arriba. Te partirás en dos. Cuando hables de experiencias honestas hablarás con la voz de un observador, todo análisis, proyección y empatía calculada, pero cuando hables de mundos ficticios tu voz se quebrará y será un susurro y contendrás el aliento en tu garganta.

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Evelyn Wittig

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