Es complicado: la enmarañada situación entre Rusia y Europa del Este

La arriesgada política diplomática contradice la realidad de la vida a pie de calle

BurguerCangreburguer
5 min readMar 3, 2015

Cuando era pequeña, mi abuela adoptiva «Mac», solía decir: «Los rusos son malvados. Son malos. No confíes en nadie que sea ruso».

Le pregunté, obviamente: «¿Por qué odias tanto a los rusos?»

Ella negó con la cabeza y comenzó a explicar: «Yo crecí en Alemania, en lo que hoy es el este de Berlín, pero en aquel entonces todo era una Alemania, y al final de la guerra lo peor era que los malvados rusos venían a tu barrio. Eran como cerdos. Recuerdo que los soldados rusos nunca habían visto una instalación de fontanería, así que fregaban y lavaban las patatas en nuestro inodoro». Mac hizo una mueca de repugnancia. «Son gente terrible. Cavaron agujeros en nuestro patio trasero, robaron nuestros objetos de valor, todo lo que teníamos, y nos echaron de nuestra propia casa».

«Entonces, los rusos pusieron alambre de espinos y después un muro, y disparaban a la gente, a cualquiera que quisiera ser libre, todo porque los jóvenes alemanes huían, intentando librarse de Rusia. ¿Quién querría vivir tras un telón de acero?»

Empezaba a parpadear para detener las lágrimas. «Mis primos están tras el Telón de Acero. Si quiero hablar con alguien, mi llamada primero ha de ir a Moscú y luego a Berlín Este, y hay alguien escuchando, siempre escuchando. Los rusos son los mejores mentirosos. Dicen haber levantado el muro de Berlín para impedir que los occidentales vengan a Berlín Este, pero en realidad, todo aquel que es listo y joven se marchaba tan rápido como podía, como yo. Y dejaban todo atrás. Como yo».

Tras la caída del telón de acero y el derrumbamiento del muro de Berlín, Mac pudo ir a casa, a ver a sus primos en persona y lo que quedaba de su ciudad, una ciudad que no había visto en 30 años. Odiaba a los rusos tanto como siempre. Cuando los Americanos empezaron a adoptar bebés de orfanatos rusos, Mac dijo: «Ni siquiera confiaría en un bebé ruso».

Lo he oído de muchas víctimas de la opresión soviética: «No me gustan Rusia ni los rusos».

Durante toda mi juventud, los Estados Unidos estaban en guerra fría con la Unión Soviética, y nos decían que ellos nos querían muertos. Los estereotipos rusos incluían mujeres pesadas y peludas, y granjeros pisoteados. Al mismo tiempo, se vendía propaganda similar a la población de la Unión Soviética. Les decían que los Estados Unidos podrían lanzar una bomba en cualquier momento.

Una amiga mía rusa de la ciudad de Samara me dijo que cuando visitó Lituania, tras la caída de la Unión Soviética, la gente fue grosera con ella. Fingían que no estaba allí, y aunque sabían ruso (habían estado ocupados y obligados a hablarlo durante 50 años), se negaron a hablar en su idioma. Comprensiblemente, ella se molestó.

Cuando escribí mi novela, Sobre nosotros sólo cielo, quise dar voz a múltiples perspectivas. Quise contar la complicada historia del deseo de un viejo de educar a su nieta sobre su patria y sus derechos de nacimiento, y simultáneamente dar el contexto más amplio necesario para entender la resistencia de Lituania ante la tiranía.

Para hacer esto de forma justa, tuve que escribir desde varias perspectivas diferentes. Uno de mis personajes favoritos es Lukas Blasczkiewicz, un ruso nacido de «un entusiasta bolchevique en 1914. Poca gente sabe que hubiesen blocheviques entusiastas, pero los había, hombres y mujeres con fiebre por el cambio revolucionario». Stalin purgó Lituania, asesinando a los dueños de las tierras, enviando a maestros y médicos, cualquiera con educación, a Siberia, y transformando las iglesias en almacenes y garajes. Su idea era rusificar las naciones que conquistaba erradicando sus culturas y enviando a ciudadanos soviéticos a las recién ocupadas naciones bálticas.

Lukas Blasckiewicz fue uno de estos soviéticos.

A través de Lukas descubrimos que en Rusia «miles fueron fusilados bajo sospecha de ser enemigos de los bolcheviques y, por tanto, “enemigos del pueblo”. Los números salían en los periódicos como advertencia». El padre de Lukas intentaba justificar los asesinatos explicando que Lenin no podía tener otra revolución, pero cuando Stalin ascendió al poder, la policía secreta, que no eran tan secretos, vinieron a por el padre de Lukas. Ni siquiera los bolcheviques entusiastas escapaban del creciente reino del terror.

A través de Lukas descubrimos que el pueblo ruso no era diferente del de las naciones conquistadas. Ellos también fueron conquistados, intimidados, torturados y finalmente silenciados.

Hoy, con Putin y su gobierno haciendo la guerra al pueblo ucraniano, es importante saber que la gente en Rusia también son víctimas.

Con la economía sufriendo por las sanciones internacionales, se les dice que «coman menos por Putin».

Dentro de Rusia, cualquiera que hable en contra de Putin y sus acciones es encarcelado indefinidamente. Las naciones bálticas — Lituania, Letonia y Estonia — se enfrentan a un peligro real, pero no es del pueblo ruso. Es de los líderes de Rusia.

Aunque Sobre nosotros sólo cielo es sobre una familia lituana, sabía que era importante mostrar todo el contexto. A la vez, como escritora de ficción, no estoy escribiendo historia. Así, tuve que aprender todo lo que pude sobre la presencia de Rusia en Lituania, y luego intentar olvidarlo para dejar que cobrase vida en mis personajes y sus historias.

Con dos personajes, Lukas y Olga Grishin, he intentado contar la historia soviética como lo haría un novelista — mediante lo personal—. Olga nació en un gulag soviético, fue criada por una prostituta a las orillas del rio Moskva, y finalmente llegó a Lituania. A diferencia de mis personajes lituanos, Olga nunca tuvo una familia real a la que perder. «El invierno siberiano de su nacimiento estaba tatuado en sus huesos. Siempre tenía frío y nunca estaba saciada. Nunca había suficiente lana. Nunca había suficiente pan. Nunca había suficiente de nada».

Según las naciones fronterizas con Rusia preparan sus ejércitos, ante posibles insurgencias internas pro-rusas (efecto colateral de la rusificación de las naciones conquistadas) y aviones y tanques rusos aparecen en las fronteras, están preparados de nuevo para luchar por su libertad. Las voces contrarias a Putin dentro de Rusia han sido silenciadas. Los oligarcas que ayudaron a Putin a alzarse con el poder han sido despojados de su riqueza, encarcelados, exiliados (o los tres), o se han alineado. Europa aguanta el aliento, preguntándose que pasará a continuación. Mientras tanto, detrás de los grandes titulares, está la gente de Rusia, hombres y mujeres que quieren hablar, pero que tienen todo que perder, sus sustentos, sus familias, sus vidas.

Michele Young-Stone es la autora de Sobre nosotros sólo cielo, que Simon & Schuster publicará el 3 de marzo. Disponible en Amazon, Barnes & Noble, y tu local independiente.

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