Enséñame tus cicatrices

Evelyn Wittig
6 min readJan 19, 2015

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Siempre me ha gustado comparar cicatrices, y siempre me han gustado las cicatrices en otras personas —una fractura por una caída desde lo más alto de un árbol, una mordedura de perro, un corte de la barbilla, los restos de la varicela, un error en la universidad—. Las historias restantes. La prueba de que hemos sobrevivido. Pero las cicatrices también pueden ser un recorda-torio de lo que una vez fuimos, y ese tipo de conciencia de sí mismo es algo que da mucho miedo. Y te diré algo más, las cicatrices también viven en el interior. Una cicatriz no sólo significa que tenemos algo que mostrar a la gente en las fiestas.

Una cicatriz significa que recordamos.

Cuando tenía 21 años, yo creía que sabía una cosa o dos acerca de una cosa o dos. Recién había estudiado en el extranjero en Australia durante cinco meses y había conseguido, con alguna que otra artimaña, quedarme cinco semanas adicionales y gozar de unas dulces, dulces vacaciones. Una mañana temprano, unos amigos y yo decidimos ir a surfear. Todos eran surfistas expertos y yo no aceptaba un no por respuesta. Yo iba surfear a la par de ellos.

Yo tenía un montón de orgullo y algo que probar, y me encontré tomando olas totalmente fuera de mi capacidad. Logré ponerme de pie por un momento como la campeona que era. Poco después, perdí completamente el control. Mi tabla se hundió debajo de mí y luego salió disparada hacia arriba, golpeando directamente mi espalda baja, cortándome la piel. Me faltaba el aire y luchaba por mantener la cabeza por encima de las olas mientras el agua llenaba mis pulmones. Un amigo nadó a mi rescate y me echó sobre su espalda como un niño indefenso, tirando de mí hacia la orilla.

Nada va a hacer que te sientas menos valiente o genial que ser echado en la espalda de alguien como un niño indefenso.

«¿A dónde crees que ibas corriendo de esa forma?» Me preguntó, sabiendo que no tenía ni el aliento ni la dignidad de responder. Insolados y con el pelo lleno de sal, dejamos caer nuestras tablas y nos tiramos en la arena. La sangre corría por mi espalda baja. Tosí agua de mar y permanecí en silencio bajo el ozono que quema, esperando a recobrar mi aliento.

«Eso fue un desastre», le respondí.

«Sí, pero te va a dejar una cicatriz impresionante».

Ese día, aprendí que tener valor y tener la capacidad de escuchar están estrechamente relacionados. Si me preguntas, probablemente te voy a decir que la lección fue que no soy muy buena surfeando. Desde luego, no te voy a decir que yo estaba siendo una idiota testaruda.

Una cicatriz física es un instinto de supervivencia

Una insignia de honor, un recuerdo de una fiesta, una cosa que les encanta a las chicas y, sin embargo, hablamos tan poco de nuestras cicatrices emocionales. Defendemos nuestras heridas físicas y ponemos nuestros cuerpos sanados en exhibición como trofeos, pero la inteligencia que se necesita para superar el trauma emocional no es reconocida. Nos convencemos a nosotros mismos y a los demás de que estas cicatrices nos hacen seres humanos más valientes, más fuertes, más inteligentes. La única cosa que es más difícil que todo eso es saber que después de todos estos años, el área aún podría estar un poco sensible.

La primera vez que alguien descubre una de tus cicatrices por accidente, tú vas a luchar para separar sus intenciones entre una investigación preliminar y un genuino interés. Tú eres vulnerable, y ellos tienen una perspectiva ventajosa. En este momento crítico ellos están tratando de determinar si eres un ser humano apto o si estás completamente loca. Tú decides no apostar en contra del dealer. En su lugar, hablas de hacer donas a las tres de la mañana en un estacionamiento cubierto de hielo negro. Perdiste el control del vehículo y tu cara atravesó el parabrisas. Diez años después y ésta es sólo otra historia que gira en tu arsenal.

Vas a dejar fuera la parte en la que te rompieron el corazón. Vas a dejar fuera la parte en la que tuviste un problema con la bebida. Vas a dejar fuera la parte en la que extrañas a tu padre. Vas a dejar fuera la parte en la que murió tu madre. Todo esto se sentía demasiado humano y no estabas dispuesta todavía a renunciar a ser una adolescente. Tú vas a dejar fuera las partes de ti misma que necesitan respuestas, e irónicamente te vas a sentir menos loca.

Finalmente aparece alguien y tú dejarás que te desabotonen el cuello o que te quiten los guantes. Te gustará que no te hagan muchas preguntas y debido a esto, querrás compartir las respuestas. Cuando sus dedos delicadamente bailen sobre tus cicatrices, esta vez se siente como un rayo. Cálido y estremecedor. Te duele, pero no sólo en el exterior. Después de unos minutos se siente como el primer día de verano. Cálido y estremecedor.

No sólo en el exterior

Cuando era pequeña mi hermano estaba enfermo siempre, mis padres pasaban mucho tiempo en hospitales. Yo aprendí rápidamente cómo valerme por mí misma. La autosuficiencia se conviritió en mi sexto sentido. Dicho simplemente, nadie cuidaba de mí. Una noche, quería cepillarme los dientes, pero no sabía dónde estaban mis padres, y yo no quería pedir ayuda. En lugar de eso, me subí en el lavamanos y abrí de tirón el armario del baño con tanta fuerza que me fui para atrás. Mi cráneo se dió directo con la orilla del inodoro de porcelana y había sangre por todas partes.

¿Entonces cómo le explico a la gente que entra en mi vida que mis emociones las manejo en privado? ¿Que soy autosuficiente porque esa fue la primera técnica de supervivencia que aprendí? ¿Acasó les dejo caer esa bomba casualmente? Yo creo que puedo esperar hasta la séptima u octava vez en que ellos creen que los estoy ignorando para decir, «Oye hombre, tu tranquilo. No eres tú. Sólo necesito un poco de espacio para lidiar con esto. Esa es la forma en que mi cerebro trabaja. Arriba esos cinco».

¿Cómo explicas eso y esperas que la gente te ame de igual manera? En lugar de esto, yo probablemente sólo enseñaré la cicatriz en mi cabeza. Si me preguntas, te diré que para mi mala suerte soy muy independiente.

Yo tengo cicatrices como prueba

Esta fibrosis emocional es sólo un compromiso de experiencias conectadas. Ellas atan nuestros pasados y mantienen en espera a nuestros presentes. Gradualmente, los espacios vacíos comienzan a llenarse. Nosotros ocasionalmente evitamos contar estas historias —estas cosas que han pasado en nuestro interior, que nadie más puede ver, hasta que desprendemos y mostramos la herida que tardó tres años en sanar—. Pasamos el tiempo inventado nuevas razones por las cuales estas heridas, por nuestras batallas internas, todavía existen.

Nosotros declaramos un embargo en contra de ellas.
Nosotros las descartamos.
Nosotros las negamos.
Nosotros negamos que estamos rotos.

Pero todos estamos un poquito rotos, ¿no es cierto?

Nosotros sólo estamos esperando que alguien nos ame primero. Que nos ame no sólo por las cicatrices que cubren nuestros cuerpos como caminos en un mapa detallando cada lugar y cada persona que ha estado en contacto con nosotros, sino que nos amen por la historias por la cuales estos caminos nos llevaron. Tenemos que abrir nuestras horribles heridas sabiendo que que pueden hacerlas más profundas o que pueden dejar una nueva. Pero yo creo que puedes hacer ambas cosas. Por lo menos espero que puedas. Espero que puedas mostrarle a alguien tus partes desagradables esparcidas por el suelo, y espero que puedas invitarlos a que pasen sus dedos sobre tu piel llena de callos. Cuando lo hagan, espero que sientas el relámpago.

Más que nada, espero que todavía te subas hasta lo más alto de ese árbol. Si te resbalas y te pegas con todas las ramas en tu caída, espero que encuentres a alguien a quien puedas contarle tu historia.

Espero que compartas tus cicatrices con ellos.

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