Continuación de «Una ingeniera rubia en el MIT»

Vanessa Wilbat
6 min readMar 14, 2015

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Primero que todo, ¡guau! Cuando escribí «Cosas que la gente dice cuando eres una ingeniera rubia del MIT», no me esperaba el grado de publicidad que el artículo recibió; fue muchísimo mayor al que me esperaba.

Después de meditarlo aún más, llegué a la conclusión de que la respuesta arrolladora me sorprendió de la manera en que lo hizo porque no hay nada extraordinario sobre mí: Soy estudiante de Ingeniería (hay muchísimos ingenieros), soy una mujer (comparto esa característica con la mitad de la población), y sucede que soy rubia (nada insólito). Me sorprende que un atributo tan sencillo como el color de mi pelo y tan complejo como mi sexo, en el contexto de la ingeniería, pueda suscitar tal grado de absurdidad en las interacciones entre extraños.

Estoy muy agradecida por la variedad de perspectivas y pensamientos que la comunidad en línea ha compartido en respuesta: No cabe duda de que han ampliado mi entendimiento de los diversos estereotipos que la gente con diferentes circunstancias personales enfrenta.

A aquellos que con tanta efusión me apoyan: muchas gracias. Es muy conmovedor leer comentarios tan positivos de gente que nunca he conocido.

Hay dos formas de reaccionar ante los comentarios negativos: 1) dejar que me destruyan o 2) utilizarlos como motivación para trabajar más duro para deshacer los estereotipos y promover una sociedad más empática y generosa.

«Es solo otra consentida de las redes sociales buscando atención. Les apuesto cinco dólares que no trabajará ni un solo día en ingeniería».

«Es lo mismo que escribir un ensayo sobre lo fastidioso que es que el muchacho de Starbucks tome mal tu pedido».

«Para ver un ejemplo de lo que es un problema real, vaya a visitar niños con cáncer».

«Deje de quejarse y vaya haga algo productivo».

«Ella cree que es atractiva. Pero en su foto no sale muy bien».

1. Los comentarios anteriores en negrita son la razón por la que aquellos que sufren a causa de las palabras o actos de otros no hablan. El aminorar, minimizar, desestimar y revictimizar nos atrasan como sociedad.

Cuando alguien describe lo que es vivir con una enfermedad, un accidente trágico, un desastre natural o circunstancias horríficas, culpamos a fuerzas externas fuera del control de la persona. Pero cuando alguien habla sobre cómo sufrió a causa de las acciones o palabras de otra persona, culpamos a la persona que comparte su vivencia. Desestimamos sus sentimientos al decirle a esta que no sea tan sensible, que deje de quejarse, que se aguante o que piense en aquellos menos afortunados. Eso es crueldad en su peor expresión, insensibilidad en el mejor de los casos.

Con este comportamiento los silenciamos a ellos y a otros. Y perpetuamos el ciclo de conductas indebidas. Culpamos a quien habla porque no queremos caer en la cuenta de que somos parte del problema: Hay ocasiones en las que cada uno de nosotros es culpable de suponer, juzgar, estereotipar y demás, lastimando a otros. El eterno ciclo de callar a aquellos que hablan ha sido discutido repetidas veces. Lo hemos visto cuando se trata de violencia doméstica, agresión sexual o racismo. Hay que ponerle un fin a este comportamiento. Debemos percatarnos más de nuestra actitud y de la manera en que tratamos a los demás.

2. Todas las vivencias y emociones son válidas y merecen respeto. Algunas chicas se ofendieron cuando sugerí que teñirme el pelo color café mitigaría el número de interacciones desalentadoras; esas chicas dijeron ser de pelo castaño y haber encarado situaciones similares. Soy consciente de que dichas situaciones no son exclusivas de las rubias.

Quisiera aclarar que el comentario de teñirme el pelo café lo hice dentro del contexto de mis circunstancias. La población de rubias en el MIT no es numerosa; el tener pelo oscuro me permitiría camuflarme entre la comunidad y, por ende, no sobresaldría tanto, y quizá sería un objetivo menos obvio. En varias ocasiones he recibido mensajes de texto de amigos diciendo cosas como, «Veo a una rubia brillante en la cuarta fila del salón. Es tan fácil reconocerte», en un aula con más de doscientos estudiantes; mi pelo rubio es como un faro irritante en un mar de cabellos oscuros. Además de esto, hay estereotipos asociados con el color del pelo. Con frecuencia soy la víctima del estereotipo de la rubia; el tener el pelo castaño no es la panacea para todas las batallas que se nos presentarán, pero puede eliminar, aunque sea, el estereotipo de la rubia.

El hecho de ser mujer ciertamente contribuyó en gran manera a que se dieran los encuentros anteriormente descritos. Sé claramente que las ofensas insensibles, denigrantes y violentas contras las mujeres o los LGBT es un asunto muy serio. No es mi deseo en lo absoluto minimizar o desestimar, de ninguna manera, las vivencias o sentimientos de una mujer castaña, pelirroja, rubia o de cualquier otro color. Más bien, quisiera escuchar sus perspectivas, ofrecerles mis más sinceras condolencias por las conductas inapropiadas que tuvieron que vivir y ser una fuente de apoyo y aliento.

3. Ni me considero ni autoproclamo ser una «rubia súper inteligente y bella». Tengo un trauma de nerd: Yo era aquella estudiante de quinto grado que tenía lentes, arco extraoral, brackets, acné y un pésimo sentido de la moda: todo a la misma vez. Fui víctima de acoso escolar durante la secundaria y la primera mitad de la preparatoria. Es posible que haya madurado desde entonces, pero en mi mente sigo considerándome hasta cierto punto como «aquella nerd».

4. Suposiciones y privilegios. Ha habido varios comentarios que califican a mi artículo de «complaciente hacia mis propios intereses», y que expresan sarcasmo por ser una «rubia blanca, joven y privilegiada con la oportunidad de recibir la mejor educación en el MIT». Estoy de acuerdo con que las molestias sobre las que escribí no son graves; sin embargo, el efecto acumulado puede serlo, especialmente cuando les ocurren a muchas mujeres diariamente. Es la «muerte por mil cortes porque no se cuenta con el poder para detenerla».

No escogí el tema de la mujer rubia porque ser el reto actual más importante de mi vida. No hay que suponer que mi vida, además de esto, es inmaculada; he sobrellevado retos de vida o muerte. Sé lo que es casi perder a uno de tus padres por un ataque cardíaco, tener un hermano con una enfermedad mortal, y haber tenido una operación quirúrgica de corazón. Dicho eso, no cambiaría ninguna de mis vivencias, ya que desempeñaron un papel formativo en la manera como hoy entiendo la vida.

Hay muchas cosas que no he vivido y que, muy probablemente, nunca viviré. Por ende, hay muchas cosas que jamás entenderé. Vengo de una familia enormemente privilegiada en tantos aspectos, que aún hoy sigo descubriendo. La vida es dura; más dura para algunos que para otros. Las dificultades son relativas. La gente tiene diferentes vivencias, y la manera en que uno reacciona es función de la perspectiva y de las vivencias previas. Puede que no entendamos completamente, pero podemos por lo menos ser empáticos y tener una mente abierta. El corazón se me parte al ver que la gente alrededor del mundo enfrenta las condiciones más inimaginables, ofensas horrendas, injusticias desalentadoras y las peores circunstancias. El poder aliviar el más mínimo sufrimiento a través de mi labor sería un honor. Cuando nacemos no podemos escoger nuestras circunstancias, y lo mejor que podemos hacer es ayudarnos el uno al otro como seres humanos: Estamos sujetos, de forma indiscriminada, a la condición de humanos y a cohabitar en este fugaz mundo físico.

5. La vulnerabilidad es la vivencia humana más subestimada. Sé que el Internet es un lugar turbulento, que el anonimato se presta para ejercer conductas sin tener que rendir cuentas, y que la gente puede ser hiriente por el solo hecho de serlo. Me gustaría pedir que a cada persona se le permitiera compartir sus vivencias y perspectivas sin que sea juzgada y sin recibir comentarios denigrantes; es pura cortesía a la que cualquier persona tiene derecho. Para resumir, la vida se trata de cómo te sientes sobre ti mismo y de cómo haces sentir a los demás sobre sí mismos. Cuando compartimos nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias con otros, nos hacemos vulnerables. Esa vulnerabilidad es la que anima a que los demás compartan sus pensamientos, sentimientos y vivencias con nosotros, haciéndolos vulnerables. La honestidad y la franqueza son lo que permiten que uno forje conexiones imposiblemente bellas con otros seres humanos.

Estamos juntos en esto, sin importar el color del pelo, la raza, el género, la orientación, la educación, las circunstancias, la etnicidad o la nacionalidad.

Seamos mejores.

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Vanessa Wilbat

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