Lecciones en el dolor

Evelyn Wittig
5 min readJan 8, 2015

Hace poco recibí un correo electrónico de una amiga cuyo hermano murió, pidiéndome consejos sobre el manejo del dolor. La razón por la que me preguntó es porque hace cuatro años, perdí a mi hermana. ¿Qué debo hacer? Ella preguntó. ¿En algún momento se hace más fácil? Me reconocí en sus palabras y empaticé con su dolor. De hecho, yo había escrito un correo similar, aunque ligeramente más frenético a una amiga poco después de la muerte de mi hermana. Esta amiga también había perdido a alguien cercano a ella, y le pregunté si ella sentía que pertenecía al peor club del mundo: El club del ser querido fallecido. Eran las cuatro de la mañana y yo estaba delirando por el dolor y el insomnio. Le envié una disculpa al día siguiente. Ella le restó importancia, diciendo que ella sabía lo que el dolor le puede hacer a una persona y me relató su propio viaje a través de él. Lloré al sentir su bondad; porque ella eligió abrir su herida con la esperanza de que esto me ayudara a sanar la mía. Lo que no sabía entonces es que la facilidad con la que ella abrió su herida se debía al hecho de que la herida nunca sanó. Aún así, yo espero poder pagar esa bondad haciendo lo mismo que ella hizo con alguien más, y así a la amiga que me escribió en busca de respuestas, le ofrecí mi propia historia.

En el funeral de mi hermana, mi prima notoriamente insensible se me acercó para preguntar acerca de uno de los asistentes al funeral. ¿Está casado? No. ¿Está buscando? No lo sé. ¿Qué clase de médico es él? Yo contuve la respiración y quería morir en ese momento, pero no sin antes arrancarle los ojos.

Después del funeral, mi hermano y yo nos sentamos en una habitación tratando de escapar del caos de la multitud de pésames reunidos en la casa. Cuando estás desconsolada y tratando de luchar contra el impulso de sucumbir al dolor escuchar tantos «Siento mucho tu pérdida» llega a ser sofocante. Me dijo que acababa de conocer a un amigo de nuestra prima, un hombre joven con tatuajes en el cuello y un rostro cansado. Me imaginé la escena sombría de estas tres tristes criaturas apiñados; los tres que han sobrevivido a la pérdida de un joven hermano.

Nos llegó un mensaje a través de la comunidad sobre una historia de una chica que había desaparecido y más tarde se descubrió que fue asesinada, con su cuerpo maltratado de tal manera que no puedo describirlo. Esa chica era la hermana de este joven cansado. Mi prima insensible también tuvo un hermano menor. Él murió en un terrible accidente cuando un enorme camión se estrelló contra el coche que conducía y ambos vehículos se incendiaron. En su funeral, después de haber escuchado los lamentos de mis parientes después de ver su cuerpo, elegí no acercarme al ataúd. Algunos meses más tarde le pregunté a mi difunta hermana cómo se veía. Ella movió la cabeza y bajó los ojos. Yo sabía que había tomado la decisión correcta.

Mientras recordaba las muertes insoportablemente brutales de estos dos jóvenes, de alguna manera —cruelmente quizá— encontré un pequeño consuelo en saber que la muerte de mi hermana no había sido tan atroz. Aunque su muerte fue repentina e inesperada, no había sido violenta. Me odiaba a mí misma por pensar eso, por encontrar algún tipo de consuelo en el sufrimiento de ellos, pero era lo que tenía que hacer para soportar ese momento.

Cinco días después de la muerte de mi hermana, estaba de vuelta en el trabajo, llorando en mi escritorio entre reuniones. Yo no tenía nada que hacer allí y sin embargo, sabía que no podía soportar estar cerca de mi familia o cualquier otra persona que me la recordara. No estaban seguros de dejarme sola en mi apartamento, pero yo no quería ver, o ser vista por amigos. Yo me soltaba a llorar en plena calle, y lloraba abiertamente mientras caminaba a casa del trabajo. Yo estaba hecha un desastre, y así tan miserable como estaba en el trabajo, era el único lugar en el que estaba libre de las expectativas de dolor.

Algunas cosas son tan difíciles de soportar que tu eliges sobrellevarlas sola, a pesar de necesitar de otros para que te ayuden a llevar la carga. En los días después de su muerte, envié un correo electrónico masivo a mis amigos más cercanos diciendo: «Voy a estar desaparecida por un tiempo. Por favor no me contacten. Tengo que lidiar con esto sola y no puedo hablar de ello». Ellos no escucharon. Enviaron mensajes; mensajes conmovedores, devastadores. Yo los ignoré todos. No hablé con ninguno de ellos durante seis meses (con la excepción de ese correo frenético a las 4 a.m.), durante ese tiempo me fui a Brasil y me embarque en una serie de emocionantes aventuras. Sin embargo, volví a casa tan destrozada como lo había estado antes de irme, porque en lugar de tomar ese tiempo para llorar y sanar lo usé para reprimir mis sentimientos y reforzar mis paredes para no dejar entrar a nadie. Me convertí en la creadora y estrella de un show de una sola mujer llamado TODO ESTÁ BIEN, DE VERDAD. YO ESTOY BIEN. Por supuesto, que no lo estaba y, finalmente, empecé a trabajar en mi sanación a través del dolor, le permití a otros que me ayudaran cuando se hizo cada vez más y más evidente que yo sola no podía.

He recorrido un largo camino desde entonces. Todavía lloro cuando pienso en mi hermana y no sé si alguna vez habrá un momento en que no lo haga, pero ahora las lágrimas van acompañadas de una risa, agridulce pero sincera. A través de muchos años tengo incontables y maravillosos recuerdos que puede aprovechar cuando el dolor de su pérdida resurja a la superficie. Los recuerdos que solía considerar demasiado dolorosos volver a visitar, ahora son mi deleite. Para la mayoría de nosotros, la pérdida de un ser querido es una parte inevitable de la vida y aunque muchos dirán que el tiempo cura todas las heridas, no estoy de acuerdo. Esas heridas no se curan. No totalmente. La pérdida de mi hermana permanece como una herida abierta y así seguirá, porque el peso de su ausencia está conmigo todos los días. Sin embargo, la lucha se terminó. Ella se ha ido, y una vez que acepté eso, fui capaz de empezar a vivir en un mundo sin ella. Puede que siempre sea doloroso, pero no siempre tiene que ser una lucha. Esto, por encima de todo, ha sido la más grande lección que el dolor me ha enseñado.

Si te gusta lo que acabas de leer, por favor, dale al botón «Recomendar» en la parte de abajo para que otros se topen con esta historia. Para más historias como ésta, desplázate hacia abajo y sigue la colección Human Parts.

Human Parts en Facebook y Twitter

Imagen de Alex

--

--

Evelyn Wittig

God, family, friends...music, books, traveling, writing, love translating Medium stories ....marketing, communication Thanks for reading! Gracias por leer :)