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BurguerCangreburguer
4 min readJan 7, 2015

Madurarás

Al menos el próximo año, malgastaremos menos tiempo preguntándonos: «¿Cómo es posible que todo vaya tan mal?» Y quizá empecemos a hacer algo al respecto.

Por Stoya

Ilustración por Ana Benaroya

Christian Mann fue uno de los más grandes patriarcas de la industria de entretenimiento para adultos, instrumental para muchos de nuestros lazos comunitarios. Durante sus 34 años en el entretenimiento para adultos ocupó cargos como consejero delegado, vicepresidente y gerente general en las principales compañías. Fue juzgado por obscenidad en 1990 y absuelto. Dos décadas más tarde, ayudó a mantener Evil Angel funcionando mientras el dueño, John Stagliano, se enfrentaba a su propio juicio por obscenidad. Si la pornografía es el canario en la mina de carbón de la Primera Enmienda, Christian Mann es un héroe de la libertad de expresión.

Tres veces en el transcurso de mi carrera me encontré en el extremo receptor de la mirada de Christian mientras daba su opinión. Una vez fue negociando en un contexto de negocios. La segunda fue sobre la necesidad de que los intérpretes se organizasen para abogar por sí mismos. El tercer tema es de carácter privado.

En cada una de esas ocasiones tomé mejores decisiones gracias a su opinión, primero asegurando un acuerdo mucho más cercano a lo que merecía de la compañía que me contrataba, y luego haciendo mi parte del trabajo necesario para fundar el Comité de Defensa del Artista de Entretenimiento Adulto.

Cuando me enteré de su muerte el 31 de julio de 2014, me estaba preparando para trabajar. Me paseé por la habitación del hotel en que estaba mientras las lágrimas desmontaban mis pestañas falsas y emborronaban la pintura de mi cara. Cuando acabé de llorar dije: «¿Quiénes son nuestros adultos responsables ahora?» Y no quedaban muchos.

Para mí, la muerte de Christian fué la nota más afilada de un año en el que el estado horrible del mundo no se podía negar. Para otros fue la cobertura claramente sesgada de los acontecimientos en Ferguson, la decapitación propagandística de James Foley, sus propios sufrimientos personales, o las connotaciones racistas del pánico al Ébola. Todas las conversaciones, tanto con conocidos casuales como con amigos cercanos, contenían como mínimo una pausa importante seguida de una expresión mutua sobre terrible que parece todo.

Quizás tu momento vino antes, en la década de los 2000 mientras veías el humo saliendo de las Torres Gemelas, sentías la constante erosión de la privacidad en nombre de la seguridad nacional, o veías cómo banco tras banco se hundían masivamente. Quizás tu momento fue algún otro evento ofrecido en el horroroso desparrame de 2014. Quizás tu momento aún no ha llegado.

Según iba interiorizando mi parte en este gran desencanto generacional, pensé que no podía ser la primera vez que el mundo ha parecido tan absolutamente asqueroso. Así que llamé a mi madre.

Su momento de pérdida de fé fue el asesinato de JFK. Para otros de su generación llegó más tarde, con los asesinatos de Martin Luther King o Bobby Kennedy, o con alguna de las muchas revelaciones sobre el nivel de involucración de los EEUU en Vietnam. Pero 1968 no fue peor que 1963, y 2015 no será ni un poco menos malo de lo que lo fue 2014.

La esperanza redentora para 2015 es que aún muchos más habremos mirado a las inconmensurables profundidades del asco que el mundo posee. Habremos aceptado el hecho de que las cosas no mejoran mágicamente. Menos gente perderá el tiempo llevándose las manos a la cabeza exclamando «Dios mío, ¿cómo es posible que todo esté tan mal?»

Nos habremos dado cuenta de que ahora nos toca ser los adultos responsables, vestirnos de personas maduras y resolver las cosas nosotros mismos.

Stoya es actriz de películas para adultos y escritora freelance.

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