Los Beatles o los Stones: ¿De qué lado estás tú?

Si los Stones se resintieron por la primacía cultural de los Beatles, los Beatles se molestaron por la inatacable pasión sexual y descaro de los Stones.

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Por Anthony DeCurtis. Traducido por Laura García.

En un momento dado, durante el último especial de televisión en honor al 40 aniversario del «Saturday Night Live», una puerta en el plató se abrió y Keith Richards salió de ella entre aplausos entusiastas. Llevando una chaqueta negra, pantalones y una camiseta blanca ondeando por fuera de sus pantalones, Richard se dirigió, con su acostumbrado pavoneo por el corto tramo de escaleras hacia el centro del escenario. Como siempre, se encontraba en su esencia. Sólo le faltaba el cigarrillo y su guitarra.

«A principios de los años 60, una banda salió de Inglaterra y cambió el mundo», dijo, con su gruñido fragmentado y dulce. Hizo una pausa para prolongar el efecto. «Pero ya basta de hablar de los Rolling Stones», continuó, sonriendo. «Señoras y señores, Paul McCartney».

Fue un momento como tantos otros a lo largo del último medio siglo. Los Beatles y los Stones, los gemelos del rock & roll de los años sesenta, daban vueltas mano a mano en un baile que habían llegado a conocer muy bien. Richards, personificando el descaro, pero todavía colocados en una posición de apertura de un espectáculo para los más grandes rivales de su propia banda. ¿Podría esta situación haber sido al revés? ¿Presentaría McCartney una actuación de Richards, Mick Jagger o de los Stones, o ni siquiera nos atreveríamos a pedírselo? Casi que no. Eso perturbaría lo que siempre ha parecido ser el orden natural de las cosas. Los Beatles son como la estrella brillante en el centro de su propio sistema solar. Los Stones, la satisfacción contenida como el planeta en órbita más grande e impresionante a su alrededor.

Breve como fue, la presentación de Richards a McCartney recordó a la introducción de Mick Jagger a los Beatles en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1988. (Cuando los Stones fueron incluidos al siguiente año, los Beatles no se acercaron al micrófono para honrarles, por supuesto. Pete Townshend, de los Who, hizo el trabajo). En su discurso de aquella noche, Jagger reprodujo su impacto como miembro de una banda aspirante a R&B en Londres al saber que un provisional grupo de Liverpool — dijo el nombre de la ciudad británica portuaria como si describiera una luna de Saturno — no solo tenía un contrato discográfico, sino una canción de blues en las listas llamada «Love Me Do».

George Harrison y Mick Jagger en el tercer aniversario de los premios en el Salón de la Fama del Rock & Roll. Enero de 1988

«Cuando escuché sobre la combinación de todas estas cosas, casi me puse enfermo», admitió Jagger. Reprochó a los Beatles por su tendencia boy-band de aquel entonces para mantenerse unidos. «Nunca iban solos a ninguna parte», dijo incrédulo. Ellos eran los «Fab Four», el «monstruo de cuatro cabezas», JohnPaulGeorgeyRingo.

Pero cuando los Beatles vinieron a ver a los Stones tocar a un club una noche, incluso al normalmente imperturbable Jagger lo pillaron con la guardia baja. «Tenían esas bonitas gabardinas largas y negras», recordaba, con envidia palpable tras un cuarto de siglo después del evento. «Realmente me moría por una de esas. Pensaba: “incluso si tengo que aprender a escribir canciones, voy a conseguir esto”».

No obstante, terminó su discurso con una nota conmovedora. «Hemos pasado por momentos muy extraños», dijo. «Teníamos mucha rivalidad al principio y algunos roces, pero siempre terminamos como amigos, y me gustaría pensar que aún lo somos, porque aquellos fueron algunos de los momentos más importantes de nuestras vidas».

The Beatles de izquierda a derecha, Paul McCartney, John Lennon, Ringo Starr y George Harrison, en torno a 1964 | Fotografía de archivo/Getty Images

Tales sentimientos no impidieron que una mujer en una fiesta nocturna de Nueva York, hace unos años, le preguntara de broma a Mick Jagger: «Todo el mundo es o bien una persona de los Beatles o una persona de los Stones. ¿De quién eres tú?» Él no bromeó. «Soy de los Stones», respondió rotundamente.

Remontándonos a los tiempos en los que ambas bandas estaban comenzando, las comparaciones entre ellos se convirtieron en el alimento de los argumentos irresolubles que a los fans de la música les encanta: ¿Quién es mejor, los Beatles o los Stones? John McMillian, un profesor de la Universidad de Georgia State, incluso dedicó un libro al debate en 2013. Simplemente titulado Beatles vs. Stones, el libro de McMillian es meticulosamente ecuánime, pero de alguna forma él mismo aún persiste en que tienes que elegir bando.

Esa noción, ni que decir, difícilmente se limita únicamente a estas dos bandas. ¿Black Keys o Jack White? ¿West o East Coast Rap? ¿Taylor Swift o Katy Perry? Cuando cursaba inglés en el Hunter College en Nueva York, el crítico literario Alfred Kazin visitó un curso de D.H. Lawrence al que yo estaba yendo y anunció que era imposible que te gustaran tanto Lawrence como James Joyce. Tenías que escoger entre uno y otro.

The Rolling Stones fuera de la Iglesia de St. George en Hanover Square, Londres, enero de 1964 | The Beatles posan para la portada del EP Twist & Shout

Tengo tanta curiosidad como cualquiera en esos argumentos, pero como suele ocurrir, me gustan ambos, Lawrence y Joyce. Y me gustan los Beatles y los Stones. Mi inclinación hacia ambos como crítico y como fan consiste en escuchar y evaluar la música por lo que es, no por lo que me gustaría que fuera. Me gusta también cuando la gente disfruta estas cosas, en lugar de poner el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Siempre sentí que mi meta como escritor era ayudar a la gente a aprovechar al máximo la música que disfrutaban, y posiblemente hacerles ver algún sonido que de otra forma hubieran ignorado o sentirse demasiado intimidados para aprovecharlo. A diferencia de muchos de mis colegas, no me dedico a escribir sacudiendo a los artistas o los álbumes. Si no me gusta algo, prefiero dejarlo pasar.

Desafortunadamente, no siempre fue eso posible. Pasé cinco años como editor de opinión en Rolling Stone, y ese trabajo necesariamente conllevaba la publicación de comentarios negativos. La sección de opinión no tiene sentido si cada artículo es positivo; aún solo por el texto y la diversidad, necesitas tener una mezcla de pros y contras. Dicho esto, con frecuencia trataba de encontrar escritores que tuvieran algún interés en decir algo sobre los álbumes o estilos musicales que no fueran modernos o de los que la gente no esperara que Rolling Stone los aprobara. Estaba más interesado en intentar entender por qué algo era popular en lugar solo de descartarlo.

Lo que nos lleva de nuevo a los Beatles y a los Stones. Tengo mi preferencia (me gusta Mick Jagger, soy una persona de los Stones) pero nunca quise realmente tener que elegir. La única vez que realmente tuve que hacerlo fue hace cinco años, cuando me invitaron a participar en este debate sobre los Beatles con los Stone, en «Soundcheck» en la WNYC, buque insignia de la radio pública en Nueva York.

The Rolling Stones cerca de 1970 | Fotografía de Michael Ochs

El único problema fue que ellos querían que me posicionara del lado de los Beatles. Fue una decisión difícil. Podría haberlo hecho. Me encanta el programa, y me encantan los Beatles. Conozco los argumentos que los partidarios de los Beatles hacen. Estoy de acuerdo con alguno de ellos, y podría haberlos defendido de forma convincente. El problema fue que no podía encontrar en mi corazón la manera de ir en contra de los Stones, mi banda favorita. Así que pasé.

Con los años, He sido bastante afortunado por haber tenido muchas oportunidades para escribir sobre ambos, los Beatles y los Stones, y para entrevistar a Mick Jagger, Keith Richards, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr y mucha de las personas que han trabajado con ellos.

Desafortunadamente, John Lennon murió antes de que estuviera ni remotamente en una posición en la que quizá pudiera haber sido capaz de hablar con él, aunque he entrevistado a Yoko Ono muchas veces y escrito sobre Lennon con frecuencia. Una de las experiencias más emocionantes de mi carrera fue verme regularmente con Yoko sobre un proyecto de box set de Lennon en el apartamento en Dakota que ella y Lennon habían compartido. Un día, caminamos fuera del edificio juntos, justo hasta el lugar donde ella había sido testigo del disparo que llevó a su marido a la muerte. Fue abrumador pensar en la fuerza de voluntad que debe haber requerido para ella quedarse en el apartamento que había sido su hogar, y tener que rememorar la trágica experiencia de su muerte cada vez que entraba y salía de aquel edificio.

Yoko Ono y John Lennon en diciembre de 1968 | Fotografía de Susan Wood

Obviamente es excitante conocer a músicos famosos, pero es particularmente estremecedor ser capaz de quedar y escribir sobre los artistas a quienes no solamente admiras, sino que han conformado tu vida, quienes han hecho que seas la persona que ahora eres. Los Beatles y los Stones me hicieron una persona que podría dedicar su vida a escribir sobre música. Era un chico de 12 años viviendo en Nueva York cuando los Beatles llegaron en febrero de 1964, y ese momento me transformó. Fue mi primer encuentro personal con los cambios culturales que los 60 darían rienda suelta, y marcó una ruptura dramática para mí respecto a los valores italo-americanos conservadores del barrio donde crecí, así como el Rock & Roll tibio que se impuesto tras el nacimiento revolucionario de aquella música en los años cincuenta.

Los acontecimientos se sucedieron rápidamente aquellos días, y pronto pareció que los Beatles no representaran durante mucho tiempo más el canto más agudo allá donde la música y la cultura se estaban dirigiendo. Padres y profesores de algún modo decidieron que los Beatles eran aceptables. Mientras que su pelo largo y su nuevo sonido brillante habían representado un cambio subversivo al orden establecido, la imagen de la banda había pegado como adorable y no representaba una amenaza. De pronto, te llevabas una palmadita en la cabeza por gustarte los Beatles, como si ellos fueran simplemente la última moda a la que los chicos se habían aferrado, una versión musical de hula hoops o de gorras de David Crockett. Eso no era lo que el Rock & Roll se suponía que debía ser.

Paul McCartney y John Lennon actúan en la grabación de un segmento para «Toast of the Town», el programa de variedades de la CBS presentado por Ed Sullivan, Nueva York, 14 de agosto de 1965
Fans de los Beatles tratan de pasar a través de una línea policial en el Palacio de Buckingham, donde el grupo llegó para recibir la condecoración como Miembros del Imperio Británico por la reina el 26 de octubre de 1965

Apenas unos meses después de que los Beatles llegaran, los Stones aparecieron entre la avalancha de bandas que habían salido, lo que se estaba conociendo como la Invasión Británica, y una línea se dibujó en la arena. Los Stones habían sido durante mucho tiempo una institución, así que era difícil comunicar lo desagradable y sexualmente provocativa que parecía la banda cuando salieron a escena.

A diferencia de los trajes con los que vestían los Beatles, los Stones eran descuidados y desaliñados, más de lo que cualquiera de los involucrados en lo que se podría llamar «mundo del espectáculo» era en ese momento. Tan estruendosos como los primeros rockeros, como Elvis Presley y Little Richard, eran, ellos se vestían como artistas. Los Stones se veían como si hubieran subido al escenario sin darle importancia a la pinta que tenían. Eso no era cierto, claro, en todo caso, los Stones eran probablemente más conscientes de la imagen que los Beatles. Pero esta imagen te transmitía una calidad del tipo «jódete» que era inconfundible, y esto los adultos no podían soportarlo.

Keith Richards en un restaurante de Londres en 1964 | Fotografía de Terry O’Neill
Los Rolling Stones tirando comida en la Sala Elizabethan en el Hotel Kensington Gore donde se ofreció un banquete para el lanzamiento de su álbum «Beggars Banquet», en diciembre de 1968

Los Stones hicieron su primera aparición nacional importante en Hollywood Palace, un programa de variedades presentado por el perenne canalla en serie Dean Martin. Estuvo tan claro como el choque de culturas que puedes imaginar. Claramente amenazado por los cambios culturales que parecían estar haciendo la música de su generación irrelevante, Martin se burló abiertamente de la apariencia, inteligencia y sexualidad de la banda.

Los Stones, por su parte, desgarraron versiones feroces de Muddy Waters, como «I Just Want to Make Love to You», y «Not Fade Away», de Buddy Holly. Y mientras la primera aparición de los Beatles en The Ed Sullivan Show en febrero de 1965, ha sido consagrada, con razón, en la historia de la cultura del pop, el debut de los Stones allí, ocho meses más tarde, fue catastrófico.

Cuando se levantó el telón y los Stones emergieron empezando a tocar «Around and Around» de Chuck Berry, Mick Jagger llevaba una sudadera gris. Suena absurdo ahora, pero fue impactante en aquel momento. El programa de Sullivan tenía una gran audiencia y fue la esencia de la comida familiar. Todo el que actuara en él sería visto como un privilegio, y su impacto comercial no tenía rival. Vestirse para eso como si estuvieras simplemente pasando el rato con tus amigos era algo inaudito. El pequeño gesto provocó una gran protesta de los profesores, periodistas y del mundo adulto entero.

Estuve dentro. Décadas más tarde, durante una entrevista, le expliqué a Mick Jagger que una de las razones por las que estaba prendado de los Rolling Stones fue que ellos fueron la primera banda que requirió algo de mí. Requirieron mi defensa y convicción, mi creencia en lo que estaban haciendo. Asustaba, pero también me hizo sentir importante.

Los Stones también proporcionaron mi introducción al blues y al R&B, una historia de la música negra americana que se encontraba en las sombras para la gente blanca. Cuando el hip-hop y, particularmente, el rap gangsta comenzaron a empañar la escena musical, podía sentir que la gente joven tenía los mismos sentimientos sobre esto que los que había tenido yo con los Stones: una creencia inquebrantable de que la música era significativa y convincente, que quería decirlo todo.

Lo más importante, era innegable, independientemente de lo que nadie más dijera al respecto. Quizá incluso a causa de lo que decían sobre ello. Cuanto más atacados eran los Stones, más desaprobaban los adultos lo que eran y más significaban para mí.

Los Rolling Stones en concierto | Fotografía de Keystone-France/Gamma-Keystone

Tal vez, la ironía final de este debate es que cada vez que escribo una pieza como esta o cuando aún me encuentro a mi mismo en uno de esos debates de los Beatles contra los Stones, me siento mal. A pesar de que no eran tan modernos o descarados como los Stones, los Beatles, después de todo, mantuvieron su papel como innovadores sin igual de la música durante su breve historia. Y si los Stones se resintieron con la primacía cultural de los Beatles, los Beatles se resintieron con el descaro y la picardía sexual de los Stones. Lennon se burlaba del «baile maricón» de Jagger contando esa historia.

El hecho es que siempre he amado a estas dos bandas. Como la presentación a Paul McCartney de Keith indica, los Stones siguen estando a la defensiva cuando el tema de los Beatles aparece. Parece ridículo, y quizás incluso un poco insultante estar todavía a la sombra de los «Fab Four».

Recuerdo estar charlando con Mick Jagger en el backstage del Pontiac Silverdome, en una noche helada en Detroit, cerca del final de la gira de los Stones de Steel Wheels, en 1989. Le conté a Mick que recientemente había visto a McCartney actuar en Los Ángeles, y él estaba ansioso por escuchar lo que pensaba. El primer tour de los Stones en ocho años, Steel Wheels, había sido un éxito. McCartney no había estado en marcha en diez años y todavía se encontraba buscando su camino. Le describí completamente la actuación de McCartney, pero por la sonrisa en la cara de Jagger y el brillo en sus ojos, pude sentir el placer que le proporcionaba superar a uno de sus viejos rivales.

Pero desde entonces, he visto shows de McCartney que son impresionantes, y el hecho es que conocer y entrevistar a varios de los miembros de los Beatles y de los Stones a lo largo de los años ha estado entre los «mejores momentos» de mi vida, como diría Mick Jagger. Estoy feliz de no haberme aferrado nunca a uno de los bandos, de los Beatles o de los Stones, sin importar de que lado podría haber terminado en un bar debatiendo — o en un ensayo escrito.

Paul y Linda McCartney (derecha) en el backstage con Mick Jagger (izquierda) y Bill Wyman (centro) en un concierto de los Rolling Stones en The Palladium, Nueva York, junio de 1978

Incluso con toda la oposición entre estas bandas, siempre me he considerado un intermediario honesto. Cuando Paul McCartney y George Harrison no se hablaban entre ellos, les entrevisté individualmente en los días sucesivos en Inglaterra. (Esto ocasionó el momento surrealista cuando Harrison me recogió en la estación de tren cerca de su casa en las afueras de Londres, y luego casualmente preguntó: «Me enteré de que hablaste con Paul el otro día. ¿Cómo está?») Cuando McCartney y Yoko Ono no se hablaban tampoco, les entrevisté a ambos extensamente.

En cuanto a los Stones, nunca he estado en el lado de Mick o en el de Keith, a pesar de lo contradictoria que su relación ha sido en los últimos años. En mis escritos, he estado menos interesado en tomar partido que en intentar hacer sus puntos de vista comprensibles a todo el que le importa. Como uno de los partidarios de los Stones me dijo una vez: «Té escribes desde dentro, pero no escribes como los de dentro». Ese fue uno de los mejores cumplidos que he recibido nunca. Incluso aunque a veces hay que posicionarse, no hay nada de malo en amar ambos lados de la línea divisoria.

Foto Superior: Paul McCartney de los Beatles y Mick Jagger de los Rolling Stones sentados uno frente al otro en un tren en la Estación Euston de Londres, esperando para partir a Bangor, el 25 de agosto, 1967.

Sigue a Anthony DeCurtis en Twitter @ADeCurtis

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