Dos años sin mentiras

Hace dos años hice un voto de nunca decir una mentira. Esto es lo que sucedió.

Reaper Stinky
6 min readAug 20, 2014

Nunca me había dado cuenta qué tan seguido mentía hasta que dejé de mentir completamente.

No fue una decisión intencional. Hace dos veranos hice mi primer retiro de meditación en silencio por diez días y se nos pidió que firmáramos cinco votos para ingresar al programa, incluido un voto de honestidad. Yo no sabía esto hasta que llegué al lugar. Pero cuando estás a punto de empezar diez días en silencio, firmar en un voto de no mentir no se siente como algo atrevido. Al final del retiro, de cualquier forma, nos dijeron que los votos, que también incluían no matar y no robar, ahora aplicaban por el resto de nuestras vidas.

Siempre he sido una persona literal, a menudo hasta parecer un defecto. Tengo la maldición contraria de una persona sin determinación — si digo que voy a hacer algo, lo haré, incluso si ya no es de mi interés. Sabiendo que acababa de acordar no mentir por el resto de mi vida, decidí darle una oportunidad.

Quería ver que tanto podría cambiar mi vida si vivía sin mentir en asuntos pequeños y grandes.

Es importante notar que este no era un voto de honestidad radical, que te hace hablar todo lo que tienes en la mente. Este era un simple voto prometiendo que cualquier cosa que digas es verdad. No hay excepción por mentiras blancas o mentiras para consolar a alguien. La única excepción que me permití fue para proteger a alguien. Yo, sin lugar a dudas, mentiría para salvar la vida de otra persona o la mía. No habría más excusas.

Antes de este voto, creo que es justo decir que era bastante honesta. No embellezco demasiado las cosas, nunca mentí a mis inversionistas (en serio), y no miento generalmente acerca de cualquier cosa importante para mis amigos o seres queridos.

Pero bajo este nuevo voto, estaba sorprendida acerca de qué tan seguido mentía a personas acerca de cosas pequeñas, cosas sin importancia sobre las que pude haber sido honesta. Es casi como si hubiera tenido un reflejo para mentir solamente sobre aquellas cosas que no tenía razón para mentir. Darse cuenta de esto era un asunto principalmente de logística, como aprender un nuevo idioma. No estaba siendo retada éticamente sino más como concentrándome en conjugar verbos correctamente en italiano o francés.

Una mentira típica podría decir, casi inconsciente, hubiera sido una explicación de por qué llegaba tarde. Podría haber culpado al subterráneo aún cuando mi viaje hubiera sido tranquilo y era mi culpa por salir tarde. En un restaurante podría haber dicho que era alérgica al pescado, cuando simplemente no me gustan los mariscos. Podría haber dicho que he estado en Londres 30 veces cuando la realidad era unas 20. No tengo idea de por qué hacía esto. Era un mal hábido pero no malicioso. Sabía que podía arreglarlo.

El primer paso para vivir sin mentiras es ser completamente honesto con uno mismo.

Tú debes saber, absolutamente, cuando estás mintiendo y cuando no. Las mentiras pequeñas siguen siendo mentiras, y lo tuve que aceptar para alcanzar mi meta de no mentir en absoluto.

Empecé racionalizando mis mentiras. Esto fue impactante y humillante pero también sumamente interesante. No tenía idea de cuantas mentiras decía durante un día típico. Empecé a tomar nota. Y cada día, durante semanas, las mentiras disminuían. Dejé de mentir acerca del motivo por el que llegaba tarde. Dejé de mentir acerca de mis experiencias. Al cabo de dos meses, apenas y estaba mintiendo.

Sorpresivamente, no fue muy difícil. De hecho empecé a disfrutarlo. Si no puedes mentir acerca del motivo por el que llegas tarde y llegas tarde, tienes que decir algo que la mayoría de la gente nunca ha escuchado. Diría, “Siento llegar tarde, pero no manejé mi tiempo apropiadamente y salí tarde para encontrarme contigo. Me disculpo y trataré de no hacerlo de nuevo.” La gente casi no podía creerlo. Así como gané confianza en mi falta de mentiras, me di cuenta que acortaba la explicación. “Siento llegar tarde. Es mi culpa.” Nadie jamás preguntó por qué.

Había, de todas formas, un tipo de mentira que resultaba un reto. No sucedía a menudo pero cuando lo hacía, era brutal. Suelo organizar muchos eventos, muchos de ellos son privados. Organizo fiestas y cenas de salón y grupos de meditación para emprendedores y amigos. Un buen amigo una vez me preguntó por qué no había sido invitado a una cena que estaba organizando y, para esto, tuve que hacer una pausa. Si no hubiera estado bajo el voto, podría haber dado un montón de razones. Bajo el voto, tuve dificultades en producir una respuesta que no amenazara la amistad.

No me fue muy bien. En primera instancia, bajo presión, dije que no pensaba que el tuviera la suficiente relación con el grupo. Estuvo feo. Obviamente había optado por la verdad por encima de sus sentimientos. Un año después me enteré que él casi termina la amistad.

Pero con el tiempo, me hice mejor con la verdad. Me acostumbré a explicar muy simple y claramente las razones de las cosas.

Había, de todas formas, un tipo de mentira que resultaba un reto. No sucedía a menudo pero cuando lo hacía, era brutal.

Dos años después, mi amigo sacó el tema de la cena y me preguntó la verdadera razón por la que no fue invitado. Ahora podía explicar, tranquilamente, la razón. La realidad es que esa era una cena casi exclusivamente para amigos que son emprendedores. Estaba emocionada de que los fundadores compartieran sus historias y experiencias entre ellos. Le expliqué a mi amigo, que trabaja en finanzas, que también había invitado a una mujer artista como una persona con un interés romántico potencial por uno de los fundadores, pero que todos los demás eran parte del mundo de las start-ups. Suena como una explicación compleja, pero era verdad. Y a él le hizo sentido. Somos más cercanos que nunca.

Decir la verdad suena como un paso simple, pero creo que tiene un profundo efecto en tu vida. Día a día, hace las conversaciones más relajadas. No tienes más opción que hablar honestamente, te vuelves más feliz de hacerlo.

Y la realidad de hacer esto es que también te cambia internamente. Es difícil explicarlo con palabras de otra forma que no sea que te sientes más puro. Te empiezas a gustar más a ti mismo. Estás diciéndote de una manera efectiva que tus acciones son motivadas por buenos valores. Entonces, siempre puedes hablar por tus acciones, y explicarlas, con honestidad. De muchas formas es un acto de amor propio, y se vuelve un barómetro moral que afecta otras acciones también. Inconscientemente, te apega a tus valores.

Estás diciéndote de una manera efectiva que tus acciones son motivadas por buenos valores.

Otro fuerte efecto de la honestidad es que te haces muy consiente de cuando otras personas te están mintiendo. Soy una amiga peligrosa, porque probablemente sabré cuando estás siendo deshonesto. No puedo explicar como, pero es casi tangible, y me encuentro a mi misma paulatinamente escogiendo rodearme con personas que no mienten, ni aún para ser amables. Es más simple interactuar con amigos y seres queridos si ambos tienen la confianza de expresar tu opinión honesta y negociar desde ahí. Hace las conversaciones y desacuerdos mucho más fáciles y menos tensas. No hay motivos ocultos.

Me encanta. Pienso que es todo ganancia y no hay pérdida. Solo no me preguntes si te ves gordo en algo, porque te lo diré. Y si pregunto, quiero saberlo. ¿Por qué salir vistiendo algo en lo que no te ves del todo bien? Prefiero saber la verdad.

--

--

Reaper Stinky

No voy a mentir: me equivoco. Mucho. Y de lo único que puede estar segura es de que lo voy a seguir haciendo.