Cosas que le enseñaré a mi primer hijo

O, 14 razones por las que no soy bueno para ésto

Evelyn Wittig
5 min readDec 3, 2014

Cuando me enteré, tenía en mis manos un paquete de seis cervezas.

Ella me dijo: «Estoy embarazada». Palabras que sabía llegarían un día, pronto, pero no tan pronto. Siempre me imaginé escucharlas en un porche soleado, con el viento meciendo suavemente un columpio de madera de ida y vuelta. O algo por el estilo. Y habría música. Algo optimista y esperanzador como la música que se escucha antes de los créditos finales de una película de Zach Braff.

Nunca pensé que escucharía esas palabras estando de pie en la puerta de nuestro apartamento, oscuro y empacado a medias, cansado ​​después de un largo día. Mi esposa, Sarah, con los ojos hinchados y con la máscara corrida después de su propio día de mierda, y luego otra vez de llorar lágrimas de alegría, sosteniendo no una, si no dos pruebas de embarazo como prueba.

Mi primer pensamiento fue que estábamos a punto de perder nuestra selección de fútbol americano de fantasía.

Mi segundo pensamiento fue abrir una cerveza.

Mi tercer pensamiento fue: «No puedo creer que esos fueran mis dos primeros pensamientos».

Solo es necesario un momento como ese para darse cuenta de lo mal preparados que estamos para ser responsables de otro ser humano. Qué aterrador es todo esto. Y no estoy hablando de despertar en la mitad de la noche para calmar a un bebé que llora. Yo no estoy hablando de cambiar un pañal sucio o decir adiós a tu vida social “escandalosa” (Sarah y yo vemos, en promedio, diez mil horas de televisión cada noche; así, que ese barco zarpó hace un tiempo).

Estoy hablando de cuando tu hijo aprende a hablar y lo que le dices a él o ella en realidad importa. Cuando tienes que comenzar realmente a pensar en cómo quieres criarlos. Lo que vas a decirles cuando alguien los moleste en la escuela. Qué les vas a decir cuando tomen una postura filosófica contra el concepto de los deberes.

Esto hace que cuestiones tus valores. O que te preguntes si siquiera tienes valores para cuestionar.

Y esta línea de pensamiento me ha llevado a creer que ya soy un padre terrible. Porque cuando pienso en las cosas que quiero inculcar en nuestro primer hijo, me doy cuenta de que yo no encarno ninguna de esas cosas.

Pero aquí están, de todos modos:

Diré, oye, hijo, no le tienes que gustar a todo el mundo. Di lo que piensas cuando sepas que tienes razón. Dile a tus amigos la verdad, incluso cuando no quieran oírla. No solo asientas con la cabeza y «mirando los dos lados» y no te rías por lástima cuando la gente haga chistes malos.

Diré, trabaja duro en la escuela. No para que puedas hacer dinero y no por el derecho a presumir, sino porque si no lo haces, un día mirarás hacia atrás y desearás haberte sentido orgulloso de ti mismo.

Diré, limpia tu habitación. Diré, ¿ves esta pila de 6 pulgadas de ropa sucia al lado de mi cama? Me hace sentir horrible cada vez que la miro. Te sorprenderías de lo bien que está poder ver el piso de tu habitación.

Diré, siempre termina lo que comienzas. Hay una razón por la que sólo puedo enseñarte a ser «muy bueno», y no increíble, en la guitarra, o en la fotografía, o en el juego de cartas, o en cualquier cosa que empecé y luego abandoné. Si tienes talento para algo, nunca lo desperdicies.

Diré, no esperes mucho tiempo para sentirte cómodo contigo mismo. Cuando eres adolescente todas las etapas son geniales, pero hay una línea muy delgada entre explorar cosas y quedarse estancado en una moda. Nunca sientas que para ser aceptado debes ajustarte a un molde.

Diré, cuida tu cuerpo, porque sólo tienes uno. Usa hilo dental todos los días. Y no tomes tanto refresco y Red Bull. Nunca podrás deshacerte de las caries que te van a producir.

Diré, oblígate a experimentar cosas nuevas. Yo sé que las personas que estudiaron en el extranjero son odiosas, pero no me importa; tú debes hacerlo. Porque cuando esas personas estén hablando incesantemente sobre su verano en Madrid, torcerás los ojos, pero sin embargo estarás celoso porque tu verano lo pasaste viendo televisión.

Diré, no te sientas tan incómodo con las personas que viven en la calle. No te van a robar. Sé mejor que eso. Trátalos con respeto. Cómprales un emparedado si puedes. Y dona a organizaciones benéficas cada vez que te sea posible. Siempre tendrás un dinero extra para donar.

Diré, pon atención a las noticias. Y a la política. No pases todo tu tiempo en los medios sociales, la TV, el cine y los deportes. Dedica tu atención a cosas que realmente importan. Infórmate y lee. Nunca te sientas obligado a rebatir furtivamente en conversaciones que hablen de eventos actuales.

Diré, sé implacable. No sigas la corriente. Encuentra algo que quieras y trabaja para que seas excepcional en eso. Muchas personas sueñan en grande, pero tienen miedo de sentarse y trabajar. No seas uno de ellos.

Diré, no conduzcas y envíes mensajes de texto. En serio. No hay nada que no pueda esperar. Lo digo en serio.

Diré, pon la familia primero antes que todo lo demás. Cuando te necesiten, que cuenten contigo. Sin preguntas. Que el estar cansado por el trabajo no sea un excusa. Ellos son todo lo que tienes.

Diré, no desees ser algo o alguien más. Acepta tus defectos, todos los tienen.

Y diré, si no cumples con algo o, incluso, con todo lo de esta lista, no hay problema.

Yo te amaré igual.

Siempre te amaré.

La gente me sigue preguntando si estoy asustado. Creo —que a la luz de todo lo que dije arriba — la respuesta es no.

Sé que habrá momentos en los que no tendré idea de que hacer con este niño. Cuando meta la mano en mi bolsa de moral y valores y salga vacía. Y para ocasiones como esas, miraré hacia mi esposa. Recordaré cómo, estando de pie en nuestro apartamento oscuro y a medio empacar, en una de las noches más importantes de nuestra vida, ella dejó las pruebas de embarazo en la mesa, sonrió y dijo:

«Por su puesto que vamos a hacer la selección de fantasía».

Un pequeño recordatorio de porque nos enamoramos. Que lo que hemos creado juntos no sucedió a pesar de nuestros defectos.

Sucedió precisamente por ellos.

Y sabiendo eso, realmente no hay nada de lo que tener miedo.

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Evelyn Wittig

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