Envejeciendo junto a la radio

Javi Fernandez
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5 min readMar 11, 2016

Rituales

Cuando era chico, la radio del despertador sonaba a las 6 de la mañana para levantarnos. El Gallo Loco, por Radio Rivadavia, era el programa elegido por mi mamá para acompañar el ritual del desayuno: tazón de café con leche con galletitas.

Durante mi adolescencia, la radio estaba encendida en mi habitación mientras mi cassette TDK de 90 minutos estaba listo para otro ritual: grabar las canciones del ranking de NRG 101.1. Ni hablar las transmisiones de futbol, imaginando gracias a Victor Hugo y Lito Costafebre lo que sucedía con mi querido River.

La radio es una parte importante en mi vida. Hoy, a mis treinta y pico, siento que la radio envejece conmigo. Envejece porque creo que las nuevas generaciones no tienen la práctica masiva de escuchar radio. Los oyentes, durante décadas y décadas, han sido un recurso renovable. Ahora, por múltiples motivos, se están extinguiendo.

Internet mata TV

Una de las causas de este gran cambio en los últimos años es la consolidación de Internet como servicio de acceso a la información. Esto sumado a la smartización de los teléfonos celulares, que permiten chequear contenidos online en cualquier momento. Cambios que fueron recibidos como golpes. Tal es el cimbronazo digital que es imposible pensar que un pibe de 14 años pueda esperar que una radio teen le pase una canción que le gusta cuando con solo un click puede escucharla hasta el hartazgo.

No sólo cambió la perspectiva del oyente, sino la de varios actores del medio. Siguiendo la misma lógica, es difícil pensar que un cronista de radio relate un suceso logrando la misma efectividad e impacto que a través de imágenes y videos subidos en su cuenta de Twitter.

El mapa digital de los nuevos tiempos le quitó un elemento esencial a la radio: la primicia. Hubo un tiempo donde la radio llegaba antes a la noticia que la tele. Hoy, Internet llega antes que todos. Producto de ganarle una lenta pulseada a la TV, que en esta especie de guerra fría de pantallas, sufrió que nuevas generaciones prefieran recurrir a sus teléfonos antes que al control remoto, colocándole el nuevo mote de flamante antiguedad.

Tiempo antes, cuando Internet solo era una novedad, y la tele reinaba, sacrificó a la radio llevándose la (poca) audiencia que le quedaba. Parte de la gente dejó los clásicos rituales radiales por señales de noticias, deportes y prendió el televisor cuando antes no lo hacía. Hoy Internet le paga con la misma moneda.

Como el ser humano se va adaptando, nadie se queda afuera. La audiencia analógica, sigue escuchando radio y viendo cable, reconociendo ciertos avances de la tecnología, sin indagar mucho más que para abrirse un Facebook o para usar el Whatsapp. En tanto, la audiencia digital, descubrió nuevas formas de comunicarse que ya son parte de sus costumbres, relegando a la radio y la tele para momentos específicos. En el medio, una gran masa mixta que consume un poco de todo -como puede y cuando puede- en la época donde Netflix nos marca el camino.

Recuperar la magia

Cuando no hay nuevos horizontes, la cosa se complica. Se me ocurrió una metáfora: la radio es como ese bar antiguo que sólo trabaja para los clientes de siempre. No busca nuevos comensales. Con los que tiene, trata de zafar. Antes la radio daba chapa. Era hacer carrera. Antes era muy común que la gente del under incursionase en radio haciendo humor. Hoy, hay una camada de generadores de contenidos digitales que por su naturaleza se entusiasman con brillar en Youtube, o al menos ser descubiertos por un productor para pegar un laburo en la tele.

Otro ejemplo, la música: las bandas suben su música a cuanto servicio de streaming puedan y ya no velan porque su tema se escuche en las FM del barrio. Ya no necesitan a la emisora como intermediario. Es más, gran problema tienen las radios musicales, que deben competir con un nuevo gigante como Spotify. Se puede ser más innovador que un portal de 30 millones de canciones, con cientos de playlist pensados en géneros, estados de ánimo o artistas influyentes? Complicado.

Hay más: hace años que las emisoras renunciaron a crear sus propias figuras. Recurren a los famosos de la tele, de los cuales muy pocos honran el ritual ante el micrófono. La farandulización de la radio logró muy pocos éxitos, y numerosos fracasos con gastos infernales. En mi opinión, la única manera de que la radio sobreviva (y estire su existencia) es priorizando el contenido. Las radios llenan el aire, no lo trabajan. Para convocar se necesitan más creatividad. Mas producción. Mas transgresión. Mas imágenes auditivas y menos charlas sin contenido. En fin, más ideas. Propuestas que no tienen lugar muchas veces por falta de presupuesto. Y que terminan saliendo al aire igual, por vocación en formato de podcast. Otro dardo más al corazón del dial.

Resabios

El domingo, cuando volvía de Morón después de hacer Laten Argentinos, enganché el programa de Nora Perlé, en Radio Mitre. Una voz legendaria, con un ciclo dedicado al amor, a las canciones y a los poemas. Programas como el de Nora, difícilmente tengan sucesores en el tiempo. Son programas que han perdurado por generaciones, que fueron innovadores en su momento y cautivaron a la audiencia. Actualmente es una propuesta clarísima, prolija y producida, que está orientado al público adulto: no tiene un público renovable. Su programa es un resabio del arte que la radio en su esplendor supo transmitir.

Lamentablemente, todavía se vive de algunas buenas viejas ideas. Faltan nuevas propuestas. De estos tiempos. El panorama no es alentador: es mas facil llenar el aire de voces light, en un ambiente de laburo a reglamento y coronarlo con presupuesto cero.

Las emisoras que se manejan como un fast food, no priorizan el producto ni la calidad.

En mi opinión, el último gran artista que dio la radio fue Fernando Peña. Casualmente un tipo que no se destacó por ser un líder absoluto de las planillas de rating. Lo que Peña logró no fue cantidad, sino calidad. Su trabajo era una artesanía para los oídos. Un predestinado, que intentó en otros ámbitos cuando el público ya lo había coronado en el dial.

Seguiremos esperando novedades para el boletín. Mientras tanto, la radio ve pasar los avances, resiste como puede y se escuda en sus oyentes más fieles. No sé como continuará esta historia. Lo que si sé, es que seguire siendo cliente de este bar. El bar de siempre. Esperemos que nunca baje las persianas.

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Javi Fernandez
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