La llamada a la violencia como límite a la libertad de expresión

Jorge Galindo
3 min readJan 22, 2015

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Estos días está discutiéndose mucho si la libertad de expresión que sirve para defender a Charlie Hebdo y a sus caricaturas de Mahoma no se debería aplicar también a casos como los comentarios anti-semitas de Dieudonné, chistes varios sobre el 11S, o la versión de un chaval de 16 años de Nantes de esta otra portada de Charlie Hebdo.

Bajo mi (pobremente informado, pues no soy jurista ni nada parecido) punto de vista la libertad de expresión tiene sentido en tanto que instrumento que nos permite asegurar la resolución de conflictos (presentes en cualquier sociedad) de una manera no violenta. En cuanto la expresión se refiere precisamente al uso sistemático de la violencia contra una persona o grupo identificable determinado, deja de servir como tal. Es ésta la razón para que muchas democracias tengan leyes contra la apología de la violencia. Por contra, si una expresión suscita una reacción que precisamente pretende acallarla mediante el uso de mecanismos violentos para la “resolución” de conflictos, lo censurable, creo yo, es dicha reacción. La expresión en sí es defendible desde un punto de vista democrático, aunque quizás sea moralmente censurable para muchos (incluso para quien la defiende sin compartirla).

Tomemos como ejemplo la citada portada del Hebdo. Sobre ella no me queda sino seguir lo aquí expuesto para afirmar que no, no creo que pueda ser considerado fácilmente como apología. Para empezar porque como dice Ratban no resulta posible identificar la portada con ningún acto específico. En segundo lugar, y de manera mucho más importante a mi parecer, porque considero, junto a los citados tweets de Ratban, que la mayoría de jueces interpretarán que el autor no trata de sugerir que hay que matar a los musulmanes: lo que la portada pretende subrayar es que el Corán no les protege de morir.

Por aquello de buscar el contra-argumento, un dibujo similar pero, por ejemplo, publicado en un medio israelí con un niño palestino muriendo a manos de un militar israelita por un disparo a quemarropa tendría unas connotaciones muy distintas, y tal vez susceptibles de censura bajo el criterio expuesto.

En cualquier caso, el asunto es que no estoy seguro sobre si censuraría o no la portada de Hebdo, o si permitiría el ejemplo hipotético del párrafo anterior. Y no lo estoy porque, como he dicho al principio, ni soy especialista ni mucho menos un juez. En otras palabras, no pretendo ni mucho menos que el criterio que sugiero no dependa de la interpretación de un juez, ni mucho menos es mi idea erigirme en juez yo mismo. Mi problema es que si ponemos el límite en la ‘ofensa’ pervertimos lo que para mí forma parte de la esencia misma de la libertad de expresión, pues ofrecemos el poder y el favor de la ley a quien ejerce la amenaza, explícita o implícita, de la reacción ante lo que simplemente no le gusta. Si, por contra, la movemos un poco más allá, a la llamada a la violencia, el peso de la ley favorece a quien puede, potencialmente, sentirse débil o amenazado. Y a mí, personalmente, lo que me importa de la democracia y de todo el aparato de Derecho que la rodea es que sea capaz de proteger a todas las partes implicadas en un proceso de resolución de conflictos en el cual, de no existir dicha estructura institucional, una parte tendría mucho más que perder.

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Jorge Galindo

Quemo cosas. En cocinas, sobre todo. Y también hablo de política. No necesariamente por ese orden.