Queridas drogas: gracias

A dos años de estar limpio, una carta que debí escribir hace mucho.

Evelyn Wittig
7 min readDec 23, 2014

Queridas Drogas,

Es nuestro aniversario. ¿Recuerdan, 12/12/12?

Esa fue la fecha, hace exactamente dos años, que pasé 24 horas sin ustedes en mi cuerpo por primera vez en mucho tiempo. ¿Recuerdan por qué escogimos 12/12/12?

Porque el 12/11/12 fue un día, realmente, de mierda.

De 1997 a 2012, le dimos duro a la pintura, hombre. Duro. A veces veo mi vida y pienso: «¡Maldita sea, imagina lo que podría haber logrado si NO hubiéramos pasado una gran mayoría de tiempo drogado!»

Tenemos las trágicas consecuencias que vienen con tu amistad. Ese tiempo en que nos metimos una sobredosis de OxyContin y Xanax en Niza, Francia, y dormimos en estaciones de tren durante dos semanas debido a que durante nuestra pérdida de consciencia perdimos mi equipaje, pasaporte, teléfono, y la billetera. Para cuando despertamos en Shanghai, tres días tarde al trabajo, y aparecimos con el pelo azul, un ojo morado, y una fractura en el tobillo, sin tener idea de por qué. Esa vez que mantener un suministro de fentanilo nos metió en problemas con la mafia rusa en la República Checa, la familia y los amigos que empujamos fuera de mi vida porque ya no podían ver cómo me deterioraba, las muchas facturas sin pagar del hospital de las muchas sobredosis que hasta la fecha me siguen cobrando por teléfono las agencias de recaudación.

Esos fueron los aspectos negativos.

Pero luego está la parte de mí que interrumpe, dándome cuenta de que lo más probablemente es que nunca hubiera tomado los riesgos que tomé sin su influencia química corriendo por mis venas.

Esa es la trágica verdad. Esa vez que decidí mudarme a Italia: todos nosotros. Esa otra vez que decidí mudarme a Praga, con 120 dólares en mi billetera y Sassy, ​​mi perro pastor mezcla entre mitad labrador, mitad Australiano: ustedes estaban presentes. Tomando ese trabajo con Disney en Shanghai: nosotros hicimos eso. Correr con los toros en España: uno de mis recuerdos favoritos junto a ustedes. Dormir en las playas de Grecia durante cinco semanas, Oktoberfest, el Año Nuevo del milenio en Edimburgo — todo ocurrió gracias a un poco de su persuasión farmacéutica—. Cada una, una experiencia increíble, de esas que cambian la vida y que muy probablemente nunca habría sucedido si no hubiera sido por ustedes que me dieron un empujoncito.

Hubo, de hecho, algunos buenos momentos.

La verdad, es que yo soy el que doy gracias. La persona sentada aquí mismo, ahora mismo, es la suma de mis acciones pasadas y ustedes han jugado un papel importante. Para ser honesto, no me arrepiento de nuestro tiempo juntos. Fue candente, apasionado, seductor, autodestructivo, dañino, suicida, pero todo eso me ha llevado a este momento. Estoy justo donde se supone que debo estar.

Tengo un montón de remordimientos. Pero no me arrepiento de ustedes.

Recuperarme de ustedes me ha permitido acceder a lo más íntimo de mi ser, un lugar al que pocas personas se aventuran, y un lugar que sin duda nunca habría descubierto si no hubiera sido un requisito para la supervivencia. He aprendido a tomar responsabilidad por mis acciones, sufrir las consecuencias, reparar las relaciones rotas, y seguir adelante. Cada día, antes de acostarme, veo mi día y realmente reflexiono sobre mis acciones. ¿Dónde fui egoísta, dónde fui deshonesto, dónde lastimé a alguien? Y hago todo lo posible para hacer lo correcto. Sin esta recuperación de ustedes, lo más probable es que sería un imbécil más preocupado por hacer tanto dinero como sea humanamente posible, a pesar del sufrimiento que pudiera causar a mí mismo o a los demás, mientras que la vida pasaba en mi búsqueda de tantas cosas como fuera posible.

Recuperarme de ustedes me ha enseñado a rezar. Todas las mañanas. Ni siquiera estoy seguro a quien o qué estoy rezando, pero aún así rezo. ¿Quieren saber por qué? Porque cuando tenía tres días limpio, todo lo que hacía era pensar en estar con ustedes. Me despertaba de un sueño en el que estaba drogado a la realidad de desear nada más que el sueño se volviera realidad. Tenía una obsesión que me estaba comiendo vivo, ustedes consumiendo cada uno de mis pensamientos. Me despertaba por las mañanas y no sabía que hacer conmigo — ¿recuerdan este tiempo que era tradicionalmente el que pasábamos juntos?— Removerlas de mi día hizo que todo se volviera un caos. Todo estaba de cabeza, peleando cada segundo esta compulsión de drogarme, cada fibra de mi ser gritando por alguna sustancia química, lo que fuera que me ayudara a no sentir.

Así que una mañana, estando en posición fetal, llorando, gritando, porque no sabía cómo diablos me iba mantener limpio cuando todo en lo que podía pensar era drogarme, yo recé. Recé para que alguien, algo, lo que fuera hiciera que parase. Por favor, sólo dejame pensar en otra cosa. Cualquier otra cosa. Cualquier cosa que no fuera drogarme. Cualquier cosa menos ustedes.

Y adivinen qué: funcionó.

Es una historia real.

Yo no se cómo, o por qué, o quién, o qué. Sólo sé que lo que fuera, eliminó esa obsesión de mi retorcido cerebro, e hizo que salieran de mi pensamiento subconsciente esa mañana; a eso le rezo.

Cualquiera que sea esa entidad, colocó una pequeña voz dentro de mi que tomó su lugar. No se lo tomen a mal, pero han sido reemplazadas. Esta nueva voz, no me deja tranquilo incluso cuando deseo realmente que lo haga, que es exactamente lo que necesito. Fue esta voz que me mantuvo en pie, que no me dejó en paz, cuando descubrí una epidemia de heroína en mi pequeño pueblo, en el norte de California, y me preguntaba por que nadie en la «comunidad normal», es decir, la policía, el consejo municipal, los medios, estaban hablando sobre eso. Fue esta voz que me dijo que le presentara la idea al periódico — sin ser escritor, ni tener experiencia en periodismo, ni relación con nadie en el periódico— lo que hice con tal que la voz se callara. Fue la misma voz que me dijo «te lo dije», cuando el editor del periódico no solo me dejó escribir la historia, sino además me dio tres portadas para una serie en tres partes.

Esa serie, Heroin in the Foothills [Heroína en la ladera], cambió mi vida. Hizo que escribiera, algo que no había hecho nunca. Esta historia me llevó a escribir otras, que también fueron publicadas, incluso me trajo un contrato para escribir mis memorias de las experiencias internacionales mencionadas anteriormente (no, no voy a compartir las ganancias con ustedes).

Todo esto pasó porque estuve en contacto con algo dentro de mí que nunca habría desarrollado de no haberlas conocido.

Si tienen oportunidad, comprueben la página web original del periódico y lean los comentarios bajo el artículo, el espacio usualmente reservado para los trolls y los estúpidos — esa historia logró un impacto en este pequeño pueblo, exponiendo su promiscuidad (ustedes, pequeñas zorras, ustedes).

Ustedes nunca fueron mi problema. Yo nunca tuve un «problema de drogas». Mierda, ustedes cumplieron con lo que decía la publicidad, hicieron lo que tenían que hacer. Si ustedes hubieran sido el problema, yo tendría que haber sido capaz de removerlas de la película y todo habría estado bien. Yo me hubiera podido levantar y seguir adelante como si nada hubiera pasado.

Ese no es el caso, y nunca lo fue.

Yo tenía un problema con Jason. Ustedes me enseñaron a darme cuenta de eso. Tenía muchas cosas dentro de mí que nunca supe como manejar, y ustedes paralizaron esas cosas hasta que estuve listo para enfrentarlas. Superar mi adicción me obligó a sanar estas heridas que sufrí mucho antes que ustedes llegaran.

De alguna manera, ustedes estuvieron conmigo cuando más las necesitaba, y por esto, estaré siempre agradecido. Fui yo quien abusé de ustedes. Ustedes nunca abusaron de mi.

Yo no sé lo que hubiera hecho si ustedes nunca hubieran entrado en escena bombardeando masivamente mi emociones, lo que sé es que antes de ustedes, yo cargaba una cuchilla de afeitar en mi billetera, escondida donde nadie la podía ver, ustedes saben, por si acaso…

No fue su culpa. Fue culpa mía. No fueron ustedes… fui yo.

Mi culpa quiere decir mi problema, y mi problema significa que puedo encargarme de él. Por mucho tiempo le eché la culpa a otros. Era culpa de ellos. Yo solo era una pequeña víctima inocente, forzada a usar drogas para poder sobrevivir. Superar mi adicción me enseñó a ser un hombre y hacerme cargo de todo lo que estaba mal conmigo, porque mientras la culpa la tengan otros, estoy atascado bajo su control, dándoles a ellos poder absoluto sobre mí. Pero si es mi culpa, una vez pase el dolor de esa comprensión, lo puedo absorber, procesar, y encargarme de él.

Puedo seguir adelante.

He desarrollado un verdadero sentido de mi mismo, que me ha llevado a un difícil, brutal, e iluminador viaje introspectivo, ha sido algo hermoso con lo que nunca me imaginé haberme encontrado.

Así que esta es por ustedes, drogas. Gracias.

Gracias por permitirme encontrarme.

Gracias por conectarme a sea lo que sea que le rezo todas las mañanas, que removió esa obsesión de mi mente esa mañana en la fría baldosa del suelo en Modesto, California.

Gracias por inspirarme a convertirme en un mejor ser humano,un mejor amigo, un mejor esposo, un mejor papá.

Gracias por conducirme a escribir esto.

Abrazos y besos.

Jason

--

--

Evelyn Wittig

God, family, friends...music, books, traveling, writing, love translating Medium stories ....marketing, communication Thanks for reading! Gracias por leer :)