Traducción de «Playing With My Son» de Andy Baio

Jugando con mi hijo

Un experimento de nostalgia forzada y paternidad cuestionable

Fernando Valverde

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Hay una pieza clásica de A Wild and Crazy Guy de Steve Martin…

«Tengo un gran truco que puedes jugar a un niño de tres años… Cada vez que estés cerca de él, habla mal. Imagina que en su primer día de clase levanta la mano y pregunta: “¿puedo yo mambo cara de perro al parche de plátano?”»

No estoy seguro de si es una buena idea seguir los consejos de paternidad de los monólogos de los setenta, pero esto siempre tuvo sentido para mí.

Si tienes hijos, ¿por qué no haces experimentos con ellos? ¡Es como hacer experimentos con un pequeño clon de ti mismo! Y es casi siempre legal, probablemente.

Es decepcionante ver cuánta gente con hijos desaprovecha esta oportunidad de oro, esperando, normalmente, a que lleguen a su adolescencia para empezar a jugar con ellos a los juegos mentales.

Antes de que mi hijo naciera en 2004, estaba preparado. Había preparado una larga lista de experimentos sociológicos y psicológicos con mis amigos y compañeros, listo para desatar al Milgram que llevaba dentro sobre mi vástago nonato.

Mi plan original era criarlo haciendo que pensara que estaba viviendo una simulación por ordenador, pero, lamentablemente, mi mujer lo vetó. Y cualquier otro escenario potencialmente dañino, pero gracioso, que altere su vida.

Pero me las arreglé para colarle uno.

Nací en 1977, el mismo año que la Atari 2600 salió a la venta y un año antes que Space Invaders. Tuve la suerte de nacer en la edad de oro de las recreativas, y jugué a todas las generaciones posteriores a medida que crecía.

Mi hijo Eliot nació en 2004, el año del Half-Life 2, Doom 3 y el lanzamiento de la Nintendo DS. Cuando él nació, los videojuegos eran una industria de veintiséis mil millones de dólares.

Me encantan los juegos y quería que a Eliot también le gustaran y los apreciara. Así que este fue mi experimento:

¿Qué ocurre cuando un niño del siglo XXI recorre la historia de los videojuegos en orden cronológico?

Comenzaríamos con los arcade clásicos y la Atari 2600, desde Asteroids a Zaxxon. Después de un año, pasaríamos a la era de los 8-bit con los clásicos de las NES y Sega. Al año siguiente, la SNES, Game Boy y las aventuras clásicas de PC. Luego la PlayStation y la N64, la Xbox y la GBA y así sucesivamente hasta que llegar a la era moderna.

¿Apreciaría más ese niño los juegos modernos independientes que no tienen los presupuestos de monstruosidades AAA como Destiny y Call of Duty? ¿Apreciaría la estética retro o simplemente pensaría que tiene un aspecto cutre?

¿O simplemente crecería pensando que la tecnología de los videojuegos avanzaba a velocidades de vértigo cuando era pequeño y frenaría en seco al llegar a su adolescencia?

En el cuarto cumpleaños de Eliot, le regalé un juego de televisión plug and play de Pac-Man cargado de clásicos arcade: Galaxian (1979), Rally-X (1980), Bosconian (1981), Dig Dug (1982), y, por supuesto, Pac-Man (1980) y sus tres secuelas, Super Pac-Man (1982), Pac-Man Plus (1982) y Pac & Pal (1983).

Hasta el momento en que cogió el joystick, una parte de mí temía secretamente que no le interesara.

En los días previos a su nacimiento, me despertaba sobresaltado con sudores fríos por la pesadilla de criar a un atleta de seis años, que me rogaba que saliera a jugar al fútbol o al beisbol o a cualquier otra temida actividad física.

Crisis evitada.

Eliot está obsesionado con jugar al ’Pac-Man’ en nuestro televisor. Es como verme a mí mismo en 1982.

Mejoró rápidamente. Seis semanas después, superaba mis mejores puntuaciones en Dig Dug y llegaba regularmente a los niveles finales de Pac-Man y sus secuelas.

Eliot ha llegado, él solo, al nivel 5 de ‘Pac & Pal,’ una sequela del ‘Pac-Man’ exclusiva para el mercado japones de 1983. Mola. http://bit.ly/pacnpal

Cogí otro juego de televisión plug-and-play: Ms. Pac-Man, Galaga, Mappy, Pole Position y Xevious. Y jugamos juntos.

Cuando nos aburrimos, conectamos mi vieja Atari 2600 y jugamos a mi colección de gemas de baja fidelidad como Asteroids, Kaboom!, Adventure, Combat y (sí) E.T., pero la mayoría no aguantaron bien.

Era hora de pasar a la siguiente generación.

A los cuatro meses del experimento, cuando Eliot no tenía ni cuatro años y medio, saltamos a la era de los 8-bit.

Cargué un emulador y empezamos nuestro periplo a través del canon de la NES.

Eliot y yo estamos pasándonos el canon. Terminamos ‘Mega Man 2’ la semana pasada, acabamos de derrotar a Ganon en ’Legend of Zelda’. El siguiente: ¡Mario!

Al principio, se sentaba en mi regazo e íbamos jugando por turnos. Generalmente él llevaba el control, pero yo intervenía en las partes complicadas.

Eliot y yo terminamos los seis juegos de Mega Man para NES. El 2 y el 5 estaban geniales, y las mejoras del 6 fueron un buen cambio. El resto me parecieron chapuceros.

A los 5 años, ya era capaz de superar algunas partes de dificultad moderada en plataformas como Super Mario 3.

Eliot acaba de terminar el primer mundo de ‘Super Mario 3’, solo. ¡Solo tiene cinco años! Soy un padre orgulloso.

A los 6 años, ya se pasaba juegos enteros él solo. Terminó The Legend of Zelda solo, y luego terminó la dificilísima segunda misión con ayuda de un mapa.

Eliot acaba de terminar el primer Zelda, él solito. Solo le ayudé mostrándole un mapa en la mazmorra novena. ¡Ese es mi hijo!

Terminamos Super Mario Bros. 1–3, Mega Man 1–6, Castlevania 1–3, Rygar, Contra y Duck Tales.

Era hora de volver a subir de nivel.

Nunca tuve una Super Nintendo o Nintendo 64 (para entonces ya me había pasado al PC), por lo que muchos de esos juegos eran nuevos para mí.

Jugamos a Link to the Past y Super Mario World, y descubrimos juntos algunas joyas menos conocidas que se convirtieron en nuestros favoritos.

Eliot y yo terminamos ‘E.V.O: Search for Eden’, una joya para SNES infravalorada, que es como el tío de 16-bits de ‘Spore’. http://bit.ly/aBvcwU

A principios de 2011, pasamos a la N64. El principio de la era del 3D en las consolas no envejeció bien ante mis ojos, pero a Eliot pareció no importarle. Nos pasamos los brillantes Ocarina of Time y Majora’s Mask, y nos enamoramos del criminalmente infravalorado Rocket: Robot on Wheels.

Cuando cumplió siete, Eliot ya había conseguido todas las estrellas en Super Mario 64.

Eliot acaba de conseguir la última de las 120 estrellas del Mario 64. Si alguna vez dudas del poder de la mecánica de juego del coleccionismo, pasa tiempo con un niño de 6 años.

Después de eso, pasamos directamente a la década de 2000. En PlayStation 2, jugamos a ICO, Shadow of the Colossus, y al Katamari Damacy original, lanzado el año en que él nació.

El experimento estaba completo.

Este planteamiento de estudiar a fondo los juegos clásicos tuvo un claro impacto en él, e influyó en los juegos que le gustan ahora.

Como a casi todos los niños de su edad, le encanta Minecraft. No es ninguna sorpresa.

Pero también le encantan juegos brutalmente difíciles que son un desafío para jugadores que doblan o triplican su edad, y se le dan increíblemente bien. Sus favoritos generalmente toman características de los roguelikes: niveles generados proceduralmente, muerte permanente, sin puntos de guardado.

Uno de sus favoritos es Spelunky, sin duda uno de los juegos más complicados que he jugado. Paste Magazine lo definió como: «un juego con la “dificultad” grabada en su propio ser». Nunca lo completé. Probablemente nunca lo complete.

Un mes después de su octavo cumpleaños, él se pasó Spelunky solo.

¡Eliot acaba de terminar ’Spelunky’ él solo! ¡Gracias, @mossmouth, por crear tan buen juego!

Pero Spelunky no es como otros juegos. Eliot puede que haya superado el juego, pero hay un segundo final mucho más complicado en el que hay que ir al Infierno.

Tom Francis explica:

Para completar Spelunky tienes que sobrevivir 15 niveles generados aleatoriamente y conseguir que el jefe final se suicide. Para llegar al infierno, sin embargo, tienes que desarrollar una serie de rituales específicos en un orden concreto, usando objetos únicos que aparecen de la nada en diferentes lugares, y luego derrotar al jefe de una forma particularmente audaz en la que usas su muerte como trampolín hacia el inframundo.

Es una de las hazañas más complicadas del juego. Solo conozco a un par de personas que lo hayan conseguido. Para Tom Francis, fue «la cosa más difícil que he conseguido en un videojuego… Solo tardé 41 minutos, pero me llevó cientos de horas de juego —y cerca de 3.000 muertes— aprender cómo hacer esos 41 minutos».

Hace tres meses, Eliot se pasó el Spelunky por la vía difícil. El creador del juego, Derek Yu, cree que puede ser la persona más joven en haberlo conseguido.

Hay bastantes posibilidades de que Eliot, de 8 años, sea la persona más joven en terminar Spelunky y llegar al Infierno. ¿Quizás @mossmouth lo sepa?
—Derek Yu

Después de terminar el Spelunky, Eliot estaba listo para un nuevo reto. Me pidió que le comprara un nuevo juego que había encontrado en YouTube, Nuclear Throne, un juego de acción tipo roguelike de Vlambeer, conocido por su implacable dificultad. Una semana después:

Después de una semana de juego, Eliot ha terminado ‘Nuclear Throne’. Buen trabajo, hijo. instagram.com/p/uTPNcvMo1D /cc @tha_rami @jwaaaap @mossmouth

Nuclear Throne, como otros tantos juegos indie desarrollados por un pequeño equipo, tiene una estética muy de la vieja escuela:

Y esto, para mí, es lo más interesante del experimento.

La pronta exposición de Eliot a los juegos con gráficos limitados lo ha inoculado contra los gráficos hiperrealistas y llamativos que se encuentran en los juegos AAA. Sabe apreciar los gráficos retro en sus propios términos y centrarse en la jugabilidad.

Los gráficos lo-fi de juegos como VVVVVV, FTL, o Cave Story, pueden echar para atrás a otros niños de su edad, pero como a mí, a él le atraen.

Mi esperanza es que este experimento le haya inculcado un verdadero aprecio por los juegos más pequeños, raros e íntimos.

Le di a mi hijo un curso intensivo de la historia de los videojuegos, comprimiendo 25 años de historia en unos cuatro años.

A estas alturas, probablemente estés pensando que soy un monstruo o un padre asombroso. Quizás un poco de ambos.

Me parece bien. Mi hijo es increíble, le encantan los videojuegos y, sobre todo, le encanta jugar conmigo.

¿Listo, jugador dos?

Trata de la ética en la crianza de los videojuegos.

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