Hablemos de Libertad

Juan M. Izquierdo
3 min readMay 12, 2016

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En busca de nuevos planes, proyectos —y nuevas decepciones— fui a parar por mera casualidad en un anuncio de Google que logró convencerme. Un nombre reconocido, un eslogan que prometía y la bonita interfaz de EF Education First ocuparon parte de mi tarde. Luego de varios clics llegué a la ventana que pedía mis datos personales dónde luego me preguntaría por el tipo de curso que querría tomar, basado en el idioma que previamente había elegido y el lugar. Inglés americano, New York. Ambos son un capricho que no nacieron el año pasado por convicción ni por curiosidad a la tecnología o las formas de estudio modernas. Un capricho viejo.

Un vídeo en YouTube en 1080p —digna manera de reproducir un vídeo en la página de tan suntuosa compañía— apareció en toda mi pantalla dándome un tour por donde básicamente era lo que había imaginado para complementar mi formación académica y no conocía. Áreas verdes —y no tan verdes por el cambio de estación—, paredes de mármol, recepcionistas sonrientes, la popular manzana mordida por todos lados, Student Centers, Sport Centers, Dinning Halls, piscinas y canchas techadas, residencias. Hermoso por donde tú lo vieras. Algo así como todo en internet.

Me sentí como cualquiera de nuestras tías, abuelas y mamás la primera vez que usan la computadora y les aparece el virus-anuncio ganador de un millón de dólares a un lado de la pantalla y salen incrédulas corriendo a mostrarte con entusiasmo la suerte que ha tenido. «Esta es» —pensé—. Unos clics más me hicieron llegar a una ventana blanca y formal. Familiar. Distinta a la interfaz del inicio y parecida a cualquier otra donde sabes que viene lo feo. Facturación. Elige tus servicios y la forma de pago. He ahí la exorbitante cifra de más o menos lo que carga algún ministro Venezolano en la guantera de su 4Runner 2015. Casi $30.000. De alguna manera tenía que nombrar entes gubernamentales en este artículo, y a eso busco hacer referencia.

Según Wikipedia, la pena privativa de libertad se define como un tipo de pena impuesta por un juez o tribunal como consecuencia de un proceso penal y que consiste en quitarle al reo su efectiva libertad personal ambulatoria (es decir, su libertad para desplazarse por donde desee), fijando que para el cumplimiento de esta pena el sentenciado quede recluido dentro de un establecimiento especial para tal fin. ¡Curioso! En Venezuela más de un ciudadano sin haber cometido algún delito igual se encuentra en esta situación, tal cual, sin la frase subrayada en negrita y dentro de un espacio denominado territorio nacional.

Somos prisioneros de lo que aceptamos.

Desde los años venideros, como ciudadanos, nos hemos sometido a aceptar medidas y resultados provenientes de acciones gubernamentales mal tomadas. Corrupción. Maldad. Lo que nos trae como consecuencia el terrible momento que estamos viviendo. Sin ser prisioneros, no tenemos libertad de desplazarnos libremente ni siquiera por nuestro propio país. No tenemos libertad de consumir lo que queramos, sino lo que otros elijan por nosotros. No tenemos libertad de gozar de lo básico, de lo cotidiano, de lo normal, de un monumento, de la obra de uno de nuestros artistas, de una película en el cine, de un Stand up en el teatro (en serio, no hay electricidad para eso). Mucho menos de extendernos de nuestros límites hacia nuevas culturas, como tampoco poder tomar un estilo de educación diferente sobre algo que nos apasiona. No estoy en la cárcel, pero me siento preso. Así mismo, sin sonar dramático.

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Juan M. Izquierdo

Going wisely through the flames / Not a writer / Venezuelan.